Durante los días siguientes, Margherita y Claudia no sueltan a Niki ni por un momento.
– Mira que debe ser perfecto. Nuestra madre nos toma el pelo.
Niki interviene, curiosa:
– Pero ¿de qué estáis hablando? No entiendo nada.
– Oh -Margherita sonríe, alza las manos y a continuación las deja caer-. Ya sabes cómo es, ¿no?
La verdad es que no, piensa Niki. Sólo la he visto una vez.
– Bueno, en fin -prosigue Margherita-, es una mujer muy exigente y se divierte poniéndonos en apuros. Se lo toma todo como si fuese un desafío.
Claudia le sonríe.
– ¡Sí, no es lo que se dice una suegra fácil!
Suegra. ¡¿Suegra?! ¡Dios mío, es cierto! Y como si, de golpe, hubiese entrado en su mente un rayo, un trueno, una bomba, en fin, un auténtico atentado a su tranquilidad, Niki es víctima de un nuevo ataque de pánico. Pero Margherita y Claudia no se dan cuenta y siguen como si nada.
– Por ejemplo, cree que no logramos hacerte cambiar de idea…
Claudia coge a Niki del brazo.
– ¡Pero nosotras estamos de acuerdo en todo, ¿verdad?!
Niki se deja llevar, se ha quedado casi sin aliento, asiente con los ojos como platos y nota que la cabeza le da vueltas.
– Sí, sí…, claro -logra responder al fin con un hilo de voz.
Las dos hermanas la arrastran sin darle la posibilidad de detenerse.
– Bueno, él es Aberto Tonini, un fotógrafo excepcional.
– Buenos días, señoras.
– A nosotras nos parece ideal. Nos hizo unos reportajes preciosos de nuestras bodas. Mira… -Abren bajo sus ojos un gran libro de piel con una serie de fotografías de todas o de casi todas las ceremonias importantes de Roma-. Aquí tienes… Ésta es la familia Vassilli… Ésta es la hija del doctor Brianzi, ésta es la señora Flamini, ésta…
Le muestran todo tipo de bodas, con vestidos y novias para todos los gustos, rubias, morenas, con el pelo recogido, monas, feúchas, guapísimas, jóvenes, mujeres con joyas más o menos costosas, con peinados más o menos sofisticados, que se ríen mientras los invitados lanzan el arroz a la salida de la iglesia, ramos de flores que dan vueltas por los aires, las manos de los novios con las alianzas recién puestas y todavía resplandecientes, sin un solo arañazo, sólo el reflejo dorado de un amor feliz, y después sonrisas y velos que ocultan lágrimas de alegría, y la carrera de los dos novios bajo los pétalos de rosa, y besos, besos a la puerta de la iglesia, besos risueños y prometedores, entre las risas de los amigos y los pequeños granos de arroz que se quedan inmóviles como minúsculos puntos blancos resaltando ese momento y contribuyendo a que se quede grabado en la memoria para siempre. Para siempre. Niki oye retumbar esas palabras en su mente en tanto que el fotógrafo sigue hablando imperturbable.
– Aquí tiene también el paseo romántico de los novios, varias fotos que realicé en la rosaleda del Aventino, otras a orillas del Tíber, éstas son de la isla Tiberina…
Para siempre. Niki mira fijamente las fotografías que pasan bajo sus ojos, que desfilan veloces arrastrando historias, amores repentinos, grandes pasiones, locuras de juventud y encuentros casuales destinados a prolongarse en el tiempo. Para siempre. Para siempre.
– Aquí, en cambio, hicimos el reportaje fotográfico de los novios en el lago de Bracciano.
Niki ve a la pareja paseando y besándose en el puente. El fotógrafo sigue pasando las páginas.
– Aquí tiene un atardecer, con el sol reflejándose en el lago y ellos entre las flores blancas de los rosales.
Cuando el fotógrafo se dispone a proseguir, Niki lo interrumpe de repente:
– Espere. -Baja con delicadeza la página, la apoya, la sujeta, se inclina un poco y la mira con más detenimiento-. A éste lo conozco: es ese cantautor tan famoso… Hace unos días vi su fotografía en un periódico. Ahora está con otra.
– Sí, esos tipos son los que menos duran. Como alternativa tiene también estas fotografías en la ciudad, con los monumentos de fondo… -Sigue hojeando su libro indiferente a ese matrimonio roto o a las restantes historias de amor, más ligeras que el papel de seda que protege las fotografías.
– ¿Cuántas?
– ¿Disculpe?
– ¿Cuántas de estas parejas que ha fotografiado todavía están juntas?
Alberto Tonini se detiene por un momento, coloca el libro sobre la mesa y la mira pensativo.
– Creo que más o menos la mitad. La posibilidad de que una unión dure depende de la capacidad de aguante y de la tolerancia de las dos personas. Es sólo una cuestión de inteligencia. Es obvio que al principio lo que cuenta es el amor, pero hay que alimentarlo con la confianza y la paciencia. ¿Sabe que a veces la gente rompe nada más casarse? Algunos apenas duran unos meses. Y digamos que la resistencia es inversamente proporcional a la riqueza…
– ¿Qué quiere decir?
