Diez

Por la noche. Alex regresa a casa. Entra de prisa y empieza a preparar la bolsa. Abre el armario.

– Joder, vete tú a saber dónde me habrá puesto los pantalones cortos la asistenta… -Cierra de golpe dos o tres cajones-. Ah, aquí está la camiseta…

En ese preciso momento suena su móvil. Mira la pantalla. Es Pietro. ¿Qué querrá? No me digas que también esta vez tengo que pasar a recogerlo. Responde.

– Ya lo sé…

– ¿A qué te refieres? ¿Cómo has podido saberlo? No puedo creer que lo sepas ya, ¿cómo lo has hecho?

Alex resopla.

– Porque la historia se repite una y otra vez. Siempre me pides que pase a recogerte.

– No, esta vez es peor: no jugamos.

– ¿Qué? ¿Quieres decir que he vuelto a casa a toda velocidad para ir a jugar a futbito y ahora resulta que no vamos? No, eso me lo explicas ahora mismo, debe de haber ocurrido algo grave para que se haya suspendido el partido.

– Así es… Camilla ha dejado a Enrico.

– Paso en seguida a recogerte.

Un poco más tarde. Alex y Pietro están en el coche.

– Pero ¿cómo ha ocurrido?

– Nada, no sé nada; me colgaba el teléfono, no lograba hablar. Creo que en ciertos momentos sollozaba.

– ¡Sí, claro! Anda que no exageras ni nada.

– Te lo juro, ¿por qué debería decirte una estupidez como ésa de no ser verdad?

Ring. El móvil de Alex vuelve a sonar.

– Es Niki.

– No le digas nada. Dile que vamos a jugar de todas formas…

– Pero deberíamos estar ya en el campo, son las ocho y diez.

– En ese caso dile que esta noche jugaremos más tarde.

– Pero ¿por qué?

– Luego te lo explico. Alex sacude la cabeza y a continuación abre el móvil. -Cariño… -¡Eh, hola! Imaginaba que estarías ya en el campo…

Alex mira enojado a Pietro, que, curioso, cabecea en su dirección como si quisiera enterarse.

– Esto…, no…, hoy jugaremos un poco más tarde porque, como de costumbre, Pietro se equivocó cuando reservó el campo…

– ¿De verdad? ¿No me estás mintiendo?

– ¿Yo? ¿Por qué debería hacerlo, cariño? ¿Qué razón podría tener para contarte una mentira?

Alex vuelve a mirar cabreado a Pietro y sacude la cabeza.

– Bah, no lo sé…, lo siento… En cualquier caso, quería decirte que voy a casa de Olly. Nos vamos a reunir todas allí. Pero tengo el teléfono sin batería; te llamaré más tarde, cuando vuelva a casa.

– ¿No puedes cargarlo ahora? ¿O llevarte el cargador?

– No… Ya estoy fuera y acaba de sonar el bip que indica que la batería está descargada…

– Ah… Bueno, en ese caso puedes cargarlo en casa de Olly…

– Ninguna de mis amigas tiene el mismo cargador que yo… Pero bueno, cariño, ¿se puede saber por qué te preocupas tanto? Tú estarás jugando a la pelota…

– Ah, sí… Qué tonto…, hasta ruego.

– ¡Claro! Si marcas un gol dedícamelo como hacen los grandes campeones, ¿eh?

– ¡Faltaría más!

– ¡En lugar de como el Pibe de Oro como el pibe de plata!

Alex cuelga el teléfono y sonríe falsamente a Pietro.

– Felicidades. Siempre consigues meterme en líos, incluso cuando no hace ninguna falta.

– ¿Qué quieres decir?

– Que ahora cree que vamos a jugar a futbito y no es verdad.

– ¿Y qué problema hay?

– Que le he mentido.

– ¿Quieres decir que es la primera vez que lo haces?

– Sí.

Pietro lo mira poco convencido. Arquea las cejas, incrédulo. Alex se siente observado, echa un vistazo a la calle y a continuación mira a Pietro, después de nuevo la calle, luego a Pietro otra vez. Al final da su brazo a torcer.

– Está bien…, excepto la vez en que no le dije que Elena había vuelto a casa…

– ¡Y te parece poco! Tampoco le dijiste que os habíais reconciliado…

– Sí, sí, ¡vale! Pero eso fue hace un año.

– ¿Y bien?

– No, «y bien» me corresponde decirlo a mí. ¿Me estás interrogando? El caso es que esta noche, un año después, le estoy mintiendo otra vez y, por si fuera poco, sin una razón de peso.

– Te equivocas, la razón existe.

– ¿Y cuál es?

– Imagínate que Niki se encuentra mañana con Susanna y que ésta le cuenta que no hemos jugado.

– Eh… ¿Y qué tiene eso de malo?

– Pues que esta noche yo llegaré muy tarde a casa porque le he dicho a Susanna que empezábamos a jugar a las once…

– ¿A las once?

– Sí, le he dicho que tú te habías olvidado de reservar el campo y que por eso nos habían dado la última hora disponible para jugar… -¡Lo que me faltaba!

Alex sacude la cabeza mientras sigue conduciendo. Pietro lo abraza. -Gracias…, estoy orgulloso de tener un amigo como tú… Alex sonríe.

– Me gustaría poder decir lo mismo. -Ah… -Pietro se aparta de él y se sobrepone-. ¿En serio? -No… Y Alex, naturalmente, se echa a reír y sacude de nuevo la cabeza.

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