Ochenta

Es sábado por la mañana. Niki se ha bebido un zumo y no ha probado bocado debido a los nervios.

– Mamá, papá, ¿estáis ahí? ¿Estáis listos? -Entra en su habitación.

Simona todavía no ha acabado de preparar la maleta.

– ¡Mamá! ¡Nos esperan para tomar el té!

– Lo sé, pero no sé cómo pueden ser las diferentes veladas, de manera que he preferido buscar los vestidos que me parecen más adecuados.

Roberto sale del cuarto de baño con un neceser en la mano.

– Yo he acabado. Todo en orden.

Entra Matteo.

– ¿Puedo llevarme al menos la pelota? Así me aburriré menos.

Los tres le responden al unísono:

– ¡No!

Al menos en eso están todos de acuerdo. Luego se echan a reír.

– ¡Venga, salgamos!

Roberto coge la maleta de Simona.

– Pero ¿cuánto tiempo piensas quedarte? -le pregunta al comprobar lo que pesa-. ¿Un mes?

– Si el sitio es bonito y me quieren, ¿por qué no?…

Matteo lleva la cazadora vaquera desgarrada. Su madre lo aferra por los hombros y lo obliga a dar media vuelta y a volver a su habitación.

– Ponte la nueva azul oscuro que te compré la semana pasada.

– ¡Pero, mamá, es demasiado elegante!

– ¡Precisamente por eso!

– ¡Y péinate!

– ¿También?

– Sí, si no, me ocuparé yo misma de hacerlo.

– ¡Ni hablar! -Matteo se pone la cazadora nueva, entra en el cuarto de baño, coge el cepillo, lo moja ligeramente y se peina-. Ya está… ¿Salimos?

Roberto también se ha puesto un abrigo de color azul oscuro. Simona, una preciosa chaqueta negra que hacía tiempo que no usaba, y Niki, un Fay, sencillo, pero muy elegante.

Poco después salen del portal del edificio y se encuentran con el portero, que está metiendo el correo en los buzones.

– Buenos días -los saluda con una agradable sonrisa; la familia Cavalli le resulta muy simpática. Después pregunta, curioso-: Pero ¿adónde van ustedes tan peripuestos? ¿A una boda?

Niki se vuelve y sonríe antes de subir al coche.

– ¡Sí, a la mía!

El Volvo familiar arranca tranquilamente y se adentra en el escaso tráfico del sábado por la mañana mientras el portero sigue contemplándolos y piensa: Qué simpáticos son, ¡siempre con ganas de bromear!

Roberto conduce con calma, Simona tiene las manos apoyadas en las piernas y sujeta el elegante bolso que ha elegido. Niki mira por la ventanilla. Matteo es el único que de verdad está sereno. Se entretiene jugando con su Game Boy. Tras sortear un muro y obtener una puntuación inmejorable, mira un momento alrededor antes de pasar al siguiente nivel.

– Vaya, ni que fuéramos a un funeral…

Simona se vuelve de golpe.

– ¡Matteo!

– Está bien, está bien… Fingiré que todo es normal.

Niki lo fulmina con la mirada.

– Sólo me faltaba el hermanito aguafiestas.

– Oh, ya os dije que prefería no ir… ¡Pero me habéis obligado! Deberías considerarme vuestra mascota… Venga, Niki, hasta el momento todo ha ido bien, lo peor que puede pasar es que este fin de semana nos llevemos un planchazo.

– Pero…

Roberto los interrumpe antes de que estalle una discusión.

– ¿Os pongo música?

Enciende la radio. Suena la voz de Tiziano Ferro y todos se relajan un poco. El Volvo recorre la via Aurelia a toda velocidad. El paisaje cambia rápidamente en los sucesivos tramos de carretera. Primero predomina un verde suave, después aumenta la presencia de olivos, del Lacio a la Toscana, con el aroma a mar cada vez más presente. Por fin llegan a Maremma.

– Casi hemos llegado… -Roberto sonríe a Simona.

– Justo a tiempo.

Matteo ha llegado al undécimo nivel y deja de jugar por un momento. Se vuelve hacia Niki, que sigue mirando por la ventanilla.

– Oye, hermanita… -Le estrecha una mano-. Perdona por lo de antes… -Se percata de su nerviosismo y le sonríe-. Ya verás como todo va bien…

Niki le devuelve la sonrisa y piensa: La verdad es que si incluso mi hermano trata de animarme es porque estoy realmente preocupada, mejor dicho, agobiada…, ¡y porque, sobre todo, se me nota!

– ¡Hemos llegado!

