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Yashim se echó hacia atrás apoyándose contra los escalones y lanzó una patada a la linterna. La lámpara estalló al estrellarse contra el techo del túnel, y la luz se esfumó, pero él y el sou naziry se habían reconocido. Cuando Yashim cayó al suelo, giró y golpeó con su puño.

Golpeó contra algo, no podía decir qué, y dio la vuelta en redondo. Se quitó la capa de los hombros y la sostuvo como una pantalla en el túnel.

Sintió el tirón en los dedos cuando el cuchillo del naziry cortó la tela; entonces bajó ambas manos con tanta fuerza como pudo, tratando de agarrar al hombre por sus muñecas y sujetarlas contra el suelo.

Pero el naziry fue rápido. Sus muñecas ya no estaban allí. Yashim cayó de lado sobre sus rodillas, en los escalones, y sintió la presión de un pie del naziry contra la rasgada capa.

Saltó sobre una pierna en busca de los escalones nuevamente, mientras golpeaba con la otra en la oscuridad. Tocó algo, pero sin fuerza. Cuando trataba de retirarla, el naziry hizo presa en ella. Yashim soltó una patada con su pierna libre, pero su fuerza se vino abajo cuando un dolor abrasador le atravesó la pantorrilla.

Se dobló hacia delante, sus extendidas manos parando el segundo golpe dirigido a su cuerpo. Yashim sintió que la hoja le cortaba la articulación de su dedo pulgar. Trató de agarrar algo en la oscuridad y encontró una muñeca. Por un segundo mantuvo la presa; levantó la pierna derecha y la descargó todo lo violentamente que pudo contra el lugar donde debía de estar el brazo que sostenía el cuchillo del naziry, alcanzándolo en el costado de la cabeza.

La muñeca se deslizó violentamente de su presa. Yashim trepó hacia atrás por los escalones, y escuchó, manteniendo una pierna levantada. En la otra podía sentir la sangre brotando por una herida en su pantorrilla.

No oía nada. Ninguna respiración, ningún chapoteo. Nada más que un sonido como de un suave chasquido que parecía venir de muy lejos. Un sonido que no significaba nada para él, que no podía ayudarlo a vencer.

Y luego el silencio.

Una débil brisa le golpeó su rostro.

Yashim soltó una patada con toda su fuerza, en la oscuridad.

Se dio cuenta de que el naziry había estado más cerca de lo que pensaba cuando lo alcanzó en el hombro, antes de que sus rodillas se desplegaran. Acompañó el golpe de un poderoso empujón y tuvo la satisfacción de oír que el naziry caía hacia atrás con un gruñido.

Lo cual fue la última cosa que Yashim pudo oír antes de que el túnel estallara con un rugido que pareció llenar la oscuridad, rebotando de pared en pared como un disparo de cañón. Un viento salpicado de espuma se abalanzó sobre él, tirando de sus piernas. Algo golpeó contra sus pies. Oyó un chirrido como de metal.

Luego, nada. Sólo un retumbar, muy lejano, y un suave borboteo en el túnel, abajo.

Yashim se quedó absolutamente inmóvil. El hecho había sido tan repentino que no podía comprenderlo.

Pero, a doscientos metros de distancia, Amélie quedó aterrorizada cuando un enorme chorro de agua brotó de la boca del túnel, estallando contra la columna más cercana en una explosión de espuma y residuos, con un ruido como el de un trueno.

Los escombros golpearon la superficie a su alrededor, y luego el agua se detuvo. Algo que podía haber sido una figura humana se deslizó de la columna, se estrelló contra el plinto y cayó con un chapoteo en el oscuro lago.

Cuando Amélie levantó la mano para quitarse un poco de barro de la mejilla, observó algo muy pálido y tentaculado balanceándose a su lado en el agua. Bajó la lámpara para ver mejor.

Inmóvil en los duros escalones, Yashim oyó su grito.

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