Capítulo 18

Vino y sangre

Al final Wil y Sim me apartaron del cálido abrazo del Archivo. Me resistí y los maldije, pero ellos se mostraron firmes en sus convicciones, y los tres juntos afrontamos el frío viento que soplaba en el camino de Imre.

Llegamos al Eolio y conseguimos una mesa cerca de la chimenea del lado este, desde donde veíamos el escenario y manteníamos la espalda caliente. Después de un par de copas, noté que mi ansia de libros se reducía a un dolor sordo. Charlamos, jugamos a cartas y al final empecé a pasarlo bien pese a saber que Denna debía de andar por algún sitio cogida del brazo de Ambrose.

Al cabo de unas horas estaba repantigado en mi silla, amodorrado y caliente por efecto del fuego de la chimenea, mientras Wil y Sim discutían sobre si el gran rey de Modeg era de verdad un monarca reinante o solamente una figura decorativa. Me había quedado casi dormido cuando oí el fuerte golpe de una botella en nuestra mesa, seguido del delicado tintineo de unas copas de vino.

Denna estaba de pie junto a nuestra mesa.

– Seguidme la corriente -urgió en voz baja-. Me estabais esperando. Llego tarde y estáis enfadados.

Me enderecé, adormilado, y parpadeé varias veces intentando despejarme.

Sim aceptó el reto sin titubear.

– Llevamos más de una hora aquí -dijo frunciendo el ceño con expresión severa. Golpeó firmemente la mesa con dos dedos-. No creas que esto se arregla invitándome a una copa. Exijo una disculpa.

– No ha sido solo culpa mía -dijo Denna, mostrándose debidamente abochornada. Giró la cabeza y apuntó hacia la barra.

Me volví temiendo ver a Ambrose allí de pie, mirándome con aire de suficiencia con su maldito sombrero. Pero solo era un ceáldico medio calvo. Nos hizo una extraña y breve inclinación de cabeza, a medio camino entre un saludo y una disculpa.

Sim lo miró con mala cara, se volvió hacia Denna y, a regañadientes, señaló la silla vacía que yo tenía delante.

– Está bien. Y ¿qué? ¿Vamos a jugar a esquinas o no?

Denna se sentó en la silla, de espaldas a la sala. Luego se inclinó y besó a Simmon en la frente.

– Perfecto -dijo.

– Yo también he puesto cara de pocos amigos -protestó Wilem.

Denna le acercó la botella.

– Y como recompensa, puedes servirnos el vino. -Nos puso una copa delante a cada uno-. Es un regalo de mi obstinado pretendiente. -Dio un suspiro de hastío-. Qué manía, siempre tienen que regalarte algo. -Me estudió con ojos pensativos-. Estás muy callado.

– No esperaba verte esta noche -dije pasándome una mano por la cara-. Me has pillado a punto de quedarme dormido.

Wilem sirvió el vino de color rosa pálido y nos pasó las copas mientras Denna examinaba el grabado de la parte superior de la botella.

– Cerbeor -caviló Denna-. Ni siquiera sé si es de una añada decente.

– No, no lo es -dijo Simmon con naturalidad al coger su copa-. El Cerbeor es de Atur. En sentido estricto, solo los vinos de Vintas tienen añada. -Dio un sorbo.

– Ah, ¿sí? -pregunté observando mi copa.

Sim asintió y explicó:

– Es un mal uso muy habitual de la palabra.

Denna dio un sorbo y asintió para sí.

– Pues está bueno -dijo-. ¿Sigue en la barra?

– Sí -confirmé sin mirar.

– En ese caso -dijo sonriendo-, me temo que tendréis que aguantarme.

– ¿Has jugado alguna vez a esquinas? -preguntó Sim, esperanzado.

– No, pero aprendo deprisa -respondió Denna.

Sim le explicó las reglas con alguna ayuda de Wil y mía. Denna hizo algunas preguntas muy oportunas, demostrando que había entendido lo esencial del juego. Me alegré. Como estaba sentada enfrente de mí, le correspondía ser mi pareja.

– ¿Cuántas manos tiene la partida? -preguntó.

– Eso depende -contestó Wil-. A veces jugamos una sola mano. Otras, un set.

– Muy bien, pues entonces un set -propuso Denna-. ¿Cuánto?