– Cuanto más dinero se tiene, más fácil resulta romper; no se lo piensan dos veces. ¿No funciona? Bien, se acabó… Bien… ¡Mejor dicho, mal!
»¿Sabe? Algunas personas son así, no les importa nada, quizá no piensan que el final de un matrimonio es un fracaso…
Niki se siente confusa. Para siempre o un fracaso. No hay término medio. O se consigue y todo va de maravilla, dura para siempre y te sientes permanentemente feliz de estar al lado de una persona, de amarla y de ser amado o… es un fracaso. En unos instantes repasa todas las relaciones que ha tenido en su vida. Todas… ¡Pero si son muy pocas! Algún que otro amor de verano. Sólo se acuerda de dos. Fabrizio y John, el americano. Los conoció en la playa. Con Fabrizio se dio el primer beso y algo más al año siguiente. Después todo concluyó porque conoció a John. Un tipo atractivo; el problema era que Niki no hablaba bien inglés. No se entendían pero se reían tanto… Podría haber sido una bonita historia, y en parte lo fue, pero el hecho de tener que despedirse inevitablemente al final de cada verano frenaba su amor. Y al amor no se lo puede pausar, igual que cuando escuchas una canción que te gusta: si alguien te llama ni siquiera te das cuenta. Luego llegó Fabio. La primera vez que me enamoré y la primera vez en todos los sentidos, pero después se acabó, no nos entendíamos, estábamos siempre nerviosos, no me gustaba lo que decía, cómo se comportaba o el modo en que trataba a los camareros cuando salíamos a cenar. Qué raro. Tengo la impresión de que de eso hace ya toda una vida. He madurado mucho desde entonces. Cuando vives un amor piensas que durará para siempre, y luego… Después todo pasa en un abrir y cerrar de ojos. Y te encuentras mayor, diferente, cambiada en ciertos aspectos, una mujer distinta. Sin ir más lejos, ahora me avergüenzo cuando recuerdo algunas salidas con Fabio o algunas de nuestras peleas. No obstante, una noche en su casa, antes de aquel verano, después de que sus padres se hubieron marchado, nos dijimos unas cosas preciosas, desnudos, aturdidos por la pasión, plenamente partícipes, turbados, hasta el punto de que hicimos el amor hasta el final, olvidando las preocupaciones y los problemas, porque tanto él como yo sentíamos profundamente el afecto que nos unía y nos juramos amor:… Para siempre. En esa ocasión dije: «Para siempre.» Por primera vez, para siempre. Y, en cambio, se acabó. Esos días no dejaron ninguna huella, no queda rastro de él en mi vida, sólo en mi corazón y en mi mente, algunas fotografías, algunas en blanco y negro, entre mis recuerdos, como un simple álbum de piel… Ahora estoy enamorada de Alex y estoy a punto de casarme para siempre… Como dije entonces y no fue así… Hoy lo es, sí, claro… Pero ¿y mañana, y pasado mañana? ¿Lo será todavía? Él es rico… Puede permitirse un fracaso. Pero ¿y yo? Incluso si fuese la persona más rica de este mundo me negaría a prometer algo que de antemano sé que no voy a poder cumplir. Porque las cosas después cambiarán y yo no puedo responder también por esa otra mujer y por ese otro hombre que podríamos llegar a ser algún día. Alberto Tonini interrumpe sus cavilaciones:
– Además existe la posibilidad de hacer un vídeo que nosotros mismos montamos después de haber filmado en la iglesia y en el banquete, y al que añadimos música, que la novia puede o bien elegir personalmente o dejarlo en nuestras manos.
