Pietro hojea rápidamente el periódico con la mano izquierda mientras bebe un capuchino con la derecha. De repente repara en una noticia y sacude la cabeza poco convencido. No es cierto. Qué estafadores, el cincuenta por ciento de las noticias que aparecen en los diarios son falsas. Habría que verificarlas. Al fondo de la sala se abre la puerta del dormitorio de Flavio, que sale con el pelo enmarañado y con la parte de arriba del pijama del revés.
– Madre mía, qué noche…
– Habla con propiedad… -Pietro apura su capuchino-. Madre mía… ¡Vaya polvo! ¿O no?
– Sí… Increíble. -Flavio sigue atontado pero risueño, se sienta orgulloso a la mesa y se sirve un poco de café en una taza-. Apenas me lo podía creer, menuda fiera, me ha puesto en un aprieto, la verdad… Jamás me lo habría imaginado, ¡ha sido una noche realmente increíble!
Pietro se pone la chaqueta.
– Eso espero porque, con lo que me ha costado…, sólo habría faltado que después no estuvieses contento…
– ¿De quién hablas? ¿De la brasileña?
– Por supuesto, esas dos cuestan quinientos euros la noche, ¿qué te crees, coño? ¡Ella y la venezolana! Quería que Alex y tú quedarais contentos. Tú necesitabas recuperar un poco de autoestima, tranquilidad y sobre todo… ¡desahogarte! Él…, bueno, era su fiesta… Mejor dicho, ¡más que una fiesta era su sacrificio! ¡En fin, que le correspondía una acompañante con cualidades especiales!
En ese momento Pietro se percata de que Flavio se ha quedado con la boca abierta.
– Perdona, ¿pensabas que habíais ligado con una chica normal? Pero si se veía a la legua, sólo la manera de bailar… ¿No viste cómo te metía las tetas en la cara y movía el culo? Por favor… De infarto…
– Pues sí, de hecho… Bueno… -Flavio intenta sobreponerse-. Yo creí… En fin. Como se hacía la estrecha…
– ¡Evidentemente! Es su trabajo. ¡El hombre debe creer que es siempre el depredador!
Flavio da un sorbo a su capuchino. Sigue dándole vueltas a lo que ha pasado.
– ¿Y las demás?
– No, ésas eran simplemente chicas imagen. Ciento cincuenta euros.
– Ah, simplemente… También ellas bailaban bien.
– Sí, de maravilla. Bueno, me voy a trabajar, colega. En cualquier caso, estoy feliz, la noche no podría haber ido mejor.
Flavio cae de repente en la cuenta.
– Pero ¿qué hicieron Enrico y Alex?
Pietro se pone el abrigo.
– Imagínate… A esas alturas estabas ya borracho y no te diste cuenta de nada. Enrico sintió una repentina nostalgia de Ingrid…
– ¿A pesar de esa canguro, Anna, que, según dice, es una maravilla?
– Sí, no pudo resistirlo y puso pies en polvorosa… Samantha, una de las chicas imagen, había concluido el tiempo que debía pasar con nosotros y le pidió que la llevase, pero él se negó.
– ¡No!
– Sí, tuve que llamar a un taxi.
Flavio sacude la cabeza y muerde un trozo de croissant.
– Está fatal… ¿Y Alex?
Pietro esboza una sonrisa.
– La venezolana… ¿Te diste cuenta de lo guapa que era?
– Sí, Monica Belluci a su lado es un adefesio.
– Bueno, me gustaría contarte lo que vi hacer a Alex, pero soy un señor.
– ¡No! ¿Y eso desde cuándo?
Pietro asiente con la cabeza.
– Soy un truhán, soy un señor… -Se dirige en silencio hacia la puerta de entrada-. Sólo te diré una cosa: mientras tú dormías, la oí gritar -y sale dejando a Flavio patidifuso.
Increíble. Quién me lo iba a decir. Alex la ha hecho gritar, uno nunca sabe qué puede esperar de la gente. Crees que son de una manera pero luego siempre te sorprenden. Justo en ese momento se abre la puerta de la calle y Pietro vuelve a entrar.
– Ah, lo de Alex era una broma, ¿eh? ¡Aunque ojalá cayera en la trampa! Ése está completamente enamorado y cree que incluso yendo de putas engaña a Niki.
– Ah… -Flavio se siente más relajado-. ¿Entonces?
– ¡Pues que no hizo nada!
– ¿Y malgastaste quinientos euros?
– ¿Yo? ¿Estás loco? ¡Al final le dije que yo también me caso el mes que viene! A ver quién es el tonto que deja escapar a una como ésa…
– ¡Alex!
– Pues sí… -Pietro cierra la puerta y luego grita desde fuera-: ¡Ah, acuérdate de hacer la compra!
Flavio coge un folio y empieza a escribir de inmediato todo lo que hace falta para la casa. Pasta, agua, servilletas, vasos, vino tinto, blanco, champán…, champán como el de anoche. Se detiene, se mete el bolígrafo en la boca y se queda absorto contemplando la sala. La verdad es que Jacqueline, la brasileña, estaba cañón… La recuerda ensimismado. Rememora como flashes los diferentes momentos de la noche, la luna, su cuerpo oscuro entre las sábanas blancas…, y todas las cosas que le dije, palabras de amor, palabras dulces, las palabras de un borracho. Quién sabe, quizá se reía para sus adentros. Quiero decir que le habían pagado, de manera que toda esa cháchara estaba de más. Podría haber dicho la gilipollez más grande y ella le habría prestado igualmente atención. Y yo que pensaba ya mandarle flores con una nota… Palabras de amor. «En la oscuridad de la noche, una única sonrisa: la tuya.» Tenía unos dientes perfectos. De repente lo invade un sentimiento de vacío, una tristeza infinita, un malestar existencial. y piensa en ella. En Cristina, en su esposa, en su vida, en su trayectoria juntos, en su deseo de construir y, sobre todo, en la belleza de sentirse enamorados. Y, de pronto, ese loft le parece completamente vacío y nunca como en ese momento considera atinada esa frase. Se la dijo su padre antes de casarse: «Habrá días en que no tendrás ganas, en que deberás esforzarte incluso para hacer el amor con tu esposa… Pero llegará un momento en que lo vuestro te parecerá tan importante que el resto se desvanecerá. ¿Sabes cuándo tuvo lugar ese momento en mi caso? Cuando naciste tú.» En ese instante Flavio entiende otra cosa. Que crecer es muy doloroso.