Roberto abandona la Aurelia y, tras dar varias vueltas, enfila un camino de tierra que asciende hacia una finca grande. Al fondo del camino hay una verja con un letrero de bronce con una inscripción: «Villa Belli dei Cedri.»

– Es ésta, ¿verdad?

Simona mira la hoja con las indicaciones.

– Sí. Es preciosa… Espectacular…

El Volvo atraviesa el jardín de la mansión, los setos, los prados, los árboles… Todo está perfectamente cuidado.

– Es increíble…

Matteo mira por la ventanilla. El coche está pasando por delante de los establos, donde un hombre cepilla un magnífico semental de pelo brillante.

– ¡Incluso tienen caballos! Este sitio es un sueño…

– Sí…

Matteo da unas palmaditas en la pierna de su hermana.

– ¡Buena elección!

Roberto y Simona se miran sin añadir nada más. Doblan la última curva y se detienen delante de una espléndida casa de campo de ladrillo rojo.

Un mayordomo se acerca al Volvo para abrir la puerta de Simona. Unos segundos antes, Niki se ha asomado entre los asientos de sus padres.

– Papá, mamá… os agradezco lo que estáis haciendo por mí, ¿eh? ¡Pero procurad no quedar mal!

Dicho esto, abre la puerta y se apea a toda velocidad.

Roberto mira a Simona.

– ¿Que no quedemos mal? ¿A qué se refiere?

Simona intenta tranquilizarlo.

– Ya te lo he dicho. Le aterroriza asumir un compromiso tan grande. Bajemos, venga…

Alex, vestido como un perfecto vaquero de la región, sale de la casa a la carrera y va al encuentro de Niki.

– ¡Cariño! ¡Por fin habéis llegado!

La besa en los labios y la abraza radiante de felicidad. Acto seguido saluda a los padres de su novia.

– Hola, Roberto, bienvenida, Simona, eh…, ¿cómo estás, Matteo?

– De maravilla. Este sitio es superguay… ¿Después podré montar un caballo?

Alex se echa a reír.

– ¡Claro, lo haremos juntos! -Luego Alex se percata de que sus padres se están acercando-. Oh… Aquí están, venid que os los presente. Mamá, papá, ésta es Niki… Y éstos son sus padres, Simona y Roberto.

– Encantado… ¡Por fin! -El padre de Alex estrecha la mano de Simona-. Dos hermanas, parecen dos hermanas…, me refiero a Niki y a Usted. ¡Me pregunto cuál de las dos es la que va a casarse con mi hijo!

Roberto interviene siguiendo la broma.

– Es muy sencillo… ¡La que no está casada, porque a la otra la atrapé yo!

– ¡Ah, claro! ¡Qué idiota! -Ríe divertido y encantado con la sintonía que se ha creado de inmediato entre ellos.

Silvia recibe a sus huéspedes y a continuación da las órdenes pertinentes a los dos mayordomos.

– Said, Kalim, lleven las maletas de los señores a sus habitaciones y acompáñenlos…

Alex se acerca a Niki.

– Sí, cariño, ve, te esperamos en el jardín… También han venido mis dos hermanas y sus respectivos maridos, además de una amiga.

– Está bien, hasta luego…

Roberto, Simona, Niki y Matteo siguen a los dos mayordomos por la escalera de la magnífica casa. Roberto y Simona miran a su alrededor. Las paredes están cubiertas de tapices antiguos, de trofeos de caza y de pinturas al óleo que representan escenas de caza y retratos de antepasados ilustres. Niki y Matteo también se quedan sorprendidos por la riqueza y la importancia de las salas, de las largas mesas de madera, de las sillas altas con los respaldos tapizados con telas oscuras, de los suelos de baldosas grandes, lisas y enceradas, y de las gruesas cortinas de rico drapeado.

– Joder -suelta Matteo sin poder contenerse.

Niki lo mira y pone los ojos en blanco como diciendo: «¡Lo que nos faltaba!»

– Aquí está su habitación… -Los dos mayordomos indican a los padres de Niki un espléndido dormitorio matrimonial con una cama con dosel y unos aguamaniles de cerámica para lavarse las manos.

– Por favor…

Hacen entrar a los huéspedes y a continuación los siguen, colocan las dos maletas sobre unos arcones que les permitirán abrirlas sin inclinarse.

– Aquí está el baño.

Simona y Roberto ven en el interior de éste dos albornoces y varias toallas de diferentes tamaños colocadas en las posiciones más apropiadas para que puedan ser utilizadas con facilidad. Tienen los bordes de encaje de diferentes tonalidades, de una elegancia refinada y sobria.

