Ciento treinta y uno

Niki empieza a desvestirse. Se olfatea la piel. Se lleva el codo a la nariz. Hum… Qué extraño es este olor. Se parece al jabón que usaba de vez en cuando papá. Pero es bueno. Y fuerte. ¡Además es cierto! Tengo la piel muy suave. Es increíble el efecto del azufre en el pH, va muy bien para los hongos, para las ampollas, protege la piel… En fin, que uno debería sumergirse en esas piscinas al menos una vez a la semana. Sí. ¿Y luego? Sonríe. ¿Qué sucedería, dado que ha bastado un solo baño para que lo besase? Lo he besado. Esa palabra le resulta de repente muy extraña. Lo he besado. Acto seguido se mira al espejo. El pelo, encrespado y enmarañado, le rodea la cara dándole un aspecto diferente, casi no se reconoce bajo esa nueva luz. Lo he besado. Y vuelve a mirarse, vacilante, como si buscara en sus ojos las huellas de un auténtico cambio. Como en esa película, ese remake protagonizado por Nicole Kidman que trata sobre unos alienígenas que adoptan una apariencia humana, que van introduciéndose poco a poco en las personas, de manera que éstas empiezan a comportarse de manera diferente de la habitual. Niki se aproxima un poco al espejo. ¿Habrá entrado un alienígena en mi cuerpo? Sonríe. Esa película no me gustó. ¿Y esta noche? ¿Te ha gustado esta noche? Se queda absorta, suspendida delante del espejo. Después sonríe a esa extraña chica de aspecto rebelde. Tenía ganas de darme un baño, ¿vale? ¿Podemos considerarlo así? Pues bien. Digamos eso, por favor. Sigue desnudándose, se quita los pantalones, los coloca sobre una silla y, justo en ese momento, le llega de improviso otra pregunta, repentina, inesperada, que casi la deja sin sentido. ¿Y Alex? ¿Qué diría Alex de todo esto? ¿Le gustaría? Se siente en un aprieto, se siente morir. No, no creo. No creo. ¿La estáis oyendo? Es como si otra persona se estuviera riendo en su interior. ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo puedes decir algo semejante? Has estado a punto de casarte con él, durante días, semanas, meses, más de un año y medio, en pocas palabras, habéis construido juntos cosas importantísimas, ¿y ahora vas y dices que no crees que le gustara? ¡Por supuesto que no! Le haría muchísimo daño. Lo que has hecho es inconcebible, inimaginable… De manera que, al igual que tantas otras veces, la vida es socarrona, se divierte contigo, te busca las cosquillas, te provoca, te ridiculiza… Sus ojos lo ven ahora. Está ahí, en ese rincón, el mismo donde lo dejó hace cierto tiempo. El paquete que Alex le mandó. Y casi en trance, pese a que no quiere o, al menos, no querría, porque le gustaría resistir, meterse en la cama, dormir…, lo coge. Lo mira por un instante y a continuación se derrumba. Empieza a desenvolverlo, ávida, curiosa, arranca el papel como si pretendiera precipitar el castigo, hacerse daño cuanto antes para poderse azotar de alguna forma y expiar de inmediato y por completo ese deseo juvenil… de darse un baño. El último trozo de papel cae al suelo. Y aparece entre sus manos.

«Para ti, para Niki.»

