Catorce

Niki sigue en casa de Olly, riéndose y bromeando con sus amigas.

– ¡Parad, antes me habéis tirado el batido por encima! ¡Ay…, vamos!

– ¡Pero si no es nada, está frío, así que te hará bien en las piernas!

– ¡De eso nada, me las mancha!

– ¿Y quién te va a ver?… Sólo Alex, ¿me equivoco?

– No lo sé…

– ¿Ah, no? -y se abalanzan de nuevo sobre ella y empiezan a hacerle cosquillas.

– No, os lo ruego, cosquillas no, no me encuentro bien. He comido. Socorro, ¡basta o vomitaré encima de vosotras! Os juro que lo haré…

– ¡En ese caso, dinos de inmediato el nombre de ese tío tan bueno que has conocido!

Niki se ríe y forcejea bajo sus manos, que siguen haciéndole cosquillas.

– Socorro, ay, basta, os juro que no me acuerdo…

Luego consigue escabullirse por debajo, resbala del sofá y escapa hasta que se detiene junto a su bolso.

Justo en ese momento oye el móvil, que había puesto en modo de vibración. Es Alex, que prueba a llamarla. Una, dos, tres llamadas. Niki busca el teléfono en el bolso, lo encuentra y responde en el último momento.

– ¡Por fin! Pero ¿qué sucede? ¿Por qué no contestabas? -Es obvio que Alex está agitado.

Niki mira a sus amigas por un instante y se le ocurre una idea.

– Ah, hola… ¿Cómo estás? ¡Qué sorpresa! -Acto seguido tapa el micrófono con la mano y se dirige a sus amigas-: Es él, es él. ¡No me lo puedo creer! -salta en el sitio con una alegría incontenible.

– Nosotras tampoco -susurra Olly acercándose a ella.

Todas la rodean de inmediato, se pegan a ella aproximando la oreja al móvil para escuchar la voz y, sobre todo, lo que dirá el nuevo.

Alex mira boquiabierto el teléfono.

– ¡Qué sorpresa ni que ocho cuartos! ¡Pero si acabamos de hablar!

Niki entiende que sus amigas están a punto de reconocerlo y se aparta de repente del grupo.

– Bueno, pero para mí es una sorpresa oírte de nuevo… ¿Sabes que hoy estás encantador?

– ¿Hoy? ¿Y cuándo nos hemos visto? Pero si cuando me despedí de ti todavía iba en pijama…

– Por eso mismo, estabas perfecto así…, con ese pijama…

Alex cada vez entiende menos lo que está ocurriendo.

– ¿Qué te pasa, Niki? ¿Has bebido? -Un instante después, Niki ya no puede mantenerse alejada de las Olas, que al final logran inmovilizarla. Trata de no soltar el móvil, lo cubre con la mano-. No, vamos, quietas, es mío, es mío…

Alex oye todo el revuelo.

– ¿Qué es tuyo? ¿Niki?

Olly le arrebata el Nokia mientras Alex intenta entender algo.

– ¿Hola? ¿Hola?… ¿Niki? Pero ¿qué pasa?

Olly escucha por el móvil.

– No, quieta, devuélvemelo… ¡Devuélvemelo! -Niki forcejea mientras Erica y Diletta la sujetan, tratando de recuperar el móvil.

Pero Olly lo ha reconocido ya.

– ¡Hola, Alex!

– ¿Quién es? ¿Olly?

– ¡Claro! Soy yo… ¿Cómo estás?

– De maravilla, pero ¿se puede saber qué le pasa a Niki?

Olly mira a la prisionera de las Olas.

– Ha tenido que ir corriendo al baño. Hacía ya una hora que se

estaba haciendo pipí… Hemos bebido unos batidos, tisanas…, ya sabes cómo son esas cosas… Ah, aquí está, ya ha vuelto, te la paso.

Las Olas la liberan.

– ¿Hola?

Alex sigue patidifuso en medio de la calle.

– Niki, pero ¿qué pasa? ¿Qué sucede?

– Te lo acaba de decir Olly, ¿no? Tenía que hacer pipí, ¡no podía aguantarme más!

– Perdona, pero… ¿no podías llevarme al cuarto de baño contigo?

– ¿A hacer pipí? ¿Mientras hablamos por el móvil? ¡Guarro! Con el mío también pueden hacerse videollamadas, ya lo sabes… Querías espiarme, ¿eh?

– ¿Yo? Estáis locas. Bueno, me voy a casa. ¿Hablamos luego?

