Más tarde, salen relajados y sonrientes del hotel. Fred los espera delante de la entrada.
– Por favor… -Les abre la puerta para que entren.
– ¿Todo en orden, Fred?
– He hecho lo que usted me sugirió, señor Belli, le he dado las entradas a mi hijo, que ha ido con su novia. Me ha llamado hace un rato. Dice que el espectáculo les ha encantado.
– Sí… Qué lástima que nos lo hayamos perdido…
Niki y Alex se miran risueños, pero luego Niki frunce el ceño.
– ¿Qué lástima?
– Chsss.
Fred los mira sonriente por el espejo retrovisor.
– Si lo desean, he hecho otra reserva para mañana; quedaban sólo dos entradas libres, han tenido mucha suerte.
– Pero… -Alex hace un amago de decir algo, pero Fred asiente con la cabeza.
– Puede estar tranquilo… Acaba a tiempo…
– ¡En ese caso, de acuerdo!
Niki comprende que están tramando algo y mira a Alex con ojo escudriñador.
– Y ahora, vamos…
– ¿Adónde?
– A cenar. ¡Tengo una hambre de lobo!
Después de haber dado buena cuenta de un filete acompañado de un magnífico vino italiano en Maremma, una taberna que se encuentra en Times Square y cuyo servicio es impecable, Alex y Niki van a un pequeño local del SoHo.
Niki está extasiada. Se deja guiar por él confiada y curiosa, como si fuese una pequeña Alicia en el País de las Maravillas, sólo que a ella no le esperan feas sorpresas. Descubre y se asombra con un sinfín de cosas. SoHo, el auténtico paraíso del shopping. Ha oído hablar de él y ha visto numerosas imágenes en la televisión. Las grandes cadenas comerciales: Adidas, Banana Republic, Miss Sixty, H &M y el mítico Levi's Store. Por no hablar de Prince Street con sus vestidos vintage, el glamour de las marcas, las prestigiosas boutiques, la ropa interior adecuada para cada situación y unos puestos que ofrecen de todo… Además de la galería fotográfica.
– ¿Ves cuántas fotos? La idea surgió de un grupo de fotógrafos y artistas independientes en 1971. Todos los meses organizan aquí exposiciones personales… ¿Y sabes por qué se llama SoHo?
– ¡No!
– El nombre deriva de las iniciales de South of Houston, porque el barrio está ubicado al sur de Houston Street.
Y luego ese local. Merc Bar, escrito en color cobre sobre ladrillos rojos. Increíble. Niki y Alex entran. Luces difusas, música a todo volumen, gente que sonríe, que brinda y que conversa. Alex lleva a Niki cogida de la mano mientras avanza entre los clientes.
– Mira…, ¡es Mouse!
El joven diseñador gráfico se acerca a ellos. Sonríe. Luce una perilla al estilo de D'Artagnan, tiene una sonrisa preciosa, el pelo rizado y oscuro, y lleva una cazadora de piel, unos pantalones estrechos y unos zapatos Church's. Alex y él se abrazan.
– ¡Cuánto tiempo!
– ¡Qué alegría volver a verte! -Permanecen abrazados hasta que Alex esboza una sonrisa-. Gracias por todo, ¿eh?…
– Faltaría más… Pero ¿por qué no me la presentas? ¿Tienes miedo de que se enamore perdidamente de mí?
Niki sonríe. De hecho, el tipo no está nada mal. Mouse le estrecha la mano.
– Así que tú eres la tristemente célebre Niki-LaLuna…
– ¡Dicho así, parece el nombre de un mafioso!
Mouse se echa a reír.
– Aquí todos te llaman así… Te has hecho famosa en nuestra agencia… Aunque debo decir… -La escruta y sonríe a Alex-. En persona está mucho mejor, ¿eh? Nuestro Alex sí que es listo…
Al fondo del local, una banda empieza a tocar «Jazz samba». Una mujer rubia con una voz grave y cálida canta siguiendo las notas de un saxofón. Por debajo se oye una guitarra que lleva el ritmo. Alex, Niki y Mouse se sientan a su mesa y se pierden entre las notas de un tema histórico de Charlie Byrd y entre alguna que otra cerveza perfectamente helada.