Capítulo 16

– Es decir -me interrumpió el coronel Allen, que no podía ya contener su impaciencia-: usted se enamoró de un hombre que llegó a su pueblo haciendo el Camino de Santiago, la conquistó y descubrió casi en el acto su secreto mejor guardado. Su don de la visión. Pero hasta que fue a casarse con él, no descubrió que él también guardaba uno.

– Exacto -dije-. Las piedras de Dee.

– ¿Y cómo es que esa habilidad tan especial que usted tenía no la previno?

– ¡Yo no aceptaba ese don, y mucho menos lo practicaba! Trataba de esconderlo, ¿sabe? Llevaba años rezando por que un día desapareciese de mi vida y si por casualidad averiguaba algo gracias a esa especie de intuición, nunca lo tenía en cuenta. ¿Tan complicado es de entender? Hasta que llegó Martin a mi vida, sólo quería ser una persona normal. Una chica como las demás.

– Me resulta difícil de creer, señora.

– ¡Toda esta historia es difícil de creer! -protesté-. ¡También que usted haya llegado aquí y se haya liado a tiros con un desconocido que no me había hecho ningún daño!

– Iba a hacérselo. Eso es seguro.

El aplomo del coronel me obligó a dar marcha atrás.

– ¿Y cree que esto que le estoy contando ayudará a encontrar a Martin?

– Sin duda.

– Entonces, deje que termine. Lo que pasó aquel día con las adamantas fue sólo el principio. Creo que ése fue el momento en el que me congracié con mi don. Aunque nunca debí hacerlo…

– ¿En serio?

– Absolutamente.

– Continúe, se lo ruego.

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