– Podemos hacer un set de prueba -dijo Sim apartándose el cabello de los ojos-. Como estás aprendiendo y eso.

Denna entrecerró los ojos.

– No necesito ningún trato especial. -Se metió una mano en el bolsillo y sacó una moneda que puso encima de la mesa-. ¿Una iota es demasiado para vosotros, chicos?

Para mí era demasiado, sobre todo con una pareja que no había jugado nunca.

– Ten cuidado con esos dos -dije-. Juegan a muerte, y se te quedarán hasta la sangre.

– La verdad -intervino Wilem- es que yo no quiero la sangre para nada, así que juego por dinero. -Hurgó en su bolsa de dinero hasta que encontró una iota y la puso encima de la mesa con aire decidido-. Estoy dispuesto a jugar una mano de prueba, pero si a ella le parece insultante, le daré una paliza y me llevaré todo lo que ponga encima de la mesa.

– Así me gusta, Wil -dijo Denna con una sonrisa.

La primera mano nos fue bastante bien. Denna perdió una baza, pero de todas formas no habríamos podido ganar, porque teníamos unas cartas muy malas. Pero en la segunda mano se equivocó al declarar. Sim la corrigió, y ella se aturulló y sacó una carta demasiado alta. Luego salió sin querer cuando no era su turno; no fue un error grave, pero salió con la jota de corazones, revelando a todos qué clase de baza tenía. Ella también se dio cuenta, y la oí mascullar algo claramente impropio de una dama.

Wil y Sim, fieles a su palabra, jugaron sin piedad para aprovecharse de la situación. Con las cartas tan malas que yo tenía en la mano, no podía hacer gran cosa más que quedarme sentado viendo cómo ellos ganaban las dos bazas siguientes y empezaban a acorralar a Denna como lobos hambrientos.

Pero no pudieron con ella. Hizo un truco de cartas muy inteligente, y luego sacó el rey de corazones, lo cual no tenía ningún sentido porque anteriormente había intentado salir con la jota. A continuación, además, sacó el as.

Comprendí que su torpeza era fingida un poco antes que Wil y Sim. Conseguí disimular hasta que vi esa revelación reflejada en el rostro de mis amigos. Entonces me eché a reír.

– No seas tan creído -me dijo Denna-. A ti también te he engañado. Cuando he mostrado la jota, parecía que fueras a desmayarte. -Se tapó la boca con una mano y abrió mucho los ojos fingiendo inocencia-. ¡Ay, nunca he jugado a esquinas! ¿Podéis enseñarme? ¿Es verdad que a veces se juega por dinero?

Denna puso otra carta en la mesa y recogió la baza.

– ¡Por favor! Deberíais alegraros de que solo vaya a daros un cachete en la mano en lugar de desplumaros, que es lo que os merecéis.

Jugó el resto de la mano implacablemente, y nos dio una ventaja tan sólida que el resto del set fue un puro trámite. Después de eso, Denna no volvió a perder ninguna baza, y jugó con una astucia que hacía que a su lado Manet pareciera un caballo de carga.

– Ha sido una partida muy instructiva -dijo Wil al mismo tiempo que deslizaba su iota hacia Denna-. Creo que necesitaré lamerme un poco las heridas.

– Por la credulidad de los bien educados -brindó Denna alzando su copa.

Entrechocamos nuestras copas con la suya y bebimos.

– ¿Dónde os escondéis últimamente? -nos preguntó entonces-. Llevaba casi dos ciclos buscándoos.

– ¿Y eso? -preguntó Sim.

– Vosotros dos también estudiáis en la Universidad, ¿verdad? -preguntó Denna dirigiendo una mirada calculadora a mis amigos-. En esa especial donde enseñan magia.

– Así es -confirmó Sim-. Estamos hasta los topes de secretos arcanos.

– Jugueteamos con fuerzas oscuras que es mejor dejar en paz -añadió Wil con desenfado.

– Por cierto, se llama el Arcano -puntualicé.

Denna asintió con seriedad y se inclinó hacia nosotros.

– Supongo que, entre los tres, ya sabéis cómo funciona casi todo. -Nos lanzó una mirada penetrante-. Explicádmelo. ¿Cómo funciona?

– Cómo funciona ¿qué? -pregunté.

– La magia -dijo ella-. La magia de verdad.

Wil, Sim y yo nos miramos.

