Sesenta y cinco

Olly apaga el motor del coche. Apoya las dos manos en el volante. La luz de la farola la ilumina. Un perro atraviesa veloz la calle. Ella lo sigue con la mirada. Giampi la escruta.

– Ha sido una bonita fiesta, ¿verdad? Gracias por haberme acompañado a casa.

Olly sigue mirando absorta hacia adelante.

– Sí, muy agradable… Niki estaba contenta.

Giampi se percata de que el humor de Olly no es de los mejores, de manera que se acerca a ella y le acaricia la mejilla. Olly se aparta un poco.

– ¿Qué te pasa, cariño?

Olly se vuelve y lo mira con una mezcla de dureza y tristeza en los ojos.

– Nada…

– ¿Nada? ¿Entonces a qué viene esa cara? Venga, ¿qué ocurre?

– Te he dicho que nada… ¿Y tú, te has divertido?

– Bueno, sí,… La gente era simpática. Incluso tres personas se han ofrecido a llevarme a casa cuando les he dicho que lo habíamos preparado todo tú y yo juntos…

– Qué amables… Supongo que Ilenia se habrá ofrecido también.

Giampi la mira.

– Bueno, sí, ella también… Es muy amable. Nos dejaste plantados sin más, podrías haberte quedado a charlar un poco. Te habría caído bien. -Olly juguetea nerviosa con el Arbre Magique con aroma de pino. No dice nada. Giampi prosigue-: Estudia enfermería. Y además baila. Sí, es una tía enrollada. Me gusta conocer a personas interesantes.

– Ya lo imagino, sobre todo cuando además se trata de chicas monas

– ¿Qué quieres decir?

– Nada. ¿Y os habéis intercambiado el número de móvil? Si no, se lo puedes pedir a Erica. Dijiste que eran amigas, ¿no?

– Pero ¿por qué debería haberle pedido el teléfono? No, no nos lo dimos. Supongo que nos volveremos a ver en otra fiesta, tuya o de Erica, en caso de que ocurra, así, sin más… -Giampi se extraña-. Olly no estarás celosa, ¿verdad?

Ella permanece un instante en silencio. Luego mira por la ventanilla.

– ¿Yo? ¡Qué va! ¿Por qué debería estarlo? En el fondo siempre hablas con otras mujeres, eres cordial, y parece que yo no te basto…

– ¿Otra vez, Olly? Ya sabes que te quiero y que estoy bien contigo. Te lo he demostrado infinidad de veces. Sólo soy un tipo al que le gusta hablar con la gente. Jóvenes, ancianos, hombres o mujeres, da igual. Cuando me conociste ya era así, ¿no? Además, tú misma has dicho que eso es lo que te gusta de mí, así que, ¿qué se supone que debería hacer? ¿Fingir que soy diferente? ¿Contenerme? Debes saber que yo nunca te he engañado…

Olly se siente confusa. Es consciente de que ha exagerado, pero no consigue frenarse, aún menos desdecirse. Lo escucha, lo mira y, al final…

– Basta ya, Giampi. Siempre dices lo mismo…, pero no sé por qué tengo la impresión de que lo único que te interesa son las chicas guapas… No me respetas…

– Pero ¿qué dices, Olly? ¿Que no te respeto? Pero ¿qué te he hecho?

Olly se muerde los labios y a continuación rompe a llorar.

– Haces que me sienta mal, te has pasado la noche hablando con ésa…

– Olly…, ya basta, de verdad. Esa historia hace ya varios meses que dura. Según tú, yo te engaño cada dos minutos. Pero eres tú la que no me respeta… Quizá sea mejor que dejemos de vernos durante algún tiempo… -Se apea del coche enfadado y da un portazo.

Olly lo ve desaparecer detrás del portal de su edificio y empieza a dar puñetazos al volante, encolerizada con todos, aunque, sobre todo, consigo misma y con esa maldita debilidad suya.

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