El fotógrafo pone en marcha un reproductor de vídeo y aparecen las imágenes de una boda con la canción Ti sposerò perché como música de fondo. Un chico y una chica caminan cogidos de la mano entre unos árboles. Octubre, una alfombra de hojas rojas. Primer plano de los dos, su beso a cámara lenta y, justo en ese momento, la música aumenta de volumen. «Por ti me casaré, por tu sonrisa, porque estás casi tan loca como yo…» La chica se separa de él y, siempre a cámara lenta, se ve una sonrisa preciosa. Después los dos empiezan a correr y se pierden en el bosque. Vuelve a oírse la canción: «Por ti me casaré, porque te gusta viajar y luego estar en medio de la gente cuando te apetece…» Y, después de un fundido con unas nubes libres en un cielo al atardecer, vuelven a verse paseando en la fiesta entre los invitados, charlando y riéndose sin soltarse de la mano. Más besos, más sonrisas, una botella, el tapón que salta y la canción que acaba: «Por ti me casaré, cuando te encuentre, cuando sepa dónde estás, quién eres tú…»
Niki se queda mirando el último beso de esa pareja tan enamorada. De ahí la fuerza de la canción. Ti sposerò perché habla de una mujer que él todavía no ha conocido. ¿Por qué la fuerza del amor es la fantasía, el deseo de amar que a veces la realidad transforma en una amarga desilusión? ¿Por qué el mero hecho de que un sueño se transforme en realidad constituye ya de por sí una decepción? ¿Por qué soñar es la auténtica fuerza del amor? Porque es la canción de un enamorado. Y mientras busca a la mujer todo va bien, se habla de amor y se sueña con él. Pero cuando la encuentra todo se acaba, sólo es cuestión de tiempo. Eros Ramazzotti se casó con Michelle Hunziker. Yo estaba enamorada de esa canción y de ellos dos, de su historia de amor, de la maravillosa boda que celebraron en Bracciano y de la canción dedicada a ella, escrita y cantada para ella. «No existe nada más hermoso porque eres única, inmensa, cuando quieres, gracias por existir…» Gracias por existir. ¿Se puede decir una frase más bonita a una mujer? Es como admitir que sólo porque ella está, porque ella existe…, sólo eso es ya un regalo para el mundo. Y, sin embargo, lo dejaron. No bastaron esas palabras. Esa espléndida canción, una hija, su poesía, las sonrisas y los besos de esa boda, no fueron… para siempre. Si ellos no lo lograron, ¿por qué debería ser diferente en mi caso? ¡Alex incluso desafina cuando canta! No sé muy bien por qué se me acaba de ocurrir algo tan estúpido, quizá por desesperación, porque comprendo que el matrimonio es como la ruleta rusa… Ya que hablamos de música… Uno su mille ce la fa, Gianni Morandi, uno de cada mil lo consigue.
– Esto… -El fotógrafo interrumpe de nuevo sus pensamientos con delicadeza y educación-. Esta pareja quería que los siguiésemos incluso durante su luna de miel, imagine hasta qué punto les gustó cómo trabajamos…
– ¡También durante el viaje!
– Sí, pero mis ayudantes y yo no podíamos, nos habíamos comprometido ya para otra boda.
– Ah…
– En cualquier caso… -el fotógrafo le enseña la imagen de los novios besándose al final del vídeo-, si le interesan las estadísticas, estos dos siguen juntos. Y tengo que confesarle que cuando empiezo a sacar las fotografías, a la décima ya sé si durarán o no…
Niki lo mira con cierto escepticismo.
Él le sonríe.
– Le aseguro que es así. Como decía Neil Leifer: «La fotografía no muestra la realidad, sino la idea que uno tiene de ella.» Es muy sencillo… A la décima fotografía, si uno de los dos no sonríe, resopla o parece de un modo u otro molesto, eso significa que no pasarán del año. Después de la décima, en cambio, podrían durar para siempre. ¡Es la magia del amor!
Niki sonríe. Debe reconocer que el fotógrafo es simpático. Luego nota cómo la mira y cómo le sonríe intentando alentarla y tranquilizarla. Es el único que se ha dado cuenta de que tiene miedo. Se ha percatado perfectamente. El hombre apoya una mano sobre la suya.
– La magia del amor es capaz de obrar cualquier cosa. No se preocupe. Al final él decidirá por todos…
Se queda sorprendida, aturdida, aliviada por fin de que alguien, el amor, pueda arreglarlo todo, decidir en su lugar.
Ojalá fuese así… ¡Por ahora tengo la impresión de que los únicos que decidimos somos nosotros dos!
– ¡Ya estamos aquí! ¿Habéis acabado? -Margherita y Claudia los interrumpen de repente-. Si no te convence, Niki, podemos presentarte a otros… ¡Tan buenos como él!
Alberto Tonini sonríe sereno: sabe de sobra que es el mejor.
– Claro… Aquí tienen mi tarjeta y el folleto con todas las posibilidades…
Margherita interviene en seguida.
– Y con los precios. Pero nos tratará bien, ¿verdad? Nos hará un buen descuento, ¿eh? ¡Si no, no le traeremos más bodas!
Tonini vuelve a sonreír.
– Claro… Les haré un precio conveniente, como de costumbre. -Da la mano a Niki-. Decida sin prisas… ¿Cuándo se casan ustedes?
– El 27 de junio.
– En ese caso todavía tenemos tiempo. Le reservaré la fecha reservada durante un mes, mejor dicho, dos. ¿Le parece bien? Así puede pensarlo con calma…
– Está bien, gracias…
Margherita y Claudia se entretienen mirando el álbum.
– Mira… Pero ¿ése no es Giorgio Ballantini?
– Pues sí.
– ¿Y se ha casado? Creía que estaba con otra…
– Todavía sigue con ella.
– Lo vi en el Bolognese… Es una amiga.
– Están todos locos.
Alberto Tonini aprovecha la distracción de las dos mujeres para acercarse a Niki.
– Son un poco eufóricas y particularmente ruidosas, pero ninguna de las dos resopló a la décima fotografía. Su boda era importante para ellas… Lo recuerdo muy bien.
Niki le sonríe.
– Claro… Me alegro.
Se aleja con la tarjeta y el folleto en la mano. Pero el problema no es si ellas resoplaron o no a la décima fotografía. ¡El problema soy yo! Y que cuando llegue el momento será ya demasiado tarde, tanto si resoplo como si no.