Más tarde van al hotel para darse una ducha, esta vez, realmente rápida. Fred los espera luego con su coche para llevarlos al espectáculo de Fuerzabruta.
Los espectadores están de pie en el centro de un pequeño teatro y se desplazan siguiendo la obra. Alex y Niki están abrazados entre los demás, extranjeros entre cien extranjeros, y miran a lo alto. Una tela transparente con agua por encima, juegos de luz y hombres y mujeres desnudos que se lanzan por ese extraño tobogán. Esos mismos hombres y mujeres corren después en círculo por los laterales elevados del teatro sujetos a una cuerda. Bailarines que, siguiendo el ritmo, intentan darse alcance, corren en pos de los demás, se empujan y se acercan de nuevo: una extraña guerrilla física y sensual que se ejecuta sobre unas telas doradas envueltas en unos juegos de luz. Por último se produce una explosión repentina y mil hojas pequeñas y plateadas caen desde lo alto, lentas, girando sobre sí mismas e indicando el final del espectáculo.
– ¿Qué les ha parecido? ¿Tenía razón mi hijo?
– Sí. Es precioso… Único. El coreógrafo es realmente bueno, lo leí en alguna parte. No es su primer espectáculo de éxito, incluso se ha hablado de él en Italia…
– Ya veo.
Avanzan hasta llegar a una explanada.
– Hemos llegado. Justo a tiempo.
Niki no entiende nada.
– ¿Qué pasa?
Alex le coge la mano.
– Tenemos que bajar.
Niki sigue a Alex.
– Pero ¿qué hay aquí? Yo no veo nada…
– Porque está llegando… -Alex mira hacia lo alto.
Justo en ese momento, de detrás del rascacielos y acompañado de un fuerte estruendo, aparece un gran helicóptero negro con unas grandes palas encima y unos reflejos plateados debajo. Baja poco a poco y aterriza en la plaza que hay delante de ellos. El piloto abre la puerta lateral y les hace una seña para que suban.
Niki abraza a Alex.
– ¡Tengo miedo!
– No te preocupes, cariño. Es maravilloso, son americanos, los mejores, y además lo hacen a diario… En serio, tesoro… No debes tener miedo de estas cosas. A veces el miedo te impide vivir.
Esta última frase la convence, de manera que Niki lo sigue y se acomoda a su lado en el interior del helicóptero sin soltar su brazo, que aprieta con fuerza. Alex cierra la puerta. Es la señal. El aparato se ladea y se eleva entre los rascacielos con una hábil maniobra. A medida que va subiendo, el ruido se atenúa. Al alejarse de las paredes de los rascacielos retumba menos.
Niki observa a los dos pilotos que están sentados delante de ella y, Poco a poco, recupera la calma y suelta el brazo de Alex.
– Menos mal… Me lo estabas triturando.
Niki no le contesta. Mira hacia abajo e inspira profundamente.
– Madre mía… Es increíble… Estamos altísimos… Pero tenías razón: a veces el miedo te impide vivir estas cosas tan bonitas.
Alex esboza una sonrisa. Sí, sí, piensa para sus adentros. Poco ha faltado para que el miedo arruinase lo que he preparado. En ese preciso momento, como si todo estuviera orquestado, recibe un mensaje en el móvil. Lo abre y lo lee. «Os veo, estáis llegando, todo está listo. Mouse.»
Alex se apresura a contestarle: «OK.» A continuación exhala un suspiro. Ya no hay tiempo. O ahora o nunca. Tiene que ser ahora.
– Niki…
Se vuelve hacia ella exultante de felicidad.
– ¿Sí?
Alex traga saliva.
– Llevo varias noches sin dormir tratando de encontrar las pala bras adecuadas que te permitan comprender cuánto te quiero, has qué punto tu sonrisa, tu aliento, cada uno de tus movimientos son la razón de mi vida. Me gustaría poder resistir, decir que no es así, hacer como si nada…, pero no puedo…
Alex mira de nuevo afuera. Ya está, todo está saliendo como estaba previsto. El Empire State Building está justo delante de ellos. Se vuelve de nuevo hacia Niki.
– Lo siento, pero es así… ¡No puedo evitarlo!
Ella lo mira sin comprender una palabra.
– ¿De qué estás hablando?
Alex abre los brazos.
– Niki, perdona…
– ¿Perdona?
