Veintinueve

Delante de la puerta, varias propuestas escritas en colores llamativos. Varios folletos con ofertas cuelgan de un tablero de anuncios que hay detrás de un cristal. Alex sube los escalones y entra. Allí sí que saben cómo tratarlo.

– ¡Hola, Chiara! Veamos, esta vez debemos hacer algo verdaderamente especial… En fin, importante…

– ¿Qué quieres decir? ¿Que la última vez no quedaste satisfecho?

– No… De eso nada, todo fue de maravilla, perfecto, pero en esta ocasión, bueno…, sí…, en fin…, ¡debe serlo aún más!

– ¿Y se puede saber quién es la nueva afortunada?

Alex arquea las cejas.

– ¿Por qué?

– Bueno, te veo muy entusiasmado…

Salta a la vista que a algunas personas les resulta extraño que uno trate de hacer siempre cosas diferentes para la misma persona.

– Es Niki Cavalli.

Chiara parece un poco decepcionada. Alex se da cuenta. Quizá para ella el amor sea ya una pura cuestión de rutina. Lástima. Alex se sienta delante de ella.

– Veamos, tengo cuatro días libres y he pensado que… Podría ser bonito… Sí, en fin, esta tarde, mientras estaba en el despacho, he navegado un poco por Internet y he encontrado unas cosas realmente estupendas…

Dispone varios folios sobre la mesa. Ella los mira. Están llenos de apuntes, subrayados, dibujos y lugares marcados además de un mapa trazado con gran esmero y, sobre todo…, con amor. Eso debe de ser lo que le sorprende tanto a Chiara, piensa Alex. Y, en efecto, así es. Chiara recorre con la mirada las hojas de papel mientras se pregunta cómo es posible que después de dos años un hombre de éxito como él, guapo, divertido y simpático, un tipo que, en pocas palabras, podría tener muchas mujeres, todavía sea feliz como un niño por el mero hecho de darle una sorpresa a esa bendita de Niki Cavalli. A saber por qué ella le resulta tan especial. Chiara escucha risueña esa especie de mar borrascoso de palabras. Alex y sus propuestas. Alex y sus ideas fantasiosas, sus suposiciones y sus curiosidades. Y asiente con la cabeza mientras le lee varias direcciones que ha anotado. Luego se mira al espejo que está a espaldas de él y se arregla el pelo. Y piensa. ¿Qué tendrá esa tal Nicoletta que no tenga yo? ¿Por qué una chica como yo, guapa, simpática y divertida, una treintañera de muy buen ver, no le gusto?

Alex alza la mirada de los folios.

– Pero ¿me estás escuchando?

– ¡Por supuesto que sí! -Chiara vuelve a la realidad-. ¡Claro!

Abre una página en el ordenador, comprueba algunos datos, luego abre otra, hojea un folleto, hace una serie de consideraciones mentales y se pone manos a la obra. Por enésima vez, estudiará el mejor paquete posible para contentar al cliente, el mismo paquete que, al menos una vez, una sola vez, le gustaría recibir como regalo de alguien que la sorprenda y la rapte por un día, un fin de semana, toda la vida. Programar las vacaciones a los demás es para Chiara un sufrimiento increíble. Le encantaría ocupar el lugar de esa «cría», como la llama sin cesar en su fuero interno… A continuación hace la pregunta de rigor:

– ¿Cuánto quieres gastar?

Alex le sonríe.

– No me he marcado ningún límite.

Chiara sacude la cabeza.

– Bien… Claro -y se sumerge de nuevo en el ordenador.

De repente cae en la cuenta. No hay lucha posible. Sonríe una vez más a Alex desde detrás de la pantalla a la vez que entiende que jamás Podrá ser suyo por una sencilla, sencillísima, razón: él está perdidamente enamorado de ella.

Alex la mira. Hay que reconocer que Chiara se esfuerza de verdad cuando hace las cosas. No hay nada más bonito que ver a una persona que ama su trabajo. Es maravilloso conocer a gente así. Si Alex supiera… Pero él ignora la verdad, como a menudo sucede con muchos de los que viven a nuestro lado y son amables con nosotros. Jamás sabremos por qué lo son, y qué es lo que sienten en el fondo.

Pasada una media hora, Alex se despide, cierra la puerta a sus espaldas y baja los escalones. Está encantado con su plan. En esa agencia son muy competentes. Coge el móvil y llama a varias personas para que lo ayuden a materializar su idea. Entiende que es absurdo y sonríe mientras lo cuenta. Sí, hay que reconocer que no es fácil. Pero el mero hecho de haberlo imaginado implica haber realizado ya la mitad de ese sueño.

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