Cincuenta y dos

Varios golpes fuertes y repetidos en la puerta. Enrico se vuelve. ¿Quién será? Los golpes prosiguen. Parecen patadas. ¿Están locos? Enrico se apresura a abrir.

– ¿Qué pasa? ¿Qué sucede?

Nada más abrir la puerta, un chico alto y fornido como un armario, con el pelo rapado y una camiseta negra ajustada, lo empuja con fuerza y lo hace caer al suelo en el salón. Enrico evita que la cabeza golpee el suelo manteniéndola alta, pero cae de espaldas con violencia sobre el parquet. Apenas se lo puede creer. No entiende lo que está pasando. ¿Se trata de un robo? ¿De una agresión? Pero ¿quién es ese tipo? Después lo mira con más detenimiento y lo reconoce. Sí, eso es, lo ha visto salir a veces con Anna. Es su novio. Según parece, se llama Rocco. Sí, Rocco.

– Pero ¿estás loco? ¿Qué quieres? Mi hija está durmiendo en su cuarto, ¡no hagas ruido! De todas formas, si estás buscando a Anna, que sepas que no está. -Enrico se levanta a duras penas, cabecea, se siente un poco atontado.

– Anna me importa un comino, a quien busco es a ti… -Vuelve a empujarlo.

Esta vez Enrico acaba en el sofá. Por un instante, sólo por un instante, vuelve a ver la escena de la película Notturno bus, cuando el enorme Titti entra en la casa de Franz, Valerio Mastandrea, poco menos que echando la puerta abajo, y lo empuja violentamente porque está cabreado con él, dado que todavía no le ha pagado una deuda de póquer. En resumen, que se siente como Franz. Porque el tipo cuestión se parece a Titti.

– Sí, te busco a ti. Te he descubierto, ¿sabes? Lo he leído todo.

– ¿A qué te refieres con todo? ¿Qué quieres de mí?

– Ni lo intentes. ¡He visto lo que Anna ha escrito en el diario! -Le da otra patada a Enrico, que vuelve a caer al suelo. Rocco se da media vuelta y sale sin pronunciar palabra.

Enrico permanece echado. Completamente aturdido hasta que, por fin, consigue comprender la situación. Lo absurdo de esa historia. A decir verdad, a mí Anna no me ha dicho nada. Sólo está seguro de una cosa. Le duele la mandíbula.

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