En ese instante, las luces del último piso del rascacielos que tienen delante se encienden en la noche. Niki ve un gran letrero, inmenso y perfectamente iluminado, como si fuese de día. Alex le sonríe mientras lo lee: «¡Sí, perdona, pero quiero casarme contigo!»
Niki se queda pasmada y cuando se vuelve lo ve allí, frente a sí, con un estuche abierto en la mano. En su interior hay un anillo con un pequeño diamante que brilla en la noche. Alex sonríe emocionado. Se podría decir que él resplandece también.
– ¿Niki?
Ella sigue boquiabierta. Alex le sonríe.
– Ahora, la mujer, que en este caso eres tú, suele decir que sí o que no…
Niki se abalanza sobre él.
– ¡Sí, sí, sí! Mil veces sí… -y casi consigue que se caigan del asiento.
– ¡Socorro! -Alex logra no perder el anillo y al final se ve arrastrado debajo de ella y ríe entusiasta y feliz de que todo haya salido a pedir de boca.
A Niki se le saltan las lágrimas.
– ¡Cariño! Mira… Me has hecho llorar de felicidad. Caramba…
Sin dejar de reírse, Alex le pone el anillo y ella se enjuga el rímel que se le ha corrido.
Poco después, el helicóptero aterriza en la azotea del rascacielos, y cuando entran en el restaurante del Empire State Building algunos clientes se levantan de sus mesas para aplaudirles. Niki está emocionada.
– Lo saben todos…
– Eso parece.
Después los conducen hasta una mesa. Al fondo del restaurante aparece Mouse. Alza el pulgar y les pregunta divertido desde lejos:
– ¿Todo bien?
Alex levanta a su vez el pulgar, como diciendo: «De maravilla.»
Niki los ve.
– ¡Pero si es Mouse! Qué guay…
– Sí, me ha echado una mano. ¡Pero me ha dicho que cuando los del Empire State se enteraron de mi idea organizaron la velada y reservaron las mesas al doble del precio habitual!
– ¡No me digas!
– ¡Sí! Toda esta gente ha venido a cenar aquí por nosotros… ¿Qué te creías, guapa?, les ha encantado la ocurrencia de la propuesta de matrimonio en pleno vuelo mientras se iluminaba el último piso del rascacielos.
– Claro… ¡estás loco, guapo! ¿Qué se podía esperar de un publicista…? -Y se ríen del cómico e inútil intento de parecer unos macarras romanos.
De inmediato se acerca a ellos un camarero para preguntarles qué desean, mientras otro les sirve el champán y un habilidoso violinista se aproxima entonando para ellos las notas de la canción que Niki adora. I Really Want You, de James Blunt.
– Nooo… No me lo puedo creer, es un auténtico sueño.
Alex le sonríe y le coge la mano.
– Tú eres mi sueño.
– Alex…, si nos casamos tenemos que decírselo también a mis padres…
– ¿También?
– Por supuesto… Es más, tendrías que pedírselo…
– ¡Ah, claro! -Alex despliega la servilleta y se la acomoda sobre el regazo-. ¿Y tendré que llevarlos también en helicóptero?
– ¡No, eso no!
– En cualquier caso, esperemos que digan que sí…
– Si quieres, después hablo yo con ellos…
– ¡Pero Niki!
Entre risas, comen paté de pato acompañado de helado de menta y una ensalada fresquísima, luego un filete medium rare para los dos con unas patatas enormes y magníficamente fritas y, por último, un pastel de queso ligerísimo…, bueno, la verdad es que no tanto, pero en cualquier caso realmente rico. Todo ello, acompañado de un óptimo Sassicaia que les ha aconsejado el maître.
– Habrá que encontrar la iglesia…, y el vestido.
– ¿Quieres que lo celebremos en un lugar clásico o prefieres que busquemos algo más original?
– ¿Tú qué te pondrás, Alex? Supongo que no querrás ir muy serio, ¿verdad? -dice Niki y añade-: También tenemos que elegir los recordatorios.
– ¡Y el banquete!
– Ah, sí… Yo serviría sólo pescado… pero ¿y si alguien es alérgico?
– ¿Al pescado? ¡Pues no lo invitamos!
– ¡Venga ya, eso no está bien!
– ¿Y las frituras?
– ¡No pueden faltar!
– ¿Y un poco de jamón crudo?
– ¡No puede faltar!
– ¿Y un poco de parmesano?
