Ochenta y nueve

– Este sitio es precioso, mira, se ve el lago y hay una iglesia en el interior. ¡Aquí se podría hacer la cena, aquí el baile y la tarta, y aquí los fuegos artificiales!

El Mercedes rosa asciende por los senderos campestres. Margherita enseña a Niki los diferentes lugares donde podría celebrarse la ceremonia.

– La vista del lago de Bracciano es magnífica, y ahí tienes los vestuarios para los novios. La cena podría servirse en parte dentro y en parte al aire libre…

A Niki apenas le da tiempo a sacar algunas fotografías, porque el coche sale a toda velocidad por el camino de San Liberato.

– En vuestra opinión, ¿cuánto debe de costar un sitio así?

– Doce mil euros sólo el alquiler.

– Ah…

– Bueno, a fin de cuentas, uno se casa sólo una vez, ¿no? -Las dos se echan a reír mientras Niki arquea las cejas. ¡Dios mío, menuda ocurrencia he tenido!

Claudia conduce a toda velocidad y el coche casi entra en dirección contraria en la explanada que hay delante de la entrada.

– Aquí se casaron Eros Ramazzotti y Michelle Hunziker…

– ¡Pero han roto!

– Pues sí, pero la culpa no es del castillo, ¿no?

El portero abre la verja y las deja entrar. Margherita se vuelve risueña hacia Niki.

– Conocemos a una de las Odelscalchi… Es muy simpática.

El coche asciende veloz por la cuesta. A la izquierda se extiende, tranquilo y apacible, el lago de Bracciano. Niki mira por la ventanilla.

– ¡Es precioso! -Saca una fotografía.

– Sí, ¡este sitio es un poco más caro, pero aquí la velada sería fantástica! Las salas son estupendas, con todas esas armaduras, cuadros antiguos y cortinajes. ¿Ves ese patio de allí? -Margherita le indica un claro cubierto con unos preciosos rosales y rodeado por los muros del castillo, que en otoño se recubren con una hiedra ligeramente amarilla-. Ahí quedaría precioso el aperitivo.

– Sí, pero las frituras…

Claudia añade, divertida:

– Frituras servidas en cucuruchos, unas sartenes enormes sobre el fuego y el aceite que chisporrotea… Adoro las bodas así.

– Oh…, claro -dice Margherita-. Pues así será: jamón cortado en lonchas, trozos de parmesano, una deliciosa trenza de mozzarella fresca…

Claudia vuelve a intervenir:

– Sí, las de Latina o Salerno, que están buenísimas… Y también una buena burrata, ¿eh? Deberíamos traerla de Puglia. -Cierra los ojos soñadora-. Mmm… ¡Me está entrando una hambre!

– Venga, Claudia, sigamos con el paseo. Ésos son, a fin de cuentas, los detalles. ¡Niki tiene que verlo todo!

– Esto… Gracias… -Niki sonríe entre las dos hermanas mientras el coche arranca a toda velocidad rumbo a nuevos e increíbles lugares. Poco después se encuentran en la via Appia.

– Ésta es la villa de los Quintili, un lugar de ensueño.

Después pasan a la Aurelia.

– Éste es el camino del Acqua Fredda, precioso, con una atmósfera particular… ¡Y de noche es aún mejor!

Poco después ven también algunas de las viejas mansiones que hay en la Cassia, inmersas en el verde del parco di Veio.

– Ésta es fabulosa, aquí han estado un montón de vips.

Después llegan a Palidoro, la última etapa, que se encuentra en las Proximidades de la Posta Vecchia.

– La acaban de rehabilitar. ¡El catering es delicioso y las vistas al mar, ni te cuento!

Y siguen subiendo y bajando por la costa y la campiña del Lacio hasta que por fin aparcan de nuevo bajo la casa de Niki.

– Gracias por todo…

– Entonces, ¿qué te parece? Las posibilidades son infinitas, ¿verdad? Es conveniente verlas todas en seguida y después decidir… Aunque la boda sea dentro de cinco meses… ¡Luego, sin saber por qué, los días vuelan!

Claudia asiente.

– Sí, recuerdo que cuando me iba a casar las semanas pasaban en un abrir y cerrar de ojos… Llegabas al lunes con la ansiedad de que todavía no habías concluido nada, y luego, cuando por fin elegías la casa… Bueno, pues para esa fecha ya la había reservado otro.

– ¡Esperemos que no!

– Sí… Cuando te interesa algo hay que pedirlo en seguida, porque de otra manera… Parece una broma del destino… ¡pero siempre sucede lo mismo!

– Bueno, nos vemos mañana…

– ¿Mañana?

– Sí, hemos pensado que… -Margherita abre una hoja repleta de apuntes-. Veamos, mañana tenemos que ocuparnos de los regalos para los invitados, de la organización de las mesas y de las invitaciones… Pasado mañana, del vestido, del maquillaje y del peluquero… Es conveniente hacerlo todo en seguida.

– Porque después, la semana que viene -interviene Claudia indicando las notas de Margherita-, hay que ver los regalos para los novios y la lista de bodas…

– Sin olvidar la luna de miel… -le recuerda Margherita-. Tenéis que decidir adonde queréis ir, y luego, si os parece bien, podéis incluirlo en la lista.

– Sí, pero la verdad es que no es conveniente hacer eso porque la gente, con la excusa de que tiene que poner dinero, se gasta menos de lo que cuesta el cubierto.

– Sí, nosotros cometimos ese error y fuimos a la Polinesia. Quince mil euros de viaje. Bueno, pues lo incluimos en la lista y apenas cubrimos la mitad del precio.

– No te preocupes, te salvaremos de los típicos listillos que hay en todas las bodas…

Niki suspira y a continuación esboza una sonrisa.

– Vale, nos vemos mañana a la misma hora.

Las dos hermanas se alejan dejando a Niki junto al portal. Sí, puede que me salven de los listillos que hay en todas las bodas… pero ¿y de ellas? ¿Quién me salvará? De golpe le viene a la mente la película que protagonizó Julia Roberts, Novia a la fuga, cuando ella dice: «Tú quieres un hombre que te acompañe hasta la playa, que te tape los ojos con la mano para que puedas descubrir la sensación de la arena bajo tus pies. Un hombre que te despierte al amanecer ansioso por hablar contigo y que se muera de ganas de saber qué dirás.» Eso es. A mí también me gustaría tener eso mismo. ¿Por qué las cosas más bonitas sólo suceden en las películas?

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