Capítulo 54

Le dieron agua a la mujer, aunque no antes de que se hubieran divertido dejándola gotear en cualquier parte menos en sus labios.

Cuando el hombre robusto vio que ladeaba la cabeza, tratando de lamer el agua de la muselina de su propio vestido, se rió con excitación. El de la cicatriz lo miró con disgusto. Quizás eso lo impulsó a avanzar la mano y cortar la cuerda que ataba las muñecas de Maria.

– No va a ir a ninguna parte.

Incluso con los brazos libres, Maria tenía que mantener la jarra pegada a la boca. Sus manos estaban hinchadas y los músculos de sus brazos podían no obedecerla.

– ¿Has cambiado de opinión ya?

El hombre de la cicatriz la sostuvo por la barbilla. Maria cerró los ojos, esperando el doloroso golpe.

En vez de eso, el hombre la empujó.

– Nos volveremos a ver, bonita, no te preocupes. Volveremos.

La dejaron en la oscuridad. Maria oyó, a través de la gruesa puerta, cómo se cerraban los pestillos, y dobló los dedos cubriéndose la carne viva de las muñecas. Y lloró.

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