– Es un poco complicado -dije.

– Tengo todo el tiempo del mundo -replicó Denna encogiéndose de hombros y recostándose de nuevo en la silla-. Y necesito saber cómo funciona. Enseñádmelo. Haced algún truco de magia.

Los tres nos removimos, incómodos, en las sillas. Denna se rió.

– Es que no debemos -dije.

– ¿Por qué? -preguntó ella-. ¿Acaso alteraríais algún equilibrio cósmico?

– Alteraríamos a los alguaciles -contesté-. No les hace ninguna gracia que la gente haga esas cosas por aquí.

– Y a los maestros de la Universidad tampoco les gusta mucho -añadió Wil-. Se toman muy en serio la reputación de la Universidad.

– Venga ya -dijo Denna-. Me han contado que nuestro amigo Kvothe invocó a no sé qué demonio del viento. -Apuntó con el pulgar hacia la puerta que tenía detrás-. Aquí mismo, en el patio.

¿Se lo habría contado Ambrose?

– Fue solo el viento -la corregí-. No hubo ningún demonio implicado.

– Y lo azotaron por ello -añadió Wil.

Denna lo miró como si no supiera discernir si estaba bromeando, y encogió los hombros.

– Bueno, no me gustaría causarle problemas a nadie -dijo con una falta de sinceridad palmaria-. Pero siento una profunda curiosidad. Y estoy dispuesta a ofrecer secretos a cambio.

Sim se animó al oír eso.

– ¿Qué clase de secretos?

– Los innumerables y diversos secretos del género femenino -dijo ella con una sonrisa-. Resulta que sé algunas cosas que podrían contribuir a mejorar vuestras insatisfactorias relaciones con el sexo débil.

Sim se inclinó hacia Wil y le susurró, teatralmente, en un aparte:

– ¿Qué habrá querido decir, insatisfactorias o satisfactorias?

Wil se señaló el pecho y luego señaló el de Sim, y dijo:

– Yo: satisfactorias. Tú: insatisfactorias.

Denna arqueó una ceja y ladeó la cabeza, mirándonos a los tres con aire expectante.

Carraspeé, un poco molesto.

– No está bien visto que revelemos secretos del Arcano. No va estrictamente contra las leyes de la Universidad, pero…

– Sí va contra las leyes -me corrigió Simmon, y me miró como disculpándose-. Contra varias leyes.

Denna dio un dramático suspiro y alzó los ojos al techo.

– Ya me lo imaginaba -dijo-. Solo me venís con cuentos de vieja. Reconocedlo: no sabéis ni convertir la nata en mantequilla.

– De hecho, yo sé con toda certeza que Sim saber convertir la nata en mantequilla -la contradije-. Lo que pasa es que no le gusta hacerlo porque es un vago.

– No os estoy pidiendo que me enseñéis a hacer magia -aclaró Denna-. Solo necesito saber cómo funciona.

– Eso no entraría dentro de Divulgación No Autorizada, ¿no? -dijo Sim mirando a Wil.

– No. Sería Revelación Ilícita -dijo Wil con gravedad.

Denna se inclinó de nuevo hacia delante, con aire conspirador, y apoyó los codos en la mesa.

– En ese caso -dijo-, también estoy dispuesta a financiar una noche de borrachera, mucho más allá de la botella que tenéis ante vosotros. -Dirigió su mirada hacia Wil-. Uno de los camareros de este local ha descubierto hace poco una polvorienta botella de piedra en el sótano. No solo es un scutten excelente y viejísimo, la bebida de los reyes ceáldimos, sino que además es un Merovani.

Wilem no mudó la expresión, pero aprecié un destello en sus ojos oscuros.

Eché un vistazo a la sala, poco concurrida.

– Odren es una noche de poco trabajo. Si somos discretos, no creo que tengamos ningún problema. -Miré a los otros dos.

Sim sonreía como un niño.

– Me parece un trato razonable. Un secreto a cambio de otro.

– Si de verdad es un Merovani -dijo Wilem- estoy dispuesto a correr el riesgo de ofender un poco la sensibilidad de los maestros.

– Muy bien -dijo Denna componiendo una amplia sonrisa-. Vosotros primero.

Sim se inclinó hacia delante en la silla.

– Probablemente la simpatía sea lo más fácil de entender -dijo, y se detuvo, como si no supiera muy bien cómo continuar.

