Noventa y dos

Una vez a solas, Alex teclea de inmediato el número. Una llamada, dos, y por fin responde.

– ¡Niki! Cariño… No sabes qué noticia… -Se para a pensar un segundo-. ¿Cómo estás? Buenos días… ¿Todo bien?

Niki sonríe mientras camina apresurada por la avenida que con duce a la universidad.

– Sí, todo bien, exceptuando que he tenido una pesadilla.

– ¿Qué quieres decir?

– He soñado que, en lugar de mis amigas las Olas, tus hermanas eran mis testigos.

Alex suelta una carcajada.

– Entiendo, veo que la situación no hace sino empeorar… ¿Estás segura de que no quieres que hable con ellas?

Niki sigue andando apresuradamente. Se acomoda la bolsa llena de libros sobre el hombro, que la hace ladearse un poco. Por un instante, ese nuevo ofrecimiento la deja perpleja. La verdad es que no estaría mal. Pero también podría empeorar las cosas. Significaría abandonar la lucha, retirarse y, de una forma u otra, sería como servirles la victoria en bandeja de plata.

– No, cariño, te lo agradezco… No te preocupes. ¡Estoy segura de que es sólo cuestión de estrés! ¡Dentro de nada no volveré a verlas, ni siquiera en sueños! Pero ¿qué era lo que querías decirme?

– ¡Que me han ofrecido un ascenso!

– ¡Magnífico! ¿Y a qué se debe?

Alex reflexiona por unos instantes. No le parece conveniente mencionar a su ayudante y a lo que ésta ha hecho.

– Por nada en concreto. Ha gustado mucho una propuesta que hice para una campaña y me lo han ofrecido…

Nike sube por la escalera de la facultad y ve que el aula está llena a reventar.

– ¡Perdona, Alex! Me alegro mucho por ti, pero tengo que entrar a buscar sitio. ¿Puedo llamarte luego?

– Es tan bonito poder compartir cualquier decisión sobre el trabajo con la persona que amas…

– Te refieres a mí, ¿verdad?

– Por supuesto… ¡Tonta!

– ¿Y qué ocurre si la persona que amas tiene una clase en ese momento? No querrás que suspenda por haberme dedicado a hablar de tu ascenso, ¿verdad?

Alex sacude la cabeza. Siempre consigue embrollarme.

– Vale, hablamos luego.

– Alex… -Niki ha notado su tono-. No tienes que decidir en seguida, ¿verdad? Hablaremos en cuanto tengamos un momento…

Él sonríe.

– Sí, tienes razón, cariño… Que te vaya bien la clase. -Cuelga y mira el teléfono. No tiene remedio. Es demasiado rápida. ¡Parece una ametralladora! ¡Dispara ocurrencias como si fuesen pequeños eslóganes! ¿Tendrá preparada alguna para la iglesia? La verdad es que en poco menos de dos años ha cambiado mucho, parece una flor. Con la diferencia de que las flores, cuando brotan por las mañanas, son siempre iguales. Niki, en cambio, da la impresión de que se oculta debajo de los pétalos para ofrecer una sorpresa cada vez que uno de ellos se abre. La verdad es que me habría encantado comentar con ella esta decisión, porque sé que, si bien Leonardo lo ve muy sencillo, en el fondo puede complicarme mucho la vida. Quiero decir que como poco se trata de viajar a menudo al extranjero, además de tener que asumir el compromiso de la campaña y las consabidas reuniones, que, además, esta vez son sobre un producto muy diferente y en un medio nuevo, un cortometraje. A la fuerza será un lío.

Llaman a la puerta.

– ¿Se puede?

Raffaella se asoma.

– Deberíamos ir saliendo… -sonríe ladeando la cabeza.

– En seguida voy.

– Vale. Te espero allí.

Alex se levanta del sillón y coge su chaqueta. «Deberíamos ir saliendo…» No está nada mal, la frase. Deberíamos ir saliendo. Resulta un poco extraña, pero expresa bien la idea. Se pone la chaqueta y sale de la oficina pensando que quizá el lío sea precisamente Raffaella.

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