Setenta y siete

El vestíbulo está lleno de gente. La música es bailable y suena a un volumen que permite la conversación. Unas guapas modelos van de un lado a otro sonrientes, con una copa en la mano. Unos hombres vestidos de sport o con trajes elegantes conversan con ellas. La fiesta que la casa de modas celebra todos los años para agasajar a los distribuidores, a los proveedores y a los clientes, así como para hacer negocios, es todo un éxito. Se respira elegancia por todas partes. Olly ha invitado también a las Olas. Sólo falta Diletta, que se sentía un poco cansada. Erica está charlando animadamente con Tiziano y sonríe. Niki está sentada en uno de los dos sofás blancos de la entrada, mientras dos atractivos jóvenes, quizá modelos, la rodean intentando arrancarle una sonrisa. Olly, por su parte, corre de un lado a otro junto a una tipa larguirucha que trabaja en el departamento de Marketing.

– ¡Tenemos que coger más catálogos, se han acabado!

– Sí, están ahí… ¡Vamos!

– ¡Cuánta gente guapa! ¡Jamás había estado en una fiesta como ésta!

– El mundo de la moda es así-responde la otra chica-. Organizamos una todos los años y otras dos en locales importantes de Roma y de Milán.

– ¡Qué guay! -Sí. Ah, y si sobran vestidos del muestrario a veces nos los regalan… -¿De verdad? ¡No te creo! -Sí, los reparten entre los empleados.

– Ah… -Olly hace una mueca y sigue a la chica.

Entran en una habitación y cogen los catálogos.

– ¡Hola!

Olly se vuelve y ve a Simone.

– ¡Hola! ¿Por qué no estás abajo?

– Acabo de subir. Me he cansado de estar ahí… ¿Qué hacéis?

– Hemos venido a coger más catálogos. Ten, ayúdanos -le responde de inmediato la otra chica.

Simone obedece y, pasados unos instantes, los tres se encuentran de nuevo abajo, distribuyendo los catálogos sobre las mesas de cristal para que las espléndidas modelos los repartan después risueñas a los invitados con un pequeño regalo: un llavero con la marca.

– ¡Voy un momento al baño, chicos!

– Está bien, Olly, te esperamos en el bufet.

Simone se aleja con la otra chica a buscar algo de beber.

Olly se abre paso entre la gente con educación y paciencia. Todos bailan, hablan, sonríen y muestran lo mejor de sí mismos.

– Qué maravilla…

Olly nota que alguien le aferra un brazo. Se vuelve. Un chico guapísimo con el pelo largo y escalado y un mechón sobre los ojos la mira. Olly ve que lleva colgada al cuello una Nikon D3 profesional. La reconoce porque la vio un día en eBay, cuando buscaba una buena cámara fotográfica. Cuesta al menos cuatro mil euros.

– Perdona pero tengo que…

– Quiero sacarte una fotografía… Eres guapísima… ¿Eres modelo?

Olly sonríe. Es encantador.

– No…, trabajo aquí, pero no soy modelo.

– Lástima, deberías… -La mira intensamente. Olly se ruboriza un poco-. Oye, arriba hay una terraza preciosa… Por favor, me gustaría hacerte unas fotografías. Venga, será sólo un momento… Ah, lo olvidaba, me llamo Christian… Chris para ti.

Olly reflexiona por unos segundos. Christian. Claro. Chris. Es un fotógrafo famoso de Roma, joven y trepa. Desde que trabaja allí ha visto alguna de sus imágenes. La música sigue animando el ambiente. La gente parece divertirse. Olly lo mira de nuevo.

– Me llamo Olly…

– Un nombre precioso…, como tú…

Le coge la mano. Mientras pasan junto a un camarero que lleva una bandeja con copas de champán, Olly coge una al vuelo y se la bebe de un trago. Chris se echa a reír. Una modelo altísima pasa por delante de Tiziano, que la mira con la boca abierta y traga saliva. Erica le da un golpe en el hombro.

– ¿Se puede saber qué estás mirando? Si hubiera sabido que se te iba a caer la baba de esa forma no te habría traído a la fiesta.

– ¿Que miro, dices? ¡Pues claro! ¡Este sitio está lleno de tías buenísimas! ¡Eres una amiga de verdad! ¡Siempre lo he dicho! -y la besa.

– Soy más que una amiga, digamos que soy una «amiga especial». Además, ¿nunca habías estado en una fiesta de una casa de modas?