– ¡No puede faltar! -repiten los dos a coro.
Siguen inventando, soñando y extendiéndose por doquier.
– Ah, sí…, para la música me gustaría contratar a una banda de rock… Mejor dicho, no, trompetas. Sólo jazz. Quizá podríamos llamar a los Negramaro.
– ¡Figúrate si vienen!
– O a Gigi d'Alessio… ¡Piensa en mis padres!
– ¿Por qué? ¿No les gusta?
_¡No, no es eso! ¡Sólo que imagino que no querrás invitar a un tipo que se ha separado!
– Ah, entiendo…
– Eh… No es fácil organizar una boda.
Y siguen pensando en todas las cosas que van a necesitar.
Cuando acaban de cenar y se disponen a salir, los comensales vuelven a levantarse y les aplauden otra vez. Alex sonríe cohibido y levanta la mano como si de un presidente se tratara.
– Caray… Mouse me las pagará… Por si fuera poco, ahora tenemos un problema.
– ¿Qué quieres decir? -Niki lo mira sorprendida.
– ¡No podemos decepcionarlos!
– ¡Tonto! -Suben de nuevo al helicóptero y atraviesan Nueva York, Central Park, Manhattan, hasta que aterrizan sobre el hotel.
– ¡Gracias por todo! -dicen sonrientes a los pilotos antes de apearse.
Poco después se encuentran otra vez en su habitación.
– Ha sido una noche fantástica, Alex… -Niki se tumba sobre la gigantesca cama.
Alex se descalza y se echa a su lado.
– ¿Te ha gustado?
– Sí, todo ha sido maravilloso…
– Bueno, ¿sabes qué? Lo organicé todo desde Roma y debo decirte que, si bien estaba al corriente de cada detalle, a medida que se iban realizando me costaba creer que fuese verdad. Me preguntaba si no estaría soñando…
– Amor mío… -Niki se vuelve emocionada hacia él-. ¿Quieres hacerme llorar otra vez?
– No… Ojalá eso no suceda nunca… -Alex la abraza.
Niki se abandona mientras él la besa y a continuación sonríe.
– Jamás me habría imaginado… He pensado en este momento desde que era una niña… Oír que alguien me pedía: «Niki, ¿quieres casarte conmigo?» Me lo he imaginado de mil maneras, las más extrañas y hermosas.
– No es posible.
– ¿Por qué?
– Aún no me conocías.
– Idiota… -Niki exhala un largo suspiro-. Pero me has regalado un sueño que supera cualquier realidad…
Alex le sonríe. Cuando estás tan enamorado de una persona te parece que ninguna palabra, ninguna sorpresa pueden bastar para dárselo a entender. Te quiero, Niki. Te quiero con todas mis fuerzas y para siempre. Un beso, otro, y la luz se apaga. Los neones de los edificios de alrededor y alguna nube lejana juegan con la luna cambiando los haces luminosos que de vez en cuando los iluminan como si fuesen platillos volantes o unos aviones lejanos…, o la luz de un faro. La ropa se va deslizando lentamente de la cama.
– Eh, éstas no las había visto…
– ¿Te gustan?
– Mucho…
– Las he comprado hoy a escondidas, a Victoria's Secret…
– Hum, quiero verlas más de cerca…
Una sonrisa en la penumbra, una mano furtiva, un placer inesperado, un mordisco, un suspiro y un deseo infinito de seguir soñando y haciendo el amor. Después, la noche. Una noche oscura. Una noche profunda. Una noche inmóvil. Y sólida. Una noche suspendida. Una noche que parece no transcurrir nunca. Alex inspira profundamente, está sereno, tranquilo. Medio desnudo, tumbado boca abajo, con los brazos debajo de la almohada, los hombros al aire, ligeramente envueltos por las sábanas, que recuerdan a una pequeña ola en una extensa playa. Duerme profundamente. Un pálido rayo de luna traza el perfil de su reposo.
Un poco más allá se encuentra la almohada de Niki, vacía. La habitación parece suspendida en el tiempo. Un gran sillón con algunos vestidos desperdigados por encima, una mesa con unos cuantos objetos, una lámpara apagada y un cuadro moderno de colores intensos. Todo está en silencio, rigurosamente a la espera. En el cuarto de baño cerrado, detrás de la puerta, Niki se ha apoyado en la pila para no caerse.
