Capítulo 92

– Es la entrada a una cueva de hielo… No hay duda.

El diagnóstico de Nicholas Allen, con los anteojos todavía pegados a las mejillas, no tranquilizó nada a Tom Jenkins. Tenía la mandíbula congelada y se sentía francamente incómodo dentro de su ropa térmica. Aunque los equipos que habían alquilado en Dogubayazit eran de los mejores -forros polares North Face, gafas de protección ultravioleta, guantes Marmot-, el ascenso a marchas forzadas hasta la cumbre lo había dejado derrengado y con una deprimente sensación de derrota en el cuerpo. Su desánimo tenía mucho que ver con la pérdida de señal de sus teléfonos móviles -ningún aparato electrónico parecía funcionar en las inmediaciones del Ararat-, así que el coronel Allen decidió no hacerle demasiado caso. Al militar le preocupaba más que las autoridades les hubieran confiscado las armas y que les hubieran puesto dos guías para no perderlos de vista. «Compréndanlo -les explicaron en el último puesto de control de la policía turca-, el Ararat sigue siendo una zona sensible. Tenemos presencia militar en toda el área. Si ocurriese algo durante su ascenso, nuestros soldados estarían a su lado para socorrerlos antes de que se dieran cuenta.»

– ¿Se han parado ante una cueva? -rezongó Tom, ajeno a esas cábalas.

– Y por su actitud, diría que se disponen a entrar… -añadió él.

– ¿Cuántos hombres ve, coronel?

– Distingo cinco. Seis tal vez. Algunos llevan pistolas. Veo uno, dos subfusiles. Espero que no se les ocurra disparar. Provocarían una avalancha…

– ¿Reconoce a alguien?

Nick se estiró en la nieve todo lo que pudo, fijando bien las lentes. El escaso calor que transpiraban aquellos cuerpos no hacía fácil su identificación.

– No. Pero apostaría a que la que acaba de entrar es Julia Álvarez. Son ellos, sin duda. A ningún loco se le ocurriría subir aquí en noviembre.

Luego de una pausa, añadió:

– ¿Se ha fijado en la forma que tiene esa zona de la cumbre? La parte alta parece la cubierta de un edificio…

– ¿Qué quiere decir, coronel?

– Que tal vez eso sea el Arca. En las fotos clasificadas que tenemos en Elías se aprecia algo parecido. Una protuberancia geométrica dentro de una masa de hielo que apenas emerge en los veranos cálidos. Lo lógico -añadió- es que para acceder a esa estructura haya que internarse dentro del glaciar.

– ¿El Arca de Noé? ¿Creen que se dirigen al Arca de Noé?

– Es lo único que tiene sentido. -Se encogió de hombros y le pasó los prismáticos-. ¿Qué otra cosa podrían buscar aquí?

Jenkins se llevó las lentes al rostro y aumentó su potencia al máximo:

– Pues el dichoso barco debe de ser una atracción en toda regla, coronel, porque ya han entrado todos.

– Perfecto. Es el momento de tomar posiciones. ¿Me acompaña?

Загрузка...