El aeropuerto está lleno de gente que camina arriba y abajo arrastrando maletas de todo tipo. Los grupos organizados rodean a la correspondiente guía y escuchan sus indicaciones. Algunos se despiden con un abrazo y mil advertencias. Otros, en cambio, parten solos y miran los paneles horarios con ansia o aburrimiento, según el caso. Los anuncios ininterrumpidos en varios idiomas llenan el aire. Niki, Diletta, Filippo, Erica y varios chicos de la facultad, entre los cuales se encuentra también Guido, están de pie junto a un quiosco. Hablan felices, imaginan cómo será el viaje y bromean. Filippo abraza por detrás a Diletta y le muerde una oreja. Erica enseña a las otras chicas unos folios que ha impreso de Internet y que muestran varios locales e itinerarios de Fuerteventura. Niki deambula silenciosa. Guido la mira desde lejos. Últimamente está un poco distante. Pero es normal, después de todo lo que le ha sucedido quizá necesite un poco de tranquilidad. En cualquier caso, en Fuerteventura tendrán tiempo de solucionarlo todo.
– Oh, pero ¿cuándo llegará Olly? El mostrador de facturación no tardará en cerrar.
– Y yo qué sé, cuando tenemos que ir a algún sitio siempre llega tarde.
De repente, del fondo del pasillo, en medio de la multitud, aparece Olly corriendo. Arrastra una maleta enorme y lleva una bolsa en bandolera. Erica la ve.
– ¡Menos mal, aquí está!
Olly les sonríe desde lejos y alza la mano en un gesto de saludo. Al cabo de unos instantes llega a su lado.
– ¡Hola, chicos! ¡Aquí estoy!
Todos la saludan.
– Bien, en ese caso podemos ir al mostrador -dice Erica.
– No, esperad un momento -replica Olly.
– ¿Aún? ¿Por qué?
– Tiene que venir alguien más, ha entrado un momento en el servicio…
Erica, Diletta y Niki se miran. Después miran a su amiga.
– ¿Se puede saber quién es? Pero ¿no habías dicho que vendrías sola?
– Lo sé, pero encontró plaza en el avión y no creo que en el hotel nos pongan pegas por una persona más o menos…
– No… -reconoce Erica-. Pero te dije que me avisaras…
– Tienes razón, sólo que entonces no sabía nada…
Pasados unos instantes llega Simone tirando de dos maletas con ruedas. Casi tropieza con una de ellas, se detiene de golpe y mira intimidado al resto del grupo.
– Hola…, encantado… Soy Simone, trabajo con Olly.
Todos lo observan. Niki, Erica y Diletta sonríen. Saben de sobra quién es, Olly les contó toda la historia de los diseños. Aunque la verdad es que jamás se habrían imaginado verlo allí.
– Sí, él es Simone…
Erica se acerca a toda prisa a Olly y le da un codazo.
– ¡Así que estás con él!
Simone, mientras tanto, se ha puesto a hablar con Filippo.
También Diletta y Niki se acercan.
– ¡Venga, sí, si salta a la vista! ¡Te traes a un chico a Fuerteventura! ¡Sales con él seguro, digas lo que digas!
Olly trata de explicar lo que ocurre a sus tres amigas.
– No…, no salgo con él. Le he invitado para darle las gracias, eso es todo. Ya os conté el favor que me hizo, ¿no? Me salvó de morir a manos de Eddy.
Ninguna de sus amigas se cree una palabra.
– Sííí… ¡Claro! -Erica se tapa los ojos como si se negara a ver-. ¡Te gusta y punto!
Diletta está aún más convencida.
– Ni hablar… Le gusta mucho, ¡de lo contrario no lo habría traído!
Se echan a reír y Olly les da unos empujones.
– ¡Sois unas víboras!
– ¡Y tú estás enamorada!
Y, golpeándose entre bromas, se acercan al mostrador de facturación.