Cien

– Veamos, me gustaría alcanzar un éxito a escala mundial. -Leonardo les sonríe mientras se seca la boca y luego prosigue-: Una película que sorprenda, que asombre, que conmueva y que haga reír… ¿Habéis entendido lo que quiero decir?

– Sí-Alex asiente con la cabeza-, estás hablando de un milagro…

– No, estoy hablando de algo que Alessandro Belli sabe hacer. ¿Sabes lo que me gusta de ti? Que ves cosas donde los demás sólo ven oscuridad. Que sabes crear emociones a partir de una simple hoja en blanco, que cuando miras por la ventana ves el mar o las montañas…

– No olvides que, junto al mío, han puesto el anuncio de Calcedonia, y que eso sí que es una bonita vista… -Alex se echa a reír y se lleva a la boca un pedazo de carne. Después se vuelve divertido hacia Raffaella-: Se puede mirar, pero no tocar. También eso puede ser una fuente de inspiración…

– Ah, claro. ¿Sabes que antes de ser redactora de textos publicitarios hice un anuncio?

– ¿Qué quieres decir?

– Fui modelo en una importante campaña publicitaria… Me encantó trabajar con mi cuerpo…

– ¿Y cuál era?

Raffaella coge una gamba con los dedos y se la come.

– No te lo digo… A ver si me reconoces… Te enseñaré varias y tú tienes que decirme quién soy yo.

– Vale -Alex come a toda velocidad otro pedazo de carne-. Sí, sí, vale…

– Sí, este juego me divierte… En cualquier caso, el anuncio es precioso, no se me ve la cara, de manera que no es tan fácil reconocerme…

– Ah, entiendo…

– ¿Puedo probar un poco del tuyo? -Raffaella se inclina con el tenedor hacia el plato de Alex sin aguardar su respuesta-. Parecen deliciosas.

– Faltaría más…

Raffaella se mete una patata en la boca y sonríe a Alex. o -Me lo imaginaba… ¡Están buenísimas! La cocina es magnífica, director… ¡Te felicito por la elección!

Leonardo sirve un poco de champán a Raffaella, después a Alex y, por último, llena también su copa.

– Me alegro de que os guste… ¡La calidad de lo que hacemos a veces depende de la calidad con la que vivimos!

Alex lo mira sorprendido.

– Ésa es tuya, ¿verdad?

Leonardo parece un poco cohibido.

– Sí…, quiero decir, la leí en algún sitio y después la retoqué un poco…

Raffaella alza su copa.

– Bueno…, como dice Alex: ¡por nuestro milagro!

Alex sonríe, se seca la boca y levanta la suya. El director se une al brindis.

– ¡Chin, chin!

Raffaella mira fijamente a los ojos de Alex.

– ¿No lo sabes? Hay que mirarse mientras se brinda, de lo contrario no es sincero… -Después, casi para enfriar el momento, prueba las puntarelle que hay en el plato de la guarnición-. Mmm, éstas también son deliciosas… ¡No todos las saben cocinar! Hay que macerarlas hasta que están en su punto, hay quien echa la salsa de cualquier manera y entonces no se mezclan bien… ¡Te lo digo en serio, director, este sitio es genial! Cuando hagamos la proyección para los americanos podríamos poner una pantalla colgada ahí afuera… -indica la vista de Roma que se ve desde la ventana.

Leonardo está de acuerdo con ella.

– Sí.

– El efecto sería increíble -prosigue Raffaella-, pese a que la película será bonita en cualquier caso… -tranquiliza a Alex-. A los americanos les vuelven locos estas cosas, consideran que el packaging, en todas sus expresiones, desde la mesa hasta la caja, pasando por la presentación de la idea, es fundamental.

Alex se encoge de hombros.

– En cierta medida es una lástima, porque eso refleja la teoría de la apariencia y no la del ser… La misma que está combatiendo Barack Obama.

– Sí… -sonríe Raffaella-. He trabajado con los americanos, siempre te hacen creer que aceptan un cambio, pero después depende de cuál sea éste. En cuanto a la apariencia y el ser, y sin poner en duda la gran capacidad de Obama, hará falta un poco de tiempo… Y eso que ha dicho: «América, éste es nuestro momento, nuestro tiempo. El tiempo de volver la página respecto a la política del pasado. El tiempo de aportar una nueva energía y nuevas ideas para enfrentarnos a los retos que tenemos delante. El tiempo de ofrecer una nueva dirección al país que amamos…» Los dejó muy impresionados, pero aun así necesitarán tiempo… Oye, estas puntarelle llevan muchísimo ajo… Menos mal que no tengo que besar a nadie… -Le guiña un ojo a Alex-. Entre casados y casi casados no corro ningún riesgo, ¿verdad?

Leonardo la mira sorprendido.

– No estés tan segura… Nunca se sabe…

Alex le sonríe.

– No cuentes conmigo. Si caigo en la tentación antes de partir, será duro llegar a la meta.

– ¿Por qué dices eso? -le pregunta Raffaella intrigada-. ¿Lo consideras un maratón? Eso significa que te parece arduo.

– No. Lo veo como una vuelta al mundo… en mil días tuyos y míos, para seguir con el tema…, sin dejarse en ningún momento.

– Qué bonito.

– Pues sí, precioso.

Leonardo parece reflexionar.

– Eh, podría servir como eslogan para…

Alex lo fulmina con la mirada.

Leonardo abre los brazos.

– Vale, vale, no he dicho nada. -Está bien, en ese caso iré a lo seguro -bromea Raffaella-. ¡Ésta me la puedo acabar! -y empieza a coger las puntarelle que quedan en el plato con el tenedor.

Alex sonríe y a continuación, procurando que no lo vean, echa un vistazo al móvil, que ha puesto en silencio. Nada. No tiene ninguna llamada. Niki no me ha buscado. Estará ocupada.

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