Intervine:

– Ya sabes que con un aparejo de poleas puedes levantar algo demasiado pesado que no podrías levantar con las manos, ¿verdad?

Denna asintió con la cabeza.

– La simpatía nos permite hacer cosas así -dije-. Pero sin todo ese lío de cuerdas y poleas.

Wilem dejó caer un par de drabines de hierro sobre la mesa y murmuró un vínculo. Empujó el que tenía a su derecha con un dedo, y el que tenía a su izquierda se deslizó por la mesa al mismo tiempo, imitando el movimiento del otro.

Denna abrió un poco más los ojos, y aunque no dejó escapar un grito ahogado de asombro, sí inspiró largamente por la nariz. Solo entonces se me ocurrió pensar que seguramente nunca había visto nada parecido. Dado el tiempo que dedicaba a mis estudios, olvidaba fácilmente que alguien pudiera vivir a escasos kilómetros de la Universidad sin tener ningún contacto ni siquiera con la simpatía más elemental.

He de reconocer que Denna se recuperó rápidamente de su sorpresa. Con solo una ligera vacilación, acercó un dedo hasta tocar uno de los drabines.

– Así es como funcionaba la campanilla de mi habitación -caviló.

Asentí.

Wil deslizó su drabín por la mesa, y Denna lo cogió. El otro drabín también se levantó de la mesa, cabeceando en el aire.

– Pesa mucho -observó Denna, y asintió para sí-. Claro, porque es como una polea. Los estoy levantando los dos.

– El calor, la luz y el movimiento únicamente son energía -expliqué-. No podemos crear energía ni hacerla desaparecer. Pero la simpatía nos permite moverla o cambiarla de forma.

Denna volvió a dejar el drabín encima de la mesa, y el otro descendió también.

– Y esto, ¿qué utilidad tiene?

Wil dio un resoplido, como si le hiciera gracia el comentario de Denna.

– ¿Es útil una noria? -preguntó-. ¿Es útil un molino de viento?

Metí la mano en un bolsillo de mi capa.

– ¿Has visto alguna vez una lámpara simpática? -pregunté.

Denna asintió.

Le acerqué mi lámpara de mano por encima de la mesa.

– Funcionan gracias al mismo principio. Absorben un poco de calor y lo convierten en luz. Convierten un tipo de energía en otro.

– Igual que un cambista -dijo Wil.

– ¿De dónde saca el calor? -preguntó Denna dándole vueltas a la lámpara con las manos, curiosa.

– El propio metal acumula calor -expliqué-. Si la dejas encendida, al final notarás que el metal se enfría. Si se enfría demasiado, no funciona. -Señalé-. Esa la hice yo, y es bastante eficaz. El calor de tu mano debería bastar para que funcione.

Denna giró el regulador, y una tenue luz roja brilló formando un arco estrecho.

– Entiendo que el calor y la luz estén relacionados -dijo, pensativa-. El sol es luminoso y caliente. Lo mismo que una vela. -Arrugó el entrecejo-. Pero no entiendo lo del movimiento. Un fuego no puede empujar nada.

– Piensa en la fricción -terció Sim-. Cuando frotas algo, se pone caliente. -Lo demostró frotando enérgicamente la tela de sus pantalones con una mano-. Así.

Siguió frotándose el muslo con entusiasmo, sin darse cuenta de que, como lo estaba haciendo por debajo de la mesa, el movimiento resultaba ostentosamente obsceno-. Es solo energía. Si sigues haciéndolo, notarás que se calienta.

Denna se las ingenió para permanecer seria. Pero Wilem se puso a reír, tapándose la cara con una mano, como si se avergonzara de estar sentado a la misma mesa que Sim.

Simmon paró en seco y se puso muy colorado.

Acudí en su rescate:

– Es un buen ejemplo. El cubo de la rueda de un carromato está caliente al tacto. Ese calor proviene del movimiento de la rueda. El simpatista puede hacer que la energía vaya en sentido inverso, del calor al movimiento. -Señalé la lámpara-. O del calor a la luz.

– Vale -dijo ella-. Sois cambistas de energía. Pero ¿cómo lo conseguís?

