– La cena ha sido fantástica.
– Sí, todo era realmente perfecto.
– Nos vemos mañana por la mañana…
Las mujeres se despiden y se encaminan hacia sus respectivos dormitorios. Luigi se acerca a Roberto.
– Mañana tengo reservada una bonita sorpresa, exclusivamente para hombres. ¡Caza del jabalí! Con Edmond, mi leal perro, y en nuestra reserva. Será muy divertido. ¿Lo ha probado alguna vez, Roberto?
– Oh…, sí, alguna que otra.
– ¡Estupendo! Le hemos preparado un equipo. Nos vemos a las seis en punto.
Roberto traga saliva.
– A las seis…, por supuesto…
– A propósito, Roberto, creo que ya va siendo hora de que nos tuteemos…
– Sí…, faltaría más. ¿Luigi, seguro que quieres que nos veamos a las seis?
– ¡Por supuesto! ¡Vamos, a dormir en seguida!
Tras intercambiar los saludos de rigor, todos se dirigen a sus habitaciones. Simona coge del brazo a Roberto.
– Cariño…, ¿por qué no le has dicho la verdad? Tú no has cazado en la vida…
– ¡Y qué más da!
– ¿Cómo que qué más da? Tienes que usar una escopeta…
– Ya, pero he visto Bailando con lobos unas diez veces. Si la cosa no va bien, lo peor que puede pasar es que no cace a ese jabalí y punto…
– Con tal de que no caces a otro… Después del vuelo de Celeste…, ¡sólo nos faltaba matar a alguien!
Entran en su dormitorio.
– Buenas noches, chicos.
– Buenas noches, mamá.
– Buenas noches, papá.
Niki simula entrar en su habitación, pero en cambio se escabulle por el pasillo y espera a Alex.
– Oye, pero ¿de qué va esto? ¡¿Por qué tenemos que dormir separados?! Ni siquiera lo hacía en secundaria…
– ¿Qué quieres decir?
– Bueno… -Niki prosigue-, me refiero a que en secundaria tenía más libertad.
– Ah, ya lo entiendo.
En ese momento Eleonora pasa por su lado.
– Hola, Alex, buenas noches, Niki. ¡Esperemos que no haya una tormenta esta noche! ¿Recuerdas que cuando éramos niños los truenos nos asustaban y dormíamos todos juntos, tú, yo y tus hermanas?
– Sí…
Niki sonríe.
– ¡Pero si es una noche estrellada! No hay peligro.
– Ya… Bien, buenas noches -y entra en su habitación.
– De manera que dormíais juntos…
– ¡Con mis hermanas!
– Ella que lo pruebe…, ni que haya un huracán, ¡que la mando volando por la ventana!
– Me gusta cuando te pones celosa… Ven… -La aferra, la coge de la mano y la arrastra hasta su dormitorio-. Imagina que estamos de nuevo en el instituto… Los dos… -En la penumbra de la habitación, con la luz difusa de la luna entrando por la ventana, Alex empieza a desnudarla-. Me gustas, Niki, me vuelves loco… Me gustas tanto que incluso me casaría contigo.
– Tú a mí también…
Y la idea de estar en esa casa, con los padres de ambos en las habitaciones contiguas, los excita tanto que en un abrir y cerrar de ojos están desnudos bajo las sábanas y se pierden entre abrazos confusos suspiros rebeldes y caricias prohibidas. Una sonrisa, una boca abierta, ese dulce placer, ese deseo perfecto y esas dos lenguas que hablan de amor en la penumbra.