Capítulo 107

Desgreñada por el sueño y con un aspecto más adorable que nunca, Carla entró en el salón, encontrando a Yashim dormido, la frente apoyada en el cristal de la ventana.

Ella lanzó un gritito de sorpresa, y Yashim abrió los ojos. La mujer iba vestida con su camisón, bajo una larga bata bordada cuyas mangas estaban cortadas a la altura del codo.

– Pensaba que habías muerto -susurró ella.

– Eso le pasó al otro -respondió Yashim, frotándose los ojos-. Había venido a matarte.

Ella le cogió las manos.

– Dime lo que pasó.

Él se lo contó, casi de mala gana, y cuando hubo acabado, ella dijo:

– Ayer pensaba que tú habías venido a matarme, Yashim. En vez de eso, me salvaste la vida.

– ¿Me venderás el Bellini?

– ¿A ti?

– Al sultán.

Ella se irguió en toda su estatura.

– El dinero, comprendes… no es para mí.

– No lo pensaba.

– No, claro que no. -Carla se inclinó y lo besó suavemente en los labios. Pero quería que tú estuvieras seguro. En Venecia, Yashim, el honor es todo lo que queda.

Entonces se abrió la puerta, y entraron dos soldados de blanca chaqueta.

Tras ellos venía el sargento Vosper, y finalmente, a duras penas embutido en su uniforme, el propio Stadtmeister.

Se detuvo bruscamente en la puerta.

– Contessa?

Hizo una inclinación y entrechocó los talones.

– Lamento entrometerme en su casa, contessa, de esta manera. Pero se trata de una cuestión de urgencia.

– ¿Urgencia?

– Realmente. Sea usted tan amable de entregarme los papeles.

Y alargó la mano, como si la contessa los estuviera ya sosteniendo en sus manos.

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