– Existe una forma específica de pensar llamada Alar -explicó Wilem-. Crees en algo con tanta fuerza que sucede. -Levantó un drabín, y el otro lo siguió-. Yo creo que estos dos drabines están conectados, y por eso lo están. -De pronto, el otro drabín cayó sobre la mesa-. Si dejo de creerlo, dejan de estarlo.

– Entonces, ¿es como la fe? -dijo Denna, escéptica, recogiendo el drabín.

– Se trata más bien de fuerza de voluntad -dijo Sim.

Denna ladeó la cabeza.

– Entonces, ¿por qué no lo llamáis fuerza de voluntad? -preguntó.

– Porque Alar suena mejor -respondió Wilem.

Asentí y añadí:

– Si no tuviéramos nombres con sonido impresionante para las cosas, nadie nos tomaría en serio.

Denna asintió en señal de aprobación, mientras una sonrisa apuntaba en las comisuras de su hermosa boca.

– Y ¿ya está? ¿Energía y fuerza de voluntad?

– Y el vínculo simpático -dije-. El ejemplo de la noria de Wil es muy bueno. El vínculo es como una cañería que conduce hasta la noria. Un mal vínculo es como una cañería agujereada.

– ¿Qué es lo que hace que un vínculo sea bueno? -inquirió Denna.

– Cuanto más similares son dos objetos, mejor es el vínculo. Mira. -Vertí un poco de vino en mi copa y metí un dedo-. Aquí tienes un vínculo perfecto para el vino: una gota del propio vino.

Me levanté y me acerqué a la chimenea. Murmuré un vínculo y dejé caer la gota de vino sobre el morillo de metal que sujetaba los troncos en llamas.

Volví a sentarme; el vino de mi copa empezó a humear, y al cabo de un momento, a hervir.

– Y por eso -dijo Wilem con seriedad- debes evitar que un simpatista se haga con una gota de tu sangre.

Denna miró a Wilem, volvió a mirar la copa y palideció.

– Manos negras, Wil -dijo Sim, horrorizado-. Menudas cosas dices. -Miró a Denna-. Ningún simpatista haría nada parecido -declaró con convicción-. Eso se llama felonía y nosotros no lo hacemos. Nunca.

Denna compuso una sonrisa un tanto forzada.

– Si nadie lo hace nunca, ¿cómo es que tiene nombre?

– Antes había gente que lo hacía -dije-. Pero ya no. Desde hace cien años.

Deshice el vínculo y el vino dejó de hervir. Denna estiró el brazo y tocó la botella.

– ¿Por qué no hierve también el vino de la botella? -preguntó, confusa-. Es el mismo.

– Por el Alar -dije dándome golpecitos en la sien-. Mi mente proporciona el enfoque y la dirección.

– Si eso es un vínculo bueno -dijo ella-, ¿cómo es un vínculo malo?

– Mira, te lo enseñaré. -Saqué mi bolsa de dinero pensando que las monedas parecerían menos alarmantes después del comentario de Wilem-. ¿Tienes un penique duro, Sim?

Sim me dio el penique, y formé dos líneas de monedas sobre la mesa, delante de Denna. Señalé un par de drabines de hierro y murmuré un vínculo.

– Levántalo -dije.

Denna cogió un drabín, y el otro lo siguió.

Señalé la segunda pareja de monedas: un drabín y el único talento de plata que me quedaba.

– Ahora ese.

Denna cogió el segundo drabín, y el talento lo siguió por el aire. Movió ambas manos arriba y abajo como si fueran los brazos de una balanza.

– Este es más pesado.

– Diferentes metales -dije asintiendo con la cabeza-. Como son menos parecidos, tienes que emplear más energía. -Señalé el drabín y el penique de plata y murmuré un tercer vínculo.

Denna se puso los dos primeros drabines en la mano izquierda y cogió el tercero con la derecha. El penique de plata siguió su recorrido por el aire.

– Y este es aún más pesado porque es de un metal diferente y, además, tiene una forma diferente -dijo Denna asintiendo para sí.

– Exactamente -confirmé. Señalé el cuarto y último par: un drabín y un trozo de tiza.

Denna apenas podía meter los dedos por debajo del drabín para levantarlo.

– Pesa más que todos los otros juntos -observó-. ¡Al menos pesa un kilo y medio!

– Hierro con tiza es un vínculo pésimo -comentó Wilem-. Hay muy mala transferencia.