– ¡Como si tú fueras todos los días! ¡Por supuesto que no! Es la primera vez… Yo a las modelos las veo sólo en la televisión y en algunas revistas. ¡Nunca en persona! ¡Y tengo que reconocer que la cosa cambia! ¡Mira ésa! ¡Y la rubia! Y esa otra con la melena lisa… Madre mía…, ¡yo me muero! Vamos a beber algo, anda… ¿Crees que Olly podría presentarme a alguna, dado que trabaja aquí? ¡Así podría sacarles unas fotografías con el móvil para hacer rabiar a alguien!

Erica le pellizca en el brazo.

– ¡Ay! Pero ¿qué he dicho? ¡Que no me las quiero tirar! Y, aunque así fuese, ¿qué problema hay?

– ¡Sólo faltaba eso! ¿Recuerdas que has venido conmigo? ¿Qué clase de caballero eres?

– Bueno, si pretendías que me comportara como un caballero no deberías haberme traído a un sitio como éste. ¿Te das cuenta? Además, no me digas que a ti no te impresionan los modelos. ¿Has visto qué chicos?

– ¡Los he visto! ¡Vaya si los he visto! ¡Pero soy educada, considerada y, sobre todo, no me gusta poner en un aprieto a mi acompañante!

Mientras sigue observando a la gente divisa a Olly, que va del brazo de un chico guapísimo de pelo largo. Entorna los ojos y los escruta. No es posible. Sí, lo ha visto alguna vez en televisión. ¡Es Chris, el famoso fotógrafo de moda, uno de los más atractivos y célebres del momento! ¡Y Olly lo acompaña cogida del brazo! ¡Qué suerte! ¡Caramba! Es una tía genial. Así se hace. Erica alza un brazo para llamar la atención de su amiga. Olly la vislumbra mientras sube la escalera con Chris. La ve. La mira. Erica levanta el pulgar en señal de aprobación y le guiña un ojo. Sí, tengo una amiga genial. A saber con cuántas fotos magníficas volverá a casa mañana… Venga, Olly, demuéstrales quién eres.

Justo en ese momento Simone ve también a la pareja y se extraña, pero permanece donde está y sigue bebiendo, procurando pasar desapercibido. Chris y Olly llegan al piso de arriba y cruzan el pasillo que conduce al gran invernadero acristalado que da a una inmensa terraza. Chris hace dar un par de vueltas a Olly y ella le obedece sonriendo.

– Eres fantástica… Muévete con espontaneidad…

Olly vuelve a girar sobre sí misma, se apoya en la barandilla, mira el cielo, sonríe, hace muecas, se atusa el pelo y se levanta un poco la falda con malicia. No se lo puede creer. Se siente bien, ligera, con ganas de relajarse. Y lo hace. Por unos instantes Giampi deja de existir Giampi y también Eddy, que ignora sus diseños, ambos se desvanecen y la fiesta desaparece. Sólo existe ella. Libre de cualquier pensamiento, gracias al champán, gracias a ese espléndido joven que le saca una fotografía tras otra y que da vueltas a su alrededor como si ella fuese una flor y él una bellísima mariposa. Y los pétalos de Olly se abren a la luz de la luna, que resplandece en lo alto del cielo. Christian se acerca cada vez más a ella y deja resbalar la Nikon sobre su cuello. Olly lo mira, seductora. Sus labios se rozan. Y ella se olvida de todo por un instante, se abandona a ese beso nuevo, diferente y misterioso. Sí. La felicidad también es eso. Una pequeña locura, un momento para uno mismo. Y ese abrazo le parece el mejor remedio para su mal.

Un poco más abajo. Pero ¿dónde demonios se ha metido? Simone se lo pregunta en silencio mientras busca en el piso de arriba. Hace una hora que no la veo. Entra en varias habitaciones, llama a la puerta del baño. Nada. Cruza el largo pasillo y llega al invernadero. No ve a nadie. Sólo oye un sonido parecido a una voz, pero más sutil. Simone se acerca. Está oscuro, aunque no lo suficiente como para ocultar la figura de una chica que le gusta a rabiar entre los brazos de ese tipo. Simone no se lo puede creer. No es posible. Creía que ella era distinta.

Los ve. Siente una punzada en lo más hondo. En parte porque sabe de sobra quién es él. Lo conoce. Vaya si lo conoce. Por eso se siente aún peor. Procura que no lo vean. Da media vuelta y se aleja. Vuelve a la fiesta. Y nunca como antes toda esa gente jovial le parece una nota desafinada.

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