Me gustaría agradecer a los sospechosos habituales, mi familia y amigos, su aliento y consejo, y no en último lugar a Richard Goodwin, que leyó el manuscrito en una primera fase… y que confía en que Amélie volverá a Estambul algún día.
Berrin Torolsan inspira tanto a cocineros como a eruditos con sus escritos en Cornucopia, esa hermosa e indispensable publicación trimestral dedicada a todas las cosas turcas. No solamente ha compartido ella su conocimiento de la cocina y la historia otomanas conmigo, sino que también leyó el libro con mirada crítica. Debería señalar que todos los errores, desviaciones y flagrantes desnaturalizaciones que aparecen en él se deben sólo a mí. La ficción, me temo, no es respetuosa con los hechos.
Traductores, editores, correctores y dibujantes en todo el mundo dieron vida al debut de Yashim en El Árbol de los Jenízaros en veintidós idiomas. Gracias también a Agnieszka Kuc de Polonia, Nina van Rossem de Holanda, Fortunato Israel y mi traductora al italiano, Cristina Mannella, que hizo de L'Albero dei Giannezzeri un giallo tan exitoso. Me siento agradecido por el entusiasmo de, entre otros, Sylvie Audoly, de París, y Elena Ramírez, de Barcelona.
Sarak Chalfant, de la Wylie Agency, me presentó a este otro mundo. Mi agradecimiento al equipo, pero, por encima de todo, a Charles Buchan, por sus incansables y alegres esfuerzos en nombre de Yashim. He sido afortunado de tener a dos soberbios editores revisando, Julian Loose, de Faber, en el Reino Unido, y Sarah Crichton, de Farrar, Straus and Giroux, en Nueva York, cuya sensatez siempre he reconocido con agradecimiento, y por la que generalmente me he guiado.
Gran parte de este libro fue escrito muy lejos del jaleo de la vida familiar, sin interrupciones, ni batallas por el control del ordenador. Mi hijo, Isaac, ha crecido y aprendido mucho. Este libro es para él.