Olly ordena la casa al vuelo escondiendo unas cuantas cosas en el armario, quitando distraída el polvo aquí y allá. Pone el agua a hervir. Coge una bolsita del pequeño mueble que hay junto a la pila. Con una cucharita echa un poco de carcadé en el filtro que después introducirá en el hervidor. De una repisa coge cuatro tazas grandes y las coloca sobre la mesa, donde ya ha puesto unas cuantas galletas, el limón y el azúcar moreno.
Luego sigue limpiando. Al cabo de un rato suena el interfono. Tres veces, rápidamente. Bien. Debe de ser una de ellas. Olly va a abrir y espera a que llegue al rellano.
– Ah, eres tú. -Es Erica-. Hola, entra.
Olly se encamina de nuevo a la cocina y baja el fuego.
– Ven aquí, así controlo el agua.
Erica la sigue. Justo en ese momento llaman de nuevo al timbre. Olly corre hacia la puerta.
– Oh, aquí estás…
Diletta la abraza.
– Pero qué seria estás… ¿Se puede saber qué os pasa?
– Tienes razón, perdona… Es una época un tanto especial. Además, cuando Niki nos convoca de esta forma siempre me da mala espina… ¡Estoy nerviosa por su culpa!
Entran en la sala.
– ¡Hola, Erica! -Diletta se acerca a su amiga y le da un beso-. ¿Y bien?
– Aquí estamos.
Diletta se sienta en un taburete alto que hay junto a la barra.
– La verdad es que esta buhardilla es preciosa, la has decorado con mucho gusto.
Olly sonríe.
– Gracias. Sí, me gusta mucho, y además se duerme muy bien, es silenciosa. Creo que cada casa tiene su propia atmósfera, una energía especial, ¿no os parece?
– Sí, ¿y ésta cómo es?
Olly vuelve a sonreír.
– Muy positiva. ¿Qué pensáis que querrá decirnos Niki?
– Bah… Supongo que quiere que dos de nosotras le hagamos de testigos.
Erica abre los ojos desmesuradamente.
– ¿Dos? ¿Sólo dos? ¿Y por qué no las tres? ¡En ese caso, seguro que me excluye a mí!
Olly parece sorprendida.
– ¿Por qué? Si alguien tiene que quedarse fuera, ésa soy yo. La he llamado infinidad de veces y nunca me ha contestado.
– A mí me ha pasado lo mismo. Anoche quise hablar con ella pero tenía el móvil apagado.
Diletta coge una galleta.
– ¿Puedo? Me muero de hambre.
– Sí, sí, claro, perdonad. ¿Os apetece algo?
Erica niega con la cabeza.
– No, no, yo no, tengo que adelgazar, me he puesto como un tonel.
– Pero ¿qué dices? ¡Estás estupenda! -Olly mira a Diletta-. En todo caso, es ella la que se ha echado encima unos cuantos kilos.
Diletta se hace la sueca, sonríe y trata de esconderse en vano detrás de la galleta que se está comiendo.
– ¿Yo? Puede ser. Últimamente siempre tengo hambre. -Luego se echa a reír-. ¡Tendré que moverme un poco más para intentar recuperar la figura!
– Sí, eso es -asiente Erica-. Con Filippo, quizá…
Diletta le hace una mueca burlona.
– Envidiosa. ¿Cuánto tiempo hace que no ligas?
– ¿Yo? ¡Pero si no sé a quién dar las sobras!
Diletta se dirige entonces a Olly.
– Bueno, sea como sea, estamos de acuerdo, ¿no? -dice mientras ordena sobre la mesa las galletitas de mantequilla y almendras que ha traído.
– Bueno… – contesta Olly-. Todavía me da un poco de rabia.
– Sí, a mí también -corrobora Erica mientras apaga el fuego.
– Lo sé, chicas, en cualquier caso somos sus amigas. Ya hemos hablado de ello por teléfono, venga, el día del taller de costura Niki estaba cansada y estresada, igual que los días anteriores, cuando no respondía… No está enfadada con nosotras y no nos quiere menos por eso…, lo único que sucede es que lo que tiene entre manos la supera.
– Hasta ahí de acuerdo, pero ¿qué culpa tenemos nosotras? Sólo tratábamos de ayudarla… -dice Olly introduciendo el filtro con la tisana en el hervidor.
– Ella también es consciente, sólo que por un momento ha perdido la lucidez. ¿No os disteis cuenta de lo aturdida que estaba el otro día? Chicas, somos las Olas. Para bien y para mal. No somos perfectas. No podemos ser siempre las mejores. Y a cualquiera de nosotras nos puede ocurrir algo inesperado… que nos asusta y que da al traste con nuestros planes. -Se acaricia la barriga de un modo que sólo ella puede entender-. Pero somos las Olas, ¿recordáis? Siempre y en cualquier circunstancia. Somos cuatro. Y tenemos que permanecer unidas cuando una de nosotras se aleja un poco, está en apuros y quizá nos rechaza y nosotras no la entendemos. Las amigas también riñen, no están siempre de acuerdo. En caso contrario, ¿qué clase de amistad sería? Puro teatro. Lo importante es que seamos capaces de aclarar las cosas, de tener el valor de derrumbar el muro de silencio que erigimos algunas veces. Alguien tenía que dar el primer paso. Pues bien, hemos sido nosotras. Ya veréis como todo se arregla. Pero debemos recuperar la armonía… Vamos, ¿me lo prometéis? De lo contrario, luego nos sentiremos mal por haber dejado las cosas así…
Erica y Olly se miran fugazmente.
