Setenta y nueve

Un ruido martilleante llega procedente de la calle. Olly se despierta molesta. Se tapa la cara con la almohada. En vano. El ruido se oye igual. Resopla y se incorpora en la cama. Mira a su alrededor. El dormitorio. Está decorado con gusto, es moderno y el suelo está cubierto por parquet de abedul del mismo tono que la puerta y las ventanas. A los pies de la cama, que es baja, redonda y muy grande, hay una alfombra suave. Olly mira a su izquierda. Lo ve. Ve su hermosa espalda morena cubierta con varios tatuajes. Chris sigue durmiendo. No. No es posible. Lo he hecho. Me he acostado con él. Y la verdad es que no tengo la impresión de que haya sido nada espectacular. Me siento como si hubiese dormido mucho. Olly ve la Nikon sobre una mesita. Se levanta. Camina descalza hacia la cámara fotográfica. La enciende. Pasa las fotografías. Son preciosas. Ella aparece en todo tipo de poses. Sí, Chris es realmente un buen fotógrafo. Acto seguido deambula por la habitación. Las paredes están tapizadas con fotografías de modelos. Y de él. Las poses también son de lo más variopintas. Olly arquea las cejas. Sale de la habitación. Camina lentamente por el apartamento de Chris, que es enorme. Y muy bonito. Tiene un altillo al que se accede por una escalera metálica. Olly sube por ella. Arriba hay varias estanterías con libros y unos cuantos aparatos de gimnasia. Vuelve a bajar. En otra repisa ve unas notas enmarcadas. Las coge y las lee. Están escritas a mano con distintas caligrafías. «¡Chris…, te adorooo!», «Llámame cuando quieras», «Ya te echo de menos…», «Estás buenísimo, ya sabes dónde encontrarme…», y otros cumplidos por el estilo.

Junto a ellas hay un bloc y un bolígrafo. Las amigas de Chris deben de haber arrancado las hojas enmarcadas de ahí. No es posible. O sea, que cada vez que viene una de esas tipas, ¿le deja una nota y él la enmarca? Qué asco. ¿Qué clase de tipo es? Olly mira alrededor y de repente se percata de que en ese apartamento vive un auténtico Narciso. En un abrir y cerrar de ojos toma una decisión. Se precipita hacia el dormitorio. Chris sigue durmiendo. Se viste a toda velocidad, va al cuarto de baño, ni siquiera se peina. Se calza las botas, coge el bolso y sale de la casa. En un principio se encamina hacia el ascensor, pero luego le entran ganas de caminar y baja la escalera a pie. Casi corriendo.

Nada más llegar al patio enciende su móvil. En ese preciso instante oye que alguien la llama.

– Olly.

Es Simone, que sale de uno de los edificios contiguos.

– No me lo puedo creer…, ¿qué haces tú aquí? -le pregunta ella mientras trata de sobreponerse.

Simone la mira estupefacto. Nota que se ha vestido a toda prisa. No es propio de ella.

– Yo vivo aquí.

Olly lo mira.

– ¿De verdad?

– Sí, de verdad. Y ahora voy camino del trabajo. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? -mientras lo dice, Simone mira hacia el edificio del que ha salido ella. Sabe de sobra quién vive ahí. Ese tipo. El fotógrafo. No obstante, opta por no decir nada. Quizá no sea así… Quizá se equivoque.

– Oh, no, nada… -La verdad es que no sabe qué decir.

– ¿Te acompaño al trabajo?

Olly se aturrulla.

– No, no, gracias… Me tomaré un par de horas libres… Iré a casa…, me cambiaré… Nos vemos más tarde, discúlpame tú con los del despacho… -dice, y se aleja a toda prisa. Confusa. Avergonzada. Incrédula.

Simone vive allí. Precisamente él. Caramba. Menudo ridículo. Llega a la calle. Busca el móvil y llama un taxi. Lo espera paseando nerviosa por la acera.

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