Su respiración es entrecortada, irregular, y tiene la frente ligeramente perlada de sudor. Siente el estómago encogido en esa noche perfecta. No es posible, Niki, ¿qué te ocurre? Esto es pánico, auténtico pánico, miedo, terror… Niki, ¿tienes miedo de casarte? Se mira al espejo, se lava la cara por cuarta vez, se seca con la toalla blanca que hay bajo la pila y casi se pierde entre los gruesos pliegues de su tejido perfecto. La respiración es ahora más lenta, al igual que los latidos del corazón, poco a poco va recuperando el aliento. Por arte de magia, cuando vuelve a mirarse al espejo se ve de repente como si tuviera diez años más. Tiene la cara sudada, el pelo enmarañado, ¡y con algún mechón blanco! Varias arrugas alrededor de los ojos y el semblante fatigado. Niki se observa con mayor detenimiento. Oh, no. «¡Mamá, mamá!» Un niño tira de su vestido. «¿Mamá? Mamá.» Pero… Lo mira fijamente: es su hijo. Y a su lado hay otro. «¡Tengo hambre, mamá!» ¡Esta vez se trata de una niña! De repente se siente hinchada, torpe, se mira al espejo y su rostro le parece ligeramente más ancho. Mira hacia abajo. «¡Oh, no!» Tiene una barriga increíble. Estoy embarazada…, quiero decir, no es posible, estoy esperando otro hijo. Veamos…, ¡si ya tengo tres! Tres, el número perfecto. En ese momento Alex entra en la cocina imaginaria sonriendo. Tiene alguna que otra cana, pero sólo en las patillas, y además le sientan bien… Por si fuera poco, apenas ha engordado. Caramba, no es posible.
– Hola, cariño… ¡Hola, pequeñajos! Niki, voy a salir…
Se queda sola en la cocina, aún más sudada, con esa barriga enorme y los niños que gritan a su alrededor. Tiene un montón de platos sucios por lavar que casi ondean sobre la pila y se derrumbaría de no ser porque se apoya sobre otra que hay justo al lado. Los dos montones se inclinan, los platos caen al interior de la pila y se rompen, explotan, disparan salsa, pasta y restos de comida como si fuesen una extraña ametralladora enloquecida. Niki se limpia la cara con el delantal mojado. Ahora está sudada y cubierta de salsa. Le entran ganas de llorar. De la penumbra sale Susanna, la esposa de Pietro.
– Hola, Niki. ¿Lo has entendido? «Voy a salir.»
Susanna la ayuda a limpiarse.
– Ellos van a su aire mientras nosotras tenemos que quedarnos con los críos… -señala a los niños, que corretean por la cocina gritando como locos, tirándose del pelo y pegándose, y que al final, convertidos en unas jovencísimas furias, desaparecen en la oscuridad de la habitación-. Mientras ellos se divierten, ¿comprendes? Simulan que trabajan, se quedan en el despacho hasta las nueve y media de la noche… Pero ¿realmente están allí? La única vez que lo busqué de verdad lo encontré con otra…
En ese instante aparece Camilla.
– Pues sí, ¿qué esperabas? Los muy cretinos se lían con la secretaria… O con la estudiante en prácticas o la ayudante joven… Porque, recuerda… -Camilla le da unos golpecitos con el puño en el hombro-, ¡en este mundo siempre habrá una más joven que tú!
Niki arquea las cejas. No. No me lo puedo creer, no es una pesadilla. Es aún peor. Es lo nuevo de Wes Craven. Un Scream sobre el amor, caramba…
Camilla sonríe.
– ¡Por eso me marché! A las Maldivas y con un abogado más joven que yo…, ¿qué pasa? ¿Que es un privilegio sólo de ellos? Prefiero engañarlo yo antes de que lo haga él…, ¿no te parece?
Susanna esboza una sonrisa.
– ¡Pero Niki es aún muy joven! A ella le va bien con Alex, no tiene nuestros problemas…
Camilla arquea las cejas.
– ¿Estás segura? Que sepas que los hombres son todos iguales; pasados unos años desaparece la diferencia de edad, incluso una chica más joven pasa a ser una del montón… La costumbre es la tumba del matrimonio. Querida Niki, espera a verlo deambular por la casa en pijama el domingo por la tarde sin escucharte y con la única pretensión de ver algún partido…, a que deje de regalarte flores… ¡Por algo dicen que el que se casa por todo pasa!