– Y aquí tienen el minibar, donde encontrarán de todo: Coca-Cola, champán o agua. En caso de que deseen algo más, pueden tocar esta campanilla…

Les indican la gruesa cuerda de terciopelo que hay junto a la cama y cuyo color combina con el resto de la habitación.

– Gracias. -Cuando Roberto está a punto de sacar la cartera, Simona lo detiene-. Cariño… -le dice en voz baja-, estamos en casa de los señores Belli…, no en un hotel.

– Ah, claro.

Los dos mayordomos sonríen y abandonan la habitación.

Roberto se echa sobre la cama.

– ¡En cualquier caso, me parece mejor que todos los hoteles en los que hemos estado hasta la fecha!

Simona se ríe y se sienta a su lado.

– Pues sí… Espero de corazón que Niki sea feliz, decida lo que decida…

– ¡Sea como sea, lo que es seguro es que vamos a pasar un fin de semana magnífico!

Los dos mayordomos avanzan por el pasillo con Niki y Matteo.

– Ésta es su habitación.

Dejan las maletas sobre unos arcones similares a los de la habitación de sus padres, sólo que aquí los colores son más claros. Después de enseñarles el cuarto de baño y el minibar los dejan solos.

– ¡Qué guay! Mira… -Matteo enciende la televisión-. Tienen el Sky, con todos los canales, y la nevera está llenita. ¡Hay incluso avellanas y patatas fritas! Yo voy a abrirme una Coca-Cola. ¿Quieres una, Niki? ¿O prefieres… champán?

– No. -Niki está cabreada. Se ha tumbado en la cama con los brazos abiertos.

– ¿Qué te pasa? -Matteo se acerca a ella.

– ¡Me gustaría saber por qué no puedo dormir con Alex!

– Venga, ¿qué más te da? ¡Resiste! ¡Sólo es una noche! Así podrás leerme la revista Cioé, como cuando éramos pequeños.

– ¡Matteo!

Los dos mayordomos se detienen al fondo del pasillo. Said está ligeramente perplejo.

– ¿Sabes cuánto tiempo se quedan, Kalim?

– Creo que sólo el fin de semana… ¿Por qué?

– ¡La maleta de esa señora hace pensar en dos semanas!

Said sacude la cabeza.

– No tienen remedio. ¡Cuanto más ricos son, menos los entiendo!

– Pero éstos no me parecen muy ricos, no sé…

– ¿Por qué?

– ¡El señor ha estado a punto de darme propina!

– Sí, qué vulgar…

Poco después, la familia Cavalli se reúne en el pasillo.

– ¡Qué has hecho, Matteo!

Simona se acerca a su hijo y sacude una infinidad de migas de su camiseta.

– He comido patatas…

– Sí, dos bolsas -especifica Niki-. Procura no hacer una de las tuyas, Matteo.

– ¡Madre mía, mira que sois pesados! Ha dicho Alex que después montaremos a caballo.

– Sí, pero no se lo recuerdes cada dos minutos…

Bajan la escalinata que da al salón y ven delante de ellos, en el jardín, a un grupo de personas sentadas a una gran mesa bajo una inmensa encina. Entre las mesas puestas y las telas de un cenador que, blancas al igual que los manteles, se agitan ligeras movidas por una delicada brisa.

– Ahí están… -Simona los mira entusiasmada-. Parece la escena de una de esas películas…

Roberto asiente con la cabeza.

– Sí, es cierto, sólo que hay una pequeña diferencia…

– ¿Cuál? -pregunta Niki curiosa.

– ¡Que aquí todo es de verdad!

La madre de Alex es la primera en verlos.

– ¡Aquí están, aquí están, ya llegan!

Alex se levanta y les sale al encuentro.

_¿Te acuerdas de mis hermanas? Margherita, y éste es su marido Gregorio.

– Encantada.

– Claudia y Davide.

– Hola.

– Y ella es Eleonora… Una amiga de la infancia…

– ¡Hola! Me alegro de conocerte. He oído hablar mucho de ti, pero no te imaginaba así…

Niki la mira intrigada. «¿Así, cómo?», le gustaría decirle, pero comprende que con toda esa gente alrededor no es el momento de provocaciones. En el fondo todos están aquí por mí. De manera que esboza una sonrisa, satisfecha con la respuesta que ha encontrado sin ayuda de nadie. No obstante, quiere aclarar algo.

– Perdona, Alex -le dice al oído mientras toma asiento-. ¿Una amiga de la infancia de quién?

