Agradecimientos

Durante el proceso de gestación de esta obra han sido incontables las personas que me han brindado su ayuda desinteresada. Todas han sido importantes en un momento u otro, y me veo obligado a dejar aquí constancia escrita de su papel. Además del apoyo más cercano, el de mi familia -siempre sin condiciones, a prueba de bombas, de una generosidad sin límite-, a menudo he sentido tras de mí la fuerza angélica de mis editoras en España y Estados Unidos, Ana d'Atri, Diana Collado y Johanna Castillo. También la de mis agentes Antonia Kerrigan, Tom y Elaine Colchie. La de Judith Curr y Carolyn Reidy de Simón & Schuster en Nueva York, y Carlos Revés, Marcela Serras y el formidable equipo de Editorial Planeta en Madrid y Barcelona. Desde Marc Rocamora y Paco Barrera a Laura Franch, Lola Sanz o Laura Verdura. Todos ellos -y muchos más que sería imposible enumerar- dieron pruebas de su entusiasmo y profesionalidad cuando más los necesité, ayudándome a mantener la fe en esta novela.

También ha sido impagable la ayuda de amigos escritores e investigadores como Juan Martorell, Alan Alford, David Zurdo, Enrique de Vicente, Julio Peradejordi, Iker Jiménez o Carmen Porter. La de miwebmaster David Gombau. Y la de expertos como José Luis Ramos, un sabio del electromagnetismo de la Universidad de Alcalá de Henares; Luis Miguel Doménech, geólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona, o Pablo Torijano, del Departamento de Estudios Hebreos de la Universidad Complutense de Madrid. Sólo espero no haber traicionado sus informaciones al ajustarías a la tensión de esta trama.

No olvido los buenos momentos compartidos con protectoras como Carmen Cafranga, Ana Rejano y Maite Bolaños, o el impulso recibido de Cagla Cakici de Pasión Turca, la Oficina de Relaciones Públicas del Departamento de Turismo del gobierno de Turquía en España, para tramitar los siempre difíciles permisos de ascenso al monte Ararat. Precisamente allí, en las alturas, quedé en eterna deuda de gratitud con Mustafá Arsin, César y Bruno Pérez de Tudela y Álvaro Trigueros. Con ellos y otros oportunos informantes y lectores que se cruzaron «causalmente» en mi camino en los últimos años, la aventura ha merecido la pena como ninguna otra.

A todos, gracias.

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