La Valide se inclina hacia delante. Algunas cosas, se dice a sí misma, no cambian. No deben hacerlo. Yo no lo creía cuando era joven. Luchaba con las ancianas. Las escandalizaba. Pero ahora lo veo claramente. Éste es mi papel.
Está atenta a una posible desviación. Puede recordar su última visita: la compara con ésta.
Ahora bebe el agua pura de la copa, y ahora mete su pan en un plato de sal, para demostrar su fraternidad.
El guardián del agua cruza los brazos planos contra su pecho.
Se inclina ante el nuevo recluta. Hay manchas de color en sus mejillas.
El sou naziry, el jefe del gremio de guardianes, levanta las manos.
– El agua es vida.
– El agua es vida -responde el nuevo recluta con voz firme.
– Es la bendición del espíritu.
– Y el espíritu está en Dios -replica el otro.
– Bendito sea, el Misericordioso, el Creador.
– Y que su bendición caiga sobre nosotros, como la lluvia.
El sou naziry se adelanta y posa sus manos en los hombros del discípulo. Lo besa tres veces.
La Valide casi sonríe; le recuerda a los caballeros de la Martinica.
Mira a su alrededor, para compartir su sonrisa con Yashim.
Pero Yashim no está allí.