– Bueno… -Alex parece ligeramente cohibido-. Nuestra…, de todos… Cuando íbamos a la playa a Forte dei Marmi venía siempre con nosotros…

– Ah.

Niki la escruta mientras se sirve el té. Es realmente guapa, está en perfecta forma y combina de maravilla… con el mantel. ¡Sí, tanto uno como la otra están cubiertos de encaje! Eleonora se vuelve hacia ella.

– ¿Quieres un poco?

– Claro, gracias.

– ¿Leche o limón?

– Leche, gracias. -¡Yo no lo tomo ácido como tú!, piensa Niki.

– ¿Azúcar?

– No, gracias.

– Yo también procuro guardar la línea.

Niki coge la tacita.

– Oh, yo no, pero el té me gusta sin azúcar. ¡Como de todo, a fin de cuentas, luego quemo todas las calorías!

Matteo se inclina hacia su hermana.

– Sí…, exceptuando esta noche…

Niki le da un codazo.

– Traidor…, ¿quién eres tú?, ¿un amigo de la infiltrada?

Luigi, el padre de Alex, toma el mando de la situación.

– Ya nos hemos enterado de la espléndida noticia…

Roberto se muestra de acuerdo con él y sonríe.

– Pues sí…

– Estamos realmente encantados. Claro que está esa extraña diferencia de edad, pero como hoy en día es tan frecuente que… ¡Basta con que haya amor!

– Pues sí…

Simona le propina un leve codazo a Roberto.

– Cariño, intenta decir algo más aparte de «pues sí», o acabarán creyendo que no tenemos conversación.

Roberto intenta ser más brillante.

– ¡Estoy de acuerdo! Nosotros también pensamos lo mismo y, de hecho, nos asusta.

Simona lo fulmina con la mirada. Roberto intenta poner remedio de inmediato:

– ¿Nos asusta?… ¡Quiero decir que nos asustaba! Porque el entusiasmo de Niki nos ha convencido.

Luigi aplaude.

– ¡Muy bien! Por otra parte -los mira y los señala con el dedo, pasando de uno a otro-, también entre ustedes hay una gran diferencia de edad… Y eso es bueno, el hombre debe ser mayor y más maduro…

Roberto se queda un poco desconcertado.

– La verdad es que yo iba tan sólo un curso por encima de ella… Tenemos casi la misma edad.

– Ah… -El padre de Alex se da cuenta de que ha metido la pata-. ¿Les apetece un poco más de té?

La conversación se va animando poco a poco.

– Entonces, ¿habéis elegido ya la iglesia?

– La verdad es que no.

– ¿Y la fecha? No os caséis en sábado, es muy cheap.

Roberto los mira divertido. Por lo visto, también ellos están obsesionados con los dibujos animados…

Margherita y Claudia se sientan al lado de Niki.

– Oye, si no es problema nos encantaría echarte una mano.

– Yo…, no, no…, faltaría más.

– Nosotras ya hemos pasado por eso y sabemos los errores que se pueden cometer…

– Sí-apostilla Matteo-. ¡Además del de casarse!

Niki se siente ligeramente cohibida.

– Mi hermano… siempre quiere hacerse el simpático, pero no le sale demasiado bien.

– Qué encanto… -Margherita le sonríe-. Mira, ahí están mis hijas, Celeste y Miriam. ¿Te apetece jugar con ellas? ¡Están en los columpios!

Matteo echa una ojeada y ve a lo lejos, a orillas del campo hípico, unas niñas que juegan en un columpio.

– Está bien… Me voy con ellas -y se marcha balanceándose, pero antes le dice a Alex-: Recuerda que luego tenemos que montar un caballo, ¿eh?

– Por supuesto… Más tarde, o mañana por la mañana.

– Bueno, pero no me engañes, ¿eh? -Luego se acerca a él para que no lo oigan los demás-. Si no, les cuento todas las veces que has venido a casa aprovechando que mis padres no estaban.

– Je, je… -Alex esboza una sonrisa forzada.

– ¿Qué te ha dicho, Alex? -le pregunta Silvia a su hijo, curiosa.

– Nada, que tiene un juego de carreras de caballos para Playstation.

– Ah, estos chicos de ahora ya no distinguen entre la realidad y el mundo virtual.

Gregorio recuerda algo de repente.

– Oh, sí, y ¿habéis oído eso de esa pareja inglesa? Se conocieron chateando y luego lo dejaron porque se engañaban el uno al otro virtualmente.

Davide interviene en la conversación:

– ¡Puestos a engañar, hay que hacerlo de verdad, no virtualmente!

