Capítulo 86

Ni Dante hubiera podido imaginar un infierno peor que aquél.

Una llamarada de cien mil kilómetros de longitud cargada de plasma hirviendo a cinco mil ochocientos grados centígrados se elevó solemne sobre la superficie de la corteza solar. Las dos sondas STEREO que la NASA había puesto en órbita heliocéntrica para vigilar cualquier alteración en el Astro Rey, llamadasAhead y Behind por su posición relativa respecto a su objetivo, fueron las primeras en detectar la anomalía. Ambas funcionaban como un par de ojos gigantes y proporcionaban imágenes tridimensionales de cualquier cosa que sucediera en su superficie. Aun así, al no estar orientadas para interceptar señales dirigidas al Sol -¿quién iba a hacer semejante cosa?-, no captaron el tremendo haz magnético que había impactado poco antes, en las cercanías de la mancha 13057.

Hasta treinta segundos antes, la zona de sombra de 13057 apenas tenía el tamaño de la Tierra. Su intenso campo magnético se vio entonces alterado por ese tren de señales y pronto comenzó a mutar, absorbiendo las manchas 12966 y 13102. De forma automática, y sin que ningún operador en el Goddard Space Flight Center de Maryland interviniera, las STEREO comenzaron a grabar movimientos en el magma solar y a transmitir las primeras informaciones a sus bases. A su procesador de dos millones de dólares le bastaron unos segundos para señalar a 13057 como la responsable de la explosión. Su perfil ovoide había desaparecido de sus lecturas ultravioletas, dejando en su lugar aquel monstruo abrasador que se desplazaba sobre la rugosa superficie del Sol a casi trescientos kilómetros por segundo.

Lo que vino a continuación terminó de romper todas las escalas de actividad solar conocidas.

La ola de plasma se dejó caer contra la fotosfera de forma parecida a como lo haría un tronco sobre un lago de aguas calmas. Salvo que, en esta ocasión, el perímetro de las ondas concéntricas que provocó superaba el millón de kilómetros. Un tsunami magnético y de gas a una temperatura inconcebible que arrastraba todo lo que encontraba a su paso. Entonces, un rugido sordo recorrió el astro antes de que, como en un dominó de proporciones hercúleas, la siguiente pieza entrara en acción. Quintillones de partículas de alta energía, sobre todo protones, recibieron la bofetada del gas, se aceleraron y salieron despedidas más allá de la heliosfera. Las seguía el más brutal carrusel radiactivo que jamás hubieran visto las STEREO.

Con aquella detección, el programaSolar Terrestrial Relations Observatory iba a pasar definitivamente a la historia.

Pero entonces las cámaras ultravioletas de Ahead captaron algo más.

Como si fueran los dedos largos y retorcidos de un Nosferatu cósmico, una corriente magnética de al menos cuarenta mil kilómetros de extensión se disparó en pos de la marea de protones. Se movían como el rabo de una lagartija, sacudiéndose a derecha e izquierda según la corriente generada por sus polos. Al tiempo, sobre la superficie de nuestra estrella se abrían y cerraban colosales agujeros de un tamaño que quintuplicaba el diámetro terrestre. Parecían bocas hambrientas. Fauces diabólicas dispuestas a devorarlo todo.

En ocho minutos toda aquella radiación llegaría a la Tierra como una súbita bofetada de calor. Sería sólo un aviso de lo que vendría después.

Entre dieciocho y treinta y seis horas más tarde -si se cumplían los cálculos- sería el turno de la lluvia de plasma. Las mediciones de STEREO iban a determinar en un segundo qué zona del planeta recibiría su impacto. Estaban ante la mayor Eyección de Masa Coronal del Sol detectada jamás. Una erupción de clase X23. Y sus consecuencias eran imposibles de prever.

Justo cuando la STEREOBehind envió su pronóstico sobre el lugar en el que se precipitaría el tsunami magnético, llegó la pregunta del director del gran radiotelescopio de Socorro: «Urgente. ¿Han detectado alguna EMC en las últimas horas?»

Pero en el Goddard Space Flight Center se les había cruzado otra emergencia. Ya tenían las coordenadas del choque del plasma.

Había que avisar a las autoridades turcas de inmediato.

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