Capítulo 16

Temor acallado

Después de ver a Ambrose y a Denna en Imre, me puse de un humor sombrío. De regreso a la Universidad, no podía quitármelos de la cabeza. ¿Lo hacía Ambrose por pura maldad? ¿Cómo había podido pasar? ¿En qué estaba pensando Denna?

Tras una noche prácticamente en vela, intenté no pensar más en ello y me refugié en el Archivo. Los libros no son un gran sustituto de la compañía femenina, pero es más fácil encontrarlos. Me consolé buscando a los Chandrian por los oscuros rincones del Archivo. Leí hasta que me escocieron los ojos y se me quedó la cabeza espesa y entumecida.

Pasó casi un ciclo, y apenas hice nada más que asistir a clase y saquear el Archivo. La recompensa de mis esfuerzos fueron unos pulmones llenos de polvo, un dolor de cabeza persistente de pasarme horas leyendo con luz simpática, y un nudo entre los omoplatos de encorvarme sobre una mesa baja mientras hojeaba los desvaídos restos de los catálogos gileanos.

También encontré una sola mención de los Chandrian. Fue en un manuscrito en octavo titulado Curioso compendio de creencias populares. Calculé que debía de tener doscientos años.

El libro era una colección de historias y supersticiones recopiladas por un historiador aficionado de Vintas. A diferencia de Los ritos nupciales del draccus común, no pretendía demostrar ni desmentir esas creencias. El autor se había limitado a recoger y organizar las historias y añadir algún breve comentario sobre las variaciones en las creencias de unas regiones a otras.

Era un volumen admirable que, evidentemente, comprendía años de investigación. Había cuatro capítulos sobre demonios. Tres capítulos sobre hadas (uno de ellos, dedicado exclusivamente a cuentos sobre Felurian). Había páginas sobre los engendros, los descalandrajos y los troles. El autor reproducía canciones sobre las damas grises y los jinetes blancos. Una extensa sección sobre los draugar de los túmulos. Había seis capítulos sobre magia popular: ocho maneras de curar las verrugas, doce maneras de hablar con los muertos, veintidós hechizos de amor…

La única entrada sobre los Chandrian ocupaba menos de media página:

Por lo que refiérese a los Chaendrian, no hay mucho que dezir. Todo Hombre los conoce. Todo niño entona su canción. Y aun así, las gentes no cuentan historias.

Por una poca de cerveza, un Labriego hablará dos largas horas de los Ressiniyos. Mas menciónesele a los Chaendrian, y aprieta la boca como el culo de una solterona, toca fierro y aparta con ímpetu la silla.

Muchos piensan que trae mala ventura hablar de los Fata, y aun así las gentes lo hazen. Por qué causa sea distinto con los Chaendrian, ignórolo. En el pueblo de Monstumulo, un Curtidor bastante borracho díjome en voz baja: «Si hablares de ellos, vinieren por ti». Ese parece ser el temor acallado destas gentes comunes.

Así que escribo de lo que he recopilado aquí y allá, muy general e inespecífico. Los Chaendrian son un grupo que varía en número. (A bien seguro siete, dado su nombre.) Aparécense y acometen actos de violencia sin razones fundadas.

Hay señales que anuncian su Llegada, mas no hay acuerdo sobre ellas. El fuego azul es la más común, aunque yo assimismo he oído hablar de vino que tórnase vinagre, de ceguera, de cultivos que marchítanse, de tormentas impropias de la estación, de preñeces interrumpidas y del sol escureciéndose en el cielo.

En suma, que pareciéronme un tema de Estudio Desalentador e Infructuoso.

Cerré el libro. «Desalentador e infructuoso» me sonaba de algo.

Lo peor no era que ya sabía todo lo que estaba escrito en aquella entrada, sino que era la mejor fuente de información que había descubierto en más de un centenar de largas horas de búsqueda.

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