La Valide frunció el entrecejo. Habían transcurrido unos minutos. Concluidas las plegarias, los guardianes del agua estaban empezando a desfilar hacia el patio a través de las grandes puertas, bajo la mirada vigilante del sou naziry. Dentro de unos momentos, vendrían y presentarían sus salaams al biombo purdah. ¡Era realmente demasiado! ¿Dónde estaba Yashim?
Miró a su alrededor, justo a tiempo de verlo salir de una diminuta puerta entre dos de las grandes pilastras de la vieja iglesia. El biombo, observó con alivio, lo ocultaba de los guardianes del agua. Se estaba frotando las rodillas, que tenía cubiertas de barro endurecido, y el dobladillo de su capa parecía estar húmedo.
Yashim ofreció a la Valide la más afable de las sonrisas e hizo una reverencia.
La Valide frunció el ceño.
– ¿Dónde has estado, scélérat? -siseó.
Yashim tendió las manos.
– Vi una puerta, la crucé… Nunca había estado aquí en el pasado.
La sombra del sou naziry se transparentaba a través del biombo.
– ¡Valide! Tu fragante presencia aquí, en este día, implica mucho honor para nosotros. Se sabrá que la compañía del sou yolci no fue olvidada, por tu gracia.
La expresión del rostro de la Valide se suavizó.
– Eres muy amable, naziry. No olvido que, de todos los tesoros de Estambul, el que tú guardas es el más precioso para el pueblo.
– Valide, por tu boca habla la verdad. ¿No está escrito que, de todas las cosas vivientes, el agua es el principio vital?
– Está escrito -replicó la Valide. Yashim reprimió una sonrisa. Dudaba, en su corazón, de que la Valide realmente lo supiera-. Tengo un sirviente, naziry.
– ¿Sí, Valide?
La voz del sou naziry sonaba ligeramente desconcertada.
– Yashim, se llama. Es un lala. Es un hombre honesto, y desea hablar contigo.
Hizo un gesto a Yashim para que se adelantara, y sus brazaletes tintinearon.
Yashim salió de detrás del biombo y agachó la cabeza. El naziry contestó con un leve asentimiento de la cabeza y luego levantó las manos.
– Me perdonarás, Valide, pero no tengo tiempo para el lala ahora -dijo-. Los próximos dos días tengo que inspeccionar los codos de las cañerías. A mi regreso…
Se inclinó ante el biombo. La Valide no dijo nada.