– Oye, Diletta, que quede claro que nosotras queremos mucho a Niki. La adoramos, va lo sabes, igual que a ti. Pero lo que me da rabia es que Niki, en un momento de dificultad, se haya encerrado en sí misma, no haya acudido a nosotras… Es ella la que nos aparta. Se va a Nueva York, decide que se casa, se aísla, se deja ayudar por las hermanas de Alex, y a nosotras no nos hace ni caso… Es ella la que no quiere estar con nosotras…
– Venga, Olly, no seas tan dura… porque en el fondo no lo eres… Tú también lamentas que se haya aislado de esa forma, y precisamente por eso deberíamos entender que no está bien. Atacarla en este momento no sirve de nada, ¿no te parece? Y, además te repito que somos amigas. Basta. Y no de boquilla. Está a punto de llegar, ¿no? Casi son las cuatro. Ya veremos.
Pasados unos minutos suena el interfono. Olly va a abrir y después se vuelve hacia las demás.
– Es ella.
De repente todas se sienten tensas, emocionadas y asustadas. El corazón de Olly late a toda velocidad como antes de un desafío o de una difícil prueba. Diletta pasea nerviosa por la habitación. Erica hace girar entre las manos una cucharilla de café. Hablar. Aclarar las cosas. Volver a empezar. Es la primera vez que les sucede. Una pequeña fractura que si no se remedia a tiempo corre el riesgo de hacerse demasiado grande. Una amiga a la que deben acudir, proteger y ayudar más allá de lo que ella misma es capaz de entender. Y luego, entre las frases, entre todas esas frases que han escrito durante años en sus diarios, que se han dedicado recíprocamente para reforzar el vínculo que las une, ese proverbio árabe: «Amigo es aquel a quien puedes abrirle tu corazón, ofrecerle cualquier grana o granito, sabiendo que sus manos delicadas los pasarán por el tamiz y sólo conservarán lo valioso, que desecharán el resto con un delicado soplo…» O esa otra frase de Khahil Gibran: «Amigo mío, tú y yo seguiremos desconociendo la vida, y el uno al otro, y a nosotros mismos, hasta el día en que tú hables y yo escuche considerando mía tu voz; y cuando permanezca en silencio ante ti pensando que estoy delante de un espejo…» Y la de Antoine de Saint-Exupéry: «Amigo mío, contigo no debo disculparme por nada, no tengo que defenderme de nada, encuentro la paz… Más allá de mis torpes palabras, eres capaz de ver en mí sencillamente al hombre.» Pues bien, ahora es el momento de ver sencillamente a Niki, Más allá de cualquier posible enojo o irritación.
En ese preciso instante llaman a la puerta. Olly va a abrir.
– Hola…
Niki la abraza en seguida pillándola desprevenida. Olly deja caer los brazos desconcertada por ese gesto. Diletta y Erica se miran. Erica tuerce la boca, como si dijese: «Hum, aquí pasa algo raro.» Las demás la abrazan también. Diletta le sonríe.
– Esta boda te ha apartado de todo y de todos…
Niki se separa y asiente.
– Sí, es cierto, tienes razón.
No, obstante, sus palabras no reflejan la habitual alegría, y las Olas, como no podía ser menos, se dan cuenta de inmediato. Niki cierra los ojos por un instante, sólo un instante, y a continuación los abre de nuevo. Diletta, sin dejar de masticar un trozo de galleta, sonríe intentando quitar hierro a la situación.
– ¿Sabes lo que hemos apostado? Que hoy elegirás a tus dos testigos. Tengo que confesarte que hemos hablado y que una de nosotras se va a sentir decepcionada… De manera que elimíname a mí, que soy la más fuerte, o… haznos testigos a las tres… Debo decirte, Niki, que las Olas corremos un gran riesgo con esta decisión.
Niki se apoya en la barra que tiene a sus espaldas como si pretendiera sostenerse, sentirse más segura para poder dar la noticia que está a punto de comunicarles. Acto seguido sonríe titubeante y avergonzada.
– No corréis ningún riesgo… -Se interrumpe por un momento y las mira a los ojos convencida de su decisión. Y de su apoyo, que ahora necesita más que nunca-. Ya no me caso.
– ¿Qué? -Diletta casi se atraganta con el último pedazo de galleta.
Erica, pese a su constante deseo de ser transgresiva, esta vez se queda realmente estupefacta.
– Estás bromeando, ¿verdad?
Olly permanece en silencio, está desconcertada y no sabe qué decir, pensar, sentir, duda entre alegrarse o entristecerse, entre ser niña o mujer. Al final opta por ser amiga sin más.
– Cuéntanoslo todo.