Apenas dos meses después.
La belleza de una isla como ésa. El barco para llegar hasta ella, la gente que baja, los turistas. El sol es estupendo. Y en el aire se palpa la excitación.
– ¡Chicas, pero esto es genial! -Diletta se vuelve hacia Erica-. ¡Y nosotras estamos cañón vestidas así!
– ¡Sí!
Se dirigen hacia la iglesia.
– No pensaba que la isla del Giglio fuese tan bonita… -comenta Filippo mientras ayuda a Diletta y la coge del brazo.
– Y yo no pensaba que llegaríamos a vivir este día, ¿os imagináis? -dice Erica intentando no ensuciarse demasiado las sandalias de tacón de diez centímetros.
– Yo sí… Nunca pensé que podría acabar de otra forma… Algunas relaciones están destinadas a durar, se percibe en muchas cosas…, es una energía que no controlas, que vence cualquier duda… -afirma Diletta, luego mira a Filippo risueña y él la abraza más fuerte.
– ¡Es el amor! -exclama Erica-. ¡Sin cálculos, sin suposiciones o previsiones, capaz de sorprender y de cambiar las cartas que hay sobre la mesa en todo momento! -La subida la hace jadear-. ¡Caramba, como no vuelva al gimnasio lo voy a tener crudo! -y suelta una carcajada.
A cierta distancia de ellas, Olly mira alrededor. La isla es magnífica. Me siento feliz de estar aquí. Respira profundamente para sentir la salinidad del aire, que se mezcla con el aroma de los matorrales mediterráneos. El sol resplandece y el cielo tiene una maravillosa tonalidad azul. Una gaviota juega a mantenerse en equilibrio en el viento y, en el horizonte, dos veleros distantes entre sí, pero aparentemente cercanos, trazan una línea perfecta.
Erica y el resto del grupo caminan delante de ella con el resto de los invitados. Olly se detiene junto al muro. Simone se aproxima a ella.
– Es precioso… Tus amigos han tenido una magnífica idea celebrando la boda aquí, ¿no crees?
– Sí, Niki y Alex son especiales… Me habría dado mucha pena que no se hubiesen reconciliado. Hay parejas tan perfectas que consiguen salir adelante a pesar de las dificultades. Y ellos son así. Y así es el amor, ¿no? -Olly sigue contemplando el paisaje. Está feliz. Serena.
Simone asiente con la cabeza.
– Y por si fuera poco, yo estoy feliz también por otra cosa… Dentro de una semana trabajaremos juntos. ¡Por fin! Nos veremos todos los días. ¿Se lo has dicho a tus amigas?
– No, todavía no… Ahora sólo piensan en la boda… Se lo diré luego. Daré una fiesta cuando volvamos.
– Así podremos anunciarles a todos dos cosas: que te han contratado en la casa de modas…
– Sí…, ¿y la otra?… Acabas de decir que son dos.
Simone agacha la cabeza y sonríe.
– Bueno…, que tú y yo estamos juntos, ¿no? -Sin esperar una respuesta, y tras haber conseguido hacer acopio de valor, la besa. Es un beso largo, suave y profundo. Olly se abandona, feliz de ese gesto que tanto ha anhelado.
Mientras tanto, Erica, Diletta y los demás se vuelven para llamarlos y comprobar dónde están. Al ver lo que está sucediendo, sonríen.
– Vaya, vaya…
– Pero, bueno, ¿sois vosotros los que os casáis o son Niki y Alex?
– ¡Moveos, venga! ¡Siempre besuqueándoos!
Olly y Simone se unen a ellos y se ríen de sus bromas y sus ocurrencias, cogidos de la mano, felices del amor que sienten el uno por el otro y de tener un grupo de amigos como ése.
Por fin llegan al faro. El grupo se acomoda en los bancos del lado de la novia. Filippo ayuda a Diletta a acomodarse el vestido. Luego le acaricia la tripa, que ya es más que visible y redonda. Erica y Olly se sientan a su lado. Es la hora de la espera. La más hermosa. Gracias al blanco, que se mezcla con el azul del cielo y con los colores de las flores y de la isla, la atmósfera es maravillosa. Erica observa a varias parejas de diferentes edades. A los padres de Niki. A los de Alex. Personas que llevan juntas mucho tiempo. Años. Personas que se quieren. Sí. Eso es el amor. Se respira en el aire. Amor verdadero y sencillo. Amor cotidiano. El amor que un día yo también encontraré. Si bien ahora está sentada sola, sin un compañero a su lado, por fin es consciente.