Luego interviene Susanna:
– Y si te regala flores lo hace exclusivamente porque te está ocultando algo… O, si todavía no lo ha hecho, lo está pensando ya y te las lleva para que no sospeches…
A continuación desaparecen también ellas en la penumbra de la habitación. Niki inspira profundamente presa de un pánico absoluto, pero entonces ve a Cristina.
– Niki, no las escuches, están exagerando… ¡Es duro, pero lo puedes lograr! Claro que, pasados unos años, te falta el entusiasmo del principio, la sorpresa cuando vuelves a casa, el viaje organizado en el último momento, la pasión bajo las sábanas… Pero debes continuar… Como un soldadito, tum, tum, e incluso cuando no te apetece, sé que es terrible decir algo así, te conviene simular y hacerle creer lo contrario… Por desgracia, a menudo suelen tener ganas, carecen de nuestra inocencia… Esto…, me refiero a algunas de nosotras…
Abandona también la escena sacudiendo la cabeza y de inmediato llega Flavio, que la mira, sonríe, no dice nada, se encoge de hombros y la sigue. Niki se apoya en el lavabo. No, chicos. Así no se puede, no lo conseguiré. Todavía tengo veinte años. Sólo veinte años… Unos veinte años espléndidos. ¿Y debo acabar así? Esas tipas son tristísimas… Nunca me habíais dicho que se acabara así, sin una sola sonrisa, sin entusiasmo, cero felicidad… Entonces… ¡el matrimonio es una trampa! Y justo mientras lo está pensando aparecen delante de ella sus padres, Roberto y Simona. Su madre la mira con amor.
– ¿Y nosotros, Niki? ¿Por qué no piensas en nosotros? ¿Y nuestra felicidad? Piensa en la belleza de una trayectoria juntos, en caer y volver a levantarse, en amar y perdonar, en mejorar juntos, cogidos de la mano en todo momento y con los corazones unidos aunque se esté lejos.
Roberto suspira.
– ¿Sabes a cuántos partidos de fútbol he renunciado por ella? ¿A cuántos viajes de trabajo?
Simona le da un golpe.
– ¡Roberto!
Él le sonríe.
– Espera, déjame acabar… Pero al final todas esas renuncias sirvieron de algo, porque un día llegaste tú con tu primera sonrisa… Y nuestra felicidad fue inmensa.
También Simona sonríe ahora.
– Y después nació tu hermano… Y a continuación vinieron otros días, uno tras otro, arduos, duros, difíciles y agotadores… Aunque también los ha habido bonitos, intensos, sanos, conscientes, días en que eliges que quieres seguir construyendo… -Roberto coge de la mano a Simona-. Y ahora estamos aquí… Y es magnífico, y nunca se acaba, no hay un objetivo, no existe un auténtico final, sólo existe la belleza que hay que aferrar en medio del miedo a fracasar, pero para eso hay que saber apreciarla… Si quieres, Niki, puedes lograrlo, todo depende de ti…
Simona señala la puerta del cuarto de baño. -Y de él…
Poco a poco, Niki empieza a sonreír y deja de sudar, su pelo vuelve a estar en orden y los mechones blancos desaparecen. Se pasa el dorso de la mano por la frente y a continuación sonríe por última vez a sus padres. Simona y Roberto la miran con amor y después también ellos desaparecen lentamente en la penumbra que invade el fondo de la habitación, y que ahora da la impresión de deshincharse y de recomponerse para dejar de nuevo a la vista el cuarto de baño.
Niki abre sigilosamente la puerta, atraviesa la habitación, levanta las sábanas y se mete en la cama, se desliza hasta llegar junto a Alex y se enreda entre sus piernas, en esa serena tibieza. Apoya el pie sobre el suyo para sentirlo más cerca, como si pretendiera calmarse. Y, de repente, se siente mejor. «Sí, puedo conseguirlo», murmura casi para sus adentros mientras Alex se mueve un poco, mete una mano debajo de la almohada y sigue durmiendo. Niki cierra los ojos. Ahora puedo conciliar el sueño. Menudas estupideces se me han ocurrido. Ignora, sin embargo, que en ocasiones, cuando un miedo no se afronta y no se resuelve del todo, se agazapa y permanece al acecho, como una pantera negra escondida en la alta hierba, en la confusión cotidiana, lista para saltar y para reaparecer con toda la violencia de sus garras…, imposibilitando cualquier posible huida.