– De acuerdo, cuando llegue a casa te llamo. -Niki cuelga.

Erica la mira sorprendida.

– Eh, pero ¿cuántas veces habláis por teléfono al día?

– Muchas… Muchísimas, cada vez que nos apetece.

– Peor que Giò y yo.

– ¡Sólo espero que a nosotros nos vaya mejor! ¡Sin ánimo de ofender, ¿eh?!

– Estaba segura de que no era ese tipo.

Olly se encoge de hombros, divertida.

– Y yo también.

– Pero ¿qué estáis diciendo? El hecho de que quisieseis oír su voz demuestra que no lo teníais tan claro. Sois unas mentirosas…

Diletta se sienta en el sofá.

– Yo estaba convencida de que era Alex.

– ¿Por qué?

– No sé, era una sensación… Tú no serías capaz de dejarlo de buenas a primeras y empezar a salir con otro.

Niki se hace de rogar.

– ¿Cómo puedes estar tan segura? La gente cambia, vosotras mismas lo habéis dicho. Además, nunca se sabe. ¡Claro que tú también, Olly, podrías haberte inventado algo mejor, no hay quien se trague la historia de las ganas irreprimibles de orinar!

– Pero él se lo ha creído…

– Digamos que ha preferido creérselo…

– ¡Erica!

– Tengo la impresión de que a veces los hombres saben de sobra lo que pasa y disimulan, no quieren aceptar la realidad. Mirad si no lo de Giò: piensa que cuando rompimos yo tuve una historia, pero lo cierto es que jamás he salido con nadie.

– Imagínate si supiese la verdad.

– ¡No se lo creería!

– Sí… Estoy de acuerdo…

– Creo que lo dejarías tan destrozado que optaría por pasarse a la acera de enfrente.

– ¡Olly!

– ¡Claro que sí! Si un hombre descubre que su mujer ha cambiado hasta ese punto, a buen seguro empezará a rechazar de plano al sexo femenino en general. Además, yo no tengo nada contra los homosexuales, al contrario…

– ¿Qué quieres decir?

– ¡Esta noche os he invitado para celebrar algo! ¡Me han aceptado para hacer unas prácticas con un diseñador! ¡Y ésos son todos homosexuales!

– ¡Genial!

– ¿Que sean homosexuales?

– No, ¡las prácticas!

– Sí, estoy muy feliz.

– ¡Fantástico! Felicidades…

Olly se precipita a la cocina, coge una tarta blanca y rosa llena de copos de azúcar, con las siguientes palabras escritas encima con signos de exclamación: «En prácticas… ¡Sin riesgos!», y la coloca en el centro de la mesa de la sala.

Todas se acercan.

– ¿Qué significa?

– Que no correré la suerte de la Lewinsky… ¡Ya te lo he dicho! ¡Mi jefe es marica!

– ¡Eres demasiado, Olly!

– ¡Soy demasiado feliz! Al menos ganaré un poco de dinero y no dependeré exclusivamente de mi madre…

– ¡Pero si esta casa se la debes sobre todo a ella!

– ¡Claro! A ver quién podría permitírsela, si no…

– Míranos a nosotras, vivimos en casa de nuestros padres, seremos unas niñatas el resto de nuestras vidas…

– No, hay una forma de evitarlo -Olly pasa el primer trozo de tarta. Erica lo coge.

– Sí, claro, que nos adopte tu madre y que nos financie.

– Siempre podéis casaros.

– ¡Qué triste!

– ¿Casarse?

Niki se apodera del segundo pedazo.

– No, quiero decir hacerlo con la única intención de salir de casa…

– No sabes cuánta gente lo hace sólo por eso… -A Diletta le corresponde el último.

– De acuerdo, pero debe seguir siendo un sueño… Si se convierte en un mero trámite, ¿qué gracia tiene?

– Sí, tienes razón.

Y esta vez todas están de acuerdo, al menos en eso. Y se comen la tarta hecha con nata y cubierta de unos ligeros copos rosas de azúcar risueñas, pensativas y en silencio, exclamando de vez en cuando «Mmm… ¡Qué rica!»

– Sí… Otro kilo más… Todo aquí…

Con la alegría en los ojos, el futuro incierto, pero con mucha dulzura en la boca y todas con ese pequeño gran sueño en el corazón Una casa propia donde sentirse libres y protegidas. Una casa que decorar, construir e inventar. Una manera de sentirse aún más mayores.

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