Ciento cuarenta y tres

La puerta del salón se abre. Apenas entra Niki, Roberto se abalanza sobre ella.

– ¡Nos lo podrías haber dicho! ¡Al menos podrías habernos explicado que ése era el motivo por el que lo has echado todo a rodar!

– Pero ¿qué estás diciendo, papá?

– ¡Digo que estás saliendo con otro!

– ¿Yo? Te equivocas por completo.

– ¿Ah, sí? ¡Pues entonces es todavía peor! ¡No sales con él, pero lo besas! ¿Alex lo sabe? Eh, dime, ¿al menos sabe eso?

– Oye, papá, no tengo ninguna intención de ser sometida a un interrogatorio a estas horas de la noche.

Niki echa a correr por el pasillo. Roberto la sigue de inmediato.

– Ah, claro, porque debes de creer que soy un payaso que va a casa de la gente a hacer promesas… ¡Les digo que mi hija se casa y unos meses después la veo en el portal besándose con otro!

– ¡Papááá! -Niki grita como una loca, como si no quisiera seguir escuchándolo, como si se negara a aceptar la verdad que su padre le está echando en cara. Su verdad.

Se encierra en el cuarto de baño. Roberto empieza a aporrear la puerta.

– Quiero saber qué pasa, ¿me entiendes? ¡Abre! ¡Abre!

– ¡No! ¡No pienso abrir!

– ¡He dicho que abras!

– ¡No!

Simona detiene el brazo de Roberto, que sigue llamando a la puerta del cuarto de baño y, poco a poco, dulcemente, lo hace salir de nuevo a la terraza.

– Siéntate aquí, tranquilo, así… Roberto toma asiento en un sillón.

– Esa chiquilla no me tomará el pelo…

– Roberto, esa chiquilla que tú dices es tu hija, y en un momento como éste nos necesita… Ten -Simona enciende un cigarrillo y se lo pasa-. Esta noche te concedo el derecho de fumarte otro, ¿de acuerdo? Pero tranquilízate. Yo hablaré con ella.

Roberto da una calada al cigarrillo.

– Sí, pero dile también…

– Chsss… Calma… Le diré lo que deba decirle. ¿De acuerdo? Tranquilízate.

Roberto exhala un largo suspiro, da otra calada a su cigarrillo; parece haberse serenado un poco.

Poco después Simona se detiene delante de la puerta del cuarto de baño, que sigue cerrada.

– Niki, abre, soy yo.

Silencio.

– Venga, cariño. Quiero hablar contigo, estoy sola.

De nuevo silencio, pero unos instantes después oye que Niki quita el pestillo.

Simona sonríe y entra en el baño.

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