Claudia lo mira irritada.

– Así se ahorran el sentimiento de culpa.

Margherita se encoge de hombros.

– Algunos no lo tienen de todas formas.

– Bueno, en nuestra época las cosas eran mejores -asegura Luigi-No había móviles, ni tampoco todos esos sistemas tan complicados. He leído que la mayor parte de las infidelidades se descubren a través de los sms…

Silvia se suma a la conversación.

– Es cierto… ¡Las palabras vuelan, pero lo escrito permanece!

– Yo entré una vez en un chat -comenta Davide. Todos lo miran con aire de reprobación-. Por trabajo…

– Ah, sí… -Alex sonríe-. Ahora se usan mucho para darse a conocer, pero las generaciones más jóvenes los emplean como si fuera el teléfono de antes… -Mira a Niki, que sigue escuchando las sugerencias de sus futuras cuñadas.

– Para el banquete tienes que probar un gran hotel, es lo mejor.

Luigi pregunta intrigado a Roberto, señalando a Simona.

– Y ustedes, ¿cómo se conocieron?

– Tocábamos en el mismo grupo… punk…

Simona lo interrumpe:

– Sí, en el colegio. Además, venía a recogerme al conservatorio donde asistí a lecciones de piano durante cierto tiempo…

– ¿En serio? ¿Podemos escuchar alguna pieza?

– ¡No! ¡No! ¡No podría, soy una perfeccionista! Si me equivoco en una nota me siento fatal. Cuando nacen los hijos, ya se sabe…, debes renunciar a todo, ellos se convierten en tu pasión…

– ¡Ahhh! -un grito aterrador desgarra el aire.

– ¿Qué pasa? Viene de allí, de los columpios.

Davide, Margherita, Gregorio y Claudia se levantan y echan a correr en esa dirección, seguidos de Roberto y Simona. La pequeña Miriam se precipita hacia ellos.

– ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué ha ocurrido?

Miriam señala los columpios.

– ¡Celeste ha salido volando por los aires!

– ¿Cómo que ha salido volando?

– Sí…, ha salido volando.

Los padres corren hacia los columpios y ven que, más allá de la

empalizada, en el seto que hay delante de los mismos, Celeste llora hundida hasta la cintura en excrementos de caballo.

– Pero ¿cómo has ido a parar ahí?

Celeste señala a Matteo sin dejar de llorar.

– Ha sido él…

– Pero, mamá, me pidió si podía empujarla más fuerte. Insistía: «¿Me empujas más fuerte? Venga, más aún…» Yo hice lo que me decía y ella salió volando por los aires. ¡Cómo iba a saber que pesaba menos que una pluma!

Roberto le da un pescozón.

– ¡Deberías tener más cuidado!

– ¡Pero si me lo pidió ella!

– ¡Puedes dar gracias de que no se haya hecho daño!

– Sí, ha aterrizado en medio de un montón de caca; en el futuro será muy afortunada…

– ¡Puede, pero esta noche no! Lo recordará siempre… ¡La has marcado para el resto de su vida!

Gregorio y Margherita consiguen sacar a Celeste del estiércol.

– Bueno, nosotros nos vamos a casa…

– Sí, nos vemos a la hora de cenar.

– Claro, con mucho gusto, siempre y cuando consigamos lavarla bien…

Roberto, Simona, Niki y Matteo se dirigen hacia la casa.

– Menudo ridículo…

– Sí, menos mal que no se ha hecho nada…

– Pues sí…

– Ah… -Matteo se frota todavía la nuca-. Que conste que fue ella la que insistió, ¿eh? Quizá le traiga buena suerte de verdad… No podéis ni imaginar cómo salió volando por los aires… Si en lugar de Celeste se hubiera llamado Stella…, Estrella Fugaz…, yo habría sido el primero en verla y habría pensado de inmediato un deseo: ¡quiero una moto!

Roberto vuelve a darle otro pescozón.

– Aya, papá…

– «Ay», se dice «ay»… ¡Otra como ésa y verás quién sale volando esta vez!

Luigi se acerca a él y lo coge del brazo.

– No se preocupe, Roberto… Son niños y esas cosas suceden; por suerte, la naturaleza nos ha protegido…

– Pues sí…

– Bueno, cenamos dentro de una hora. Nos vemos en el salón grande…

– De acuerdo…

Se marchan dejando solos a Roberto y a Simona.

– Son amables, ¿eh? No le han dado importancia.

– No… Digamos que, para seguir con el tema, ésta ha sido nuestra primera cagada…

Y se encaminan riendo hacia su habitación.

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