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George Compston cogió la nota y le dio vueltas en las manos. Cruzó la embajada dándose golpecitos con ella en los dientes, buscando a Fizerly.

Lo encontró con los pies sobre la mesa, frotándose el bigote con aceite de oliva. Se sorprendió al ver a Compston.

– He recibido una nota -dijo Compston despreocupadamente.

Fizerly balanceó sus piernas hasta el suelo.

– ¿Es guapa?

Compston abrió la nota, la leyó rápidamente y enrojeció.

– Me temo que esto ha de quedar entre yo y estas cuatro paredes, viejo -dijo con una voz quebrada.

Fizerly se encogió de hombros. Hacía un calor infernal.

Compston volvió a leer la nota. ¡Había despertado interés allí! Un turco entusiasta de Byron… ¿Qué más? Era de aquel eunuco, Yashim.

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