Un DVD. ¿Qué será? ¿Cuándo me lo habrá mandado? ¿Había encontrado ya mi carta? Después ve la fecha. No, lo mandó el día que se marchó. La noche en que salí por primera vez con Guido. Y sólo de pensar en ese nombre y en lo que ha sucedido desde entonces todo le parece absurdo, una eternidad, otra época, otro mundo, otro planeta. Antes de que la domine un ataque de pánico, Niki se aferra al DVD, lo abre, lo sujeta entre las manos, con las dos a la vez, como si fuese un documento importantísimo hallado después de varios años de búsqueda. Lo levanta poco a poco. Es delicado, frágil, fundamental, es el mapa de la verdad, el testimonio de esa leyenda que siempre se cuenta sin acabar de revelar del todo. Estoy segura de que aquí dentro encontraré todo cuanto necesito. Lo introduce en su ordenador y pasados unos segundos aparece el icono negro con la palabra «Play» escrita encima. Nik hace clic sobre ella y tiene la impresión de abrir una puerta, de asomarse a una dimensión desconocida. «Yo era ella, ella era yo, éramos uno, éramos libres.» La canción del día en que nos conocimos, cuando tuvimos ese accidente, cuando me caí. She's the One… Las notas prosiguen lentamente. «Éramos jóvenes, estábamos equivocados, estuvimos bien desde el principio…». Y en la película aparece Alex. Sonríe. La música va bajando de volumen y él empieza a hablar: «Amor mío… Me gustaría decirte que soy feliz, pero no he encontrado suficientes palabras… Este mundo no ha inventado palabras bastantes para poder expresar lo que siento por ti. Así que lo que pretendo es que estas imágenes hablen por mí…» El vídeo sigue pasando. La música sube de nuevo y se ven, una tras otra, las fotografías de los dos juntos. Alex y Niki en una fiesta, Alex y Niki aprendiendo a conducir, fotografías sacadas con el móvil. Niki que duerme y se enoja porque se da cuenta de que él la está filmando mientras se despierta. De vez en cuando se oye la voz de él: «Aquí estabas preciosa, aquí te amé durante toda la noche, aquí tuve miedo… Miedo porque me estaba enamorando de ti…» La música se eleva de nuevo y empiezan a verse las fotografías de Alex solo en el faro durante los días en que la estuvo esperando. «Aquí era cuando mi vida ya no tenía sentido…» Niki sonríe. «Aquí, cuando comprendí que renacía.» Unas breves imágenes de él saliendo de la casa del viejo guardián del faro.

«¡A la mesa!», su voz, la de ella, Niki. Qué ridícula estaba vestida de ese modo… ¡Era la primera sopa de mi vida! Y más fotografías e imágenes. «Aquí comprendí que era un idiota, que sólo había perdido el tiempo…» Una música diferente. Coldplay. Empiezan las imágenes de Nueva York. Niki siente una punzada en el corazón. Los contempla en silencio a los dos corriendo por las calles de Manhattan, ella que entra en Gap y a continuación en Levi's, ella que se prueba algunos vestidos y camisas, ella que empuja con una mano la cámara. Ella que dice: «Venga… No me grabes ahora… Que sepas que si lo haces no me casaré contigo…» Ese día lo dijo de broma, como si se tratara de una frase tonta que nunca, jamás, se haría realidad. Niki se echa a llorar lentamente, en silencio, sus lágrimas resbalan veloces, una tras otra, como un río en crecida, como una ola que se hincha, enorme, que ya no puede contenerse, de manera que se abandona, se deja llevar, se siente turbada por un alud de sentimientos confusos y su llanto va en aumento. La música prosigue. Aparece el paseo en helicóptero, la vista de Nueva York desde lo alto. El letrero sobre el rascacielos del Empire State. «Perdona, pero quiero casarme contigo.» Y el primer plano final de Alex. «Perdona, pero no he sido preciso. Perdona, pero siempre te querré.» Niki no puede resistirlo más, empieza a sollozar y se tapa la cara avergonzándose de ese beso, de su repentino deseo de rebelarse, de alejarse de todo lo que tenía, del maravilloso amor de Alex. Y entonces, pequeña náufraga por elección, se desespera en silencio, se enjuga las lágrimas con el dorso de la mano, apenada, desconcertada, desorientada y también enfadada por no poder culpar a nadie más sino a sí misma de ese extraño e inesperado cambio. Pero ¿por qué las cosas han salido así? ¿Qué ha sucedido realmente? Un vacío enorme la embarga y se siente más sola que nunca, a pesar de que sus padres, que están en la habitación de al lado, la quieren y la apoyan en todas sus decisiones. Y lo mismo puede decirse de sus espléndidas amigas, que siempre están en sintonía con ella, además de presentes en cualquier ocasión. En ese momento Niki se siente como un globo deshinchado. Hay algo que nadie puede apartar de mí. Algo de lo que ni siquiera puede hablar porque no sirve de nada, no se puede ni explicar ni comprender. La falta del amor. Perder el amor, el final de un amor, la fuga de un amor. Cuando eso sucede te sientes desnuda y vacía. Aunque quizá estés bien contigo misma, no dejas de ser una belleza sin alma. Impelida por esa inmensa soledad, se mete en la cama. Tal vez mañana lo vea todo distinto. Puede ser. Transida de dolor, exhausta, se tira sobre la almohada como si buscara un refugio, una playa segura, un meandro tranquilo en el que poder refugiarse de todos esos pensamientos. Pero ¿quién es el verdadero culpable de todo esto?

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