– Pero antes habéis dicho que la energía no podía crearse ni destruirse -objetó Denna-. Si tengo que hacer fuerza para levantar este trocito de tiza, ¿adónde va la energía adicional?

– Eres lista -dijo Wilem riendo entre dientes-. Muy lista. A mí tardó un año en ocurrírseme preguntar eso -y la miró con admiración-. Parte de la energía se pierde por el aire. -Agitó una mano-. Otra parte va a parar a los propios objetos, y otra, al cuerpo del simpatista que controla el vínculo. -Frunció el entrecejo-. Puede resultar peligrante.

– Peligroso -le corrigió Simmon con gentileza.

Denna me miró.

– Entonces, ¿ahora mismo estás creyendo que cada uno de estos drabines está conectado a cada una de esas otras cosas?

Asentí.

Denna agitó las manos. Las monedas y la tiza cabecearon en el aire.

– Y… ¿no es difícil?

– Sí, lo es -afirmó Wilem-. Pero nuestro Kvothe es un poco fanfarrón.

– Por eso me he quedado tan callado -intervino Sim-. No sabía que se podían mantener cuatro vínculos a la vez. Eso es una auténtica proeza.

– Podría mantener hasta cinco si fuera necesario -afirmé-. Pero creo que ese es mi límite.

Sim sonrió a Denna y dijo:

– Una cosa más. ¡Mira esto! -Señaló el trozo de tiza flotante.

No pasó nada.

– Venga -dijo Sim con tono suplicante-. Solo intento enseñarle algo.

– Pues enséñaselo -dije con petulancia, y me recosté en la silla.

Sim respiró hondo y clavó la mirada en el trozo de tiza, que tembló.

Wil se inclinó hacia Denna y le explicó:

– Un simpatista puede luchar contra el Alar de otro simpatista. Se trata únicamente de creer con firmeza que un drabín no es lo mismo que un penique de plata.

Wil apuntó con un dedo, y el penique cayó ruidosamente en la mesa.

– Trampa -protesté riendo-. Dos contra uno: no es justo.

– En este caso sí lo es -dijo Simmon, y la tiza volvió a temblar.

– Muy bien -dije, y respiré hondo-. Hazlo lo mejor que sepas, que no será mucho.

La tiza no tardó en caer sobre la mesa, seguida del drabín. Pero el talento de plata permaneció donde estaba.

Sim se recostó en la silla.

– Eres repulsivo -declaró, y sacudió la cabeza-. Muy bien, tú ganas. -Wilem asintió y se relajó también.

Denna me miró.

– ¿Tu Alar es más fuerte que el de ellos dos juntos?

– Seguramente no -dije con elegancia-. Si ellos practicaran juntos, seguramente podrían vencerme.

Denna contempló las monedas esparcidas por la mesa.

– Y ¿ya está? -preguntó; parecía un tanto decepcionada-. ¿Se reduce todo a cambio de moneda pero con energía?

– Hay otras disciplinas -dije-. Sim estudia alquimia, por ejemplo.

– Y yo -terció Wilem- me concentro en estar guapo.

Denna nos miró otra vez a los tres, con los ojos serios.

– ¿Hay algún tipo de magia que sea solo…? -Agitó los dedos con vaguedad-. ¿Solo… como escribir cosas?

– Está la sigaldría -dije-. Como lo de la campanilla de tu habitación. Es una especie de simpatía permanente.

– Pero sigue siendo cambio de moneda, ¿no? -preguntó ella-. Solo energía.

Asentí.

Denna parecía incómoda cuando preguntó:

– ¿Y si alguien os dijera que conoce un tipo de magia que hace algo más que eso? Una magia que consistiera en escribir cosas, de modo que lo que escribieras se hiciera realidad.

Bajó tímidamente la mirada, y sus dedos trazaron dibujos en el tablero de la mesa.

– Y si alguien viera aquello escrito, aunque no supiera leerlo, sería real para esa persona. Pensaría determinada cosa, o se comportaría de determinada manera dependiendo de lo que dijera el texto. -Volvió a levantar la cabeza; su expresión era una extraña mezcla de curiosidad, esperanza e incertidumbre.

Nos miramos los tres. Wilem se encogió de hombros.

– Suena mucho más fácil que la alquimia -dijo Simmon-. Preferiría hacer eso que pasarme todo el día desvinculando principios.

