Desperté. Estaba caliente y seco. Era de noche.
Oí una voz familiar que preguntaba algo.
La voz de Marten respondió:
– Fue él. Lo hizo todo él.
Pregunta.
– No lo diré nunca, Den. Te juro por Dios que no lo diré. No quiero ni pensar en ello. Si quieres, que te lo cuente él.
Pregunta.
– Lo sabrías si lo hubieras visto. Entonces no querrías saber nada más. No lo provoques. Yo lo he visto furioso. No diré nada más. No lo provoques.
Pregunta.
– Déjalo ya, Den. Los iba matando uno a uno. De pronto enloqueció un poco. Y… No. Solo diré una cosa. Creo que invocó al rayo. Como Dios.
«Como Táborlin el Grande», pensé. Y sonreí. Y seguí durmiendo.