Capítulo 78

Brunelli aguardó gran parte de la tarde al sirviente otomano, pero, al no haber aparecido éste a las cuatro, decidió darse otro paseo.

El mendigo debía de haber seguido sus instrucciones. El americano había desaparecido.

Entregando su apartamento al sirviente del pachá.

Brunelli sabía una cosa que el Stadtmeister y Vosper no sabían: que el signor Brett pretendía haber estado en Estambul antes de llegar a Venecia.

Brunelli anduvo paseando, dando vueltas sin rumbo fijo, como sus pensamientos.

Y se encontró en el puente del Rialto.

Había una relación, lo sabía, entre el pachá y el misterioso americano.

Pero el americano parecía haberse desvanecido en el tenue aire. Podía haberse marchado de Venecia. Y en el momento en que un tal signor Brett desaparecía, un sirviente de pachá hacía su aparición… Exactamente en el mismo lugar.

Vosper, por supuesto, nunca se había encontrado con Brett. No podía identificar al hombre que estaba buscando, con tan absurda acusación.

Pero ni siquiera Vosper, seguramente, sería capaz de creer que Brett era un sirviente del pachá, ¿verdad?

Dobló una esquina y llegó al Zattere, con su amplia vista a La Giudecca y los degradados muelles, desmoronadas casas y viejas iglesias que se alineaban en la costa.

Vosper, evidentemente, era capaz de creer cualquier cosa… pero ¿por qué Brett le contaría una historia tan extraordinaria?

Brunelli se detuvo. Y se echó a reír.

Si Brett quería quitarse de encima a Vosper, ¿qué mejor que una mentira tan enorme, tan disparatada que Vosper se viera obligado a tragársela entera?

Si Brunelli hubiera pensado por un momento que Vosper y el Stadtmeister tenían razón, y que Brett era sospechoso, no habría vacilado en unirse a ellos en la caza.

Pero había conocido al hombre, y confiaba plenamente en su intuición. Y aquella ramera de los hoyuelos lo había apoyado también. Brett era un tipo poco limpio, quizás, pero no era un asesino.

Le había dado esquinazo a Vosper. Había convencido al Stadtmeister de que la burocracia por la que eran famosos sus amos finalmente se había desquiciado, y el firmamento le estaba cayendo sobre la cabeza.

Brunelli sonrió.

Le gustaba Brett, y le gustaría charlar un ratito con él.

Pensó que sabía dónde encontrarlo.

Загрузка...