– Suena a magia de cuento de hadas -opiné-. Cosas de cuentos para niños, pero que en realidad no existen. Desde luego, nunca he oído hablar de nada parecido en la Universidad.

Denna miró el tablero de la mesa, donde sus dedos seguían trazando dibujos. Tenía los labios ligeramente fruncidos y la mirada ausente.

No habría sabido decir si estaba decepcionada o sencillamente ensimismada.

– ¿Por qué lo preguntas? -me aventuré.

Denna me miró y, rápidamente, mudó la expresión y esgrimió una sonrisa irónica. Se encogió de hombros quitándole importancia al asunto.

– Solo es algo que he oído por ahí -dijo-. Ya me parecía que era demasiado bonito para ser cierto. -Miró por encima del hombro y añadió-: Veo que he aguantado más que mi entusiasta pretendiente.

Wil levantó una mano con la palma hacia arriba y dijo:

– Hemos hecho un trato. Había copas y secretos de mujer.

– Hablaré con el camarero antes de marcharme -dijo Denna, risueña-. En cuanto al secreto, es este: hay dos jóvenes sentadas detrás de vosotros. Llevan toda la noche haciéndoos caídas de ojos. A la de verde le gusta Sim, y creo que a la del cabello corto rubio le interesan los ceáldicos que se concentran en estar guapos.

– Ya nos hemos fijado en ellas -dijo Wilem sin girar la cabeza-. Por desgracia, las acompaña un joven caballero modegano.

– El caballero no las acompaña en el sentido romántico de la palabra -dijo Denna-. Mientras las damas os lanzaban miraditas, el caballero ha dejado sobradamente claro que prefiere a los pelirrojos. -Me puso una mano en el brazo con ademán posesivo-. Desafortunadamente para él, ya he reivindicado mis derechos.

Dominé el impulso de girar la cabeza.

– ¿Lo dices en serio? -pregunté.

– No os preocupéis -dijo Denna a Wil y a Sim-. Enviaré a Deoch a distraer al modegano. Así, a vosotros dos se os quedará la puerta abierta.

– Y ¿qué quieres que haga Deoch? -preguntó Simmon riendo-. ¿Juegos malabares?

Denna lo miró con franqueza.

– ¿Qué? -dijo Simmon-. ¿Qué de…? Deoch no es homosexual.

Denna parpadeó varias veces sin dejar de mirarlo.

– Stanchion y él llevan juntos el Eolio -dijo-. ¿No lo sabías?

– Llevan juntos el local -repuso Sim-. Pero no… están juntos.

– Claro que sí -dijo Denna riendo.

– Pero si Deoch tiene que ahuyentar a las mujeres a manotazos -protestó Simmon-. Deoch… Deoch… no puede…

Denna lo miró como si fuera necio, y luego clavó la mirada en Wil y en mí.

– Vosotros sí lo sabíais, ¿no?

Wil se encogió de hombros.

– Yo no sabía nada. Pero no me extraña que sea un basha. Es muy atractivo. -Vaciló un momento y arrugó la frente-. Basha. ¿Cómo se dice eso aquí? Un hombre que tiene intimidad tanto con mujeres como con hombres.

– ¿Afortunado? -sugirió Denna-. ¿Cansado? ¿Ambidextro?

– Ambisextro -la corregí.

– Eso no sirve -me censuró Denna-. Si no tenemos nombres con sonido impresionante para las cosas, nadie nos tomará en serio.

Sim se quedó mirándola; era evidente que todavía no había asimilado la noticia.

– Mira -dijo Denna lentamente, como si se lo explicara a un niño pequeño-, todo es energía. Y podemos dirigirla en diversas direcciones. -Compuso una sonrisa radiante, como si hubiera encontrado la forma perfecta de explicarle la situación a Sim-. Es como cuando haces esto. -Empezó a frotarse enérgicamente los muslos con ambas manos, imitando a Sim-. Es solo energía.

Para entonces, Wilem se había tapado la cara con ambas manos y reía sin hacer ruido, aunque le temblaban los hombros. El semblante de Simmon seguía expresando incredulidad y desconcierto, pero además se había puesto de un rojo rabioso.

Me levanté y cogí a Denna por el codo.

– Deja en paz al pobre chico -dije mientras la guiaba suavemente hacia la puerta-. Es de Atur. Ya sabes que por allí son un poco mojigatos.

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