Setenta y tres

Alex llega jadeante y llama a la puerta. Flavio le abre de inmediato con semblante serio y disgustado. Alex entra y cierra la puerta a sus espaldas.

– ¿Qué pasa? ¿Qué ha sucedido? ¿A qué vienen tantas prisas? ¡Apenas me ha dado tiempo a acabar la reunión para venir corriendo hasta aquí!

– La verdad es que no sé qué decirte. No sé lo que le ha ocurrido. Se ha encerrado ahí dentro y no me habla, no quiere saber nada, no atiende a razones.

– ¿En serio?

– ¿Acaso crees que bromeo?

Alex lo mira desconfiado y Flavio se siente sinceramente desolado.

– Ha dicho que sólo quiere hablar contigo. En serio, Alex, te estoy hablando en serio.

– Hum…

Al final Alex se convence. Quizá haya hablado con Susanna, se habrán dicho algo, un intercambio de ocurrencias, o quizá hayan recordado tiempos pasados, tal vez se trate de algo relacionado con sus hijos. De repente Alex tiene una intuición. Puede que él, que siempre ha estado con otras mujeres…, haya descubierto ahora que ella está con otro. Esa última reflexión acaba de convencerlo. Llama temeroso a su puerta.

– Pietro… Pietro, ¿estás ahí? Venga, déjalo ya. Hablemos… De lo que sea… Es mejor hablar, expresarlo en lugar de guardárselo dentro. Rumiar las cosas en silencio sólo sirve para empeorarlas…, ¡como en tu caso!

Por fin se abre la puerta y suena una música a todo volumen: «Zazuera, zazuera… ¡A, E, I, O, U, ipselon!»

Pietro sale de la habitación a la cabeza de una conga.

– ¡Brasil…, la-la-la-la-la-la-la-laaa…! -canta a voz en grito, feliz y alegre como nunca.

Detrás de él, con las manos apoyadas en las caderas, lo sigue una chica de color, una venezolana un poco más clara de tez y tres italianas.

– ¡Agárrate al final, vamos, ven con nosotros! ¡La última vez no te organizamos la fiesta que te merecías!

La conga desfila por delante de Alex alegre y divertida. Una sucesión de cabelleras rizadas y oscuras, lisas y rubias, e incluso pelirrojas. En el aire se entremezclan los aromas, del más dulce al más seco, todos deseables, eso sí.

Alex fulmina con la mirada a Flavio, que abre los brazos.

– Me pidió que no te dijera nada; aseguró que la sorpresa te gustaría.

– ¡Claro!

Por si fuera poco, al final de la conga, con una extraña cinta de colores sujetándole el pelo y una boa azul alrededor del cuello, se encuentra Enrico.

Alex se queda patidifuso.

– ¿Tú también?

– ¡Sí! Soy demasiado feliz… He encontrado a la canguro… Y además, Pietro y Flavio tienen razón. ¡Debemos alegrarnos por ti! Tú también lo dijiste, ¿no? ¡Eres tú quien se casa! Tenemos que celebrarlo como es debido… Entre otras cosas porque nosotros ya lo hemos hecho… Y no corremos ningún riesgo. Pe-pe-pe-pe-pe-pe-pe-pe-pe…

Desaparece de su vista contoneándose como un perfecto carioca detrás de esa conga multiforme, multicolor y multiétnica… Y, sobre todo, perfectamente equilibrada en cuestión de curvas, como esas sobre las que Enrico apoya radiante sus manos.

– Zazuera…, zazuera… -Desaparecen detrás del último pilar que hay al fondo de la sala.

Ring, ring. Suena el móvil de Alex, que lo saca del bolsillo de su chaqueta verde y lee el nombre en la pantalla.

– ¡No me lo puedo creer! ¡Es Niki! Tiene un sentido de la oportunidad… -Abre el aparato-. Estaba a punto de llamarte, cariño.

– ¿Cómo es posible que siempre estés a punto de llamarme, y siempre, aunque sea por unos segundos, me adelanto?

Alex piensa por un momento.

– Tienes razón… Debe de ser algo genético, por lo visto llevas dentro un reloj biológico que haría palidecer de envidia a los suizos; o quizá sea aún más sencillo: nuestras mentes sintonizan a la perfección… ¡Sólo que tú eres más rápida que yo!

– Hum… -Niki reflexiona un instante-. No sé por qué, pero detrás de cada cumplido veo siempre el engaño.

– ¡Amor mío! Qué horror… Me quitas las ganas de subrayar, de gritar al mundo la suerte que tengo de tener a mi lado a una mujer tan perfecta. ¡Y no tardará en ser para siempre!

Niki se sobresalta, siente un escalofrío y se queda sin aliento. Miedo. Esas palabras. Para siempre. Pero se sobrepone en un abrir y cerrar de ojos y prosigue como si nada:

– Sí, sí… Cuando dices esas cosas, en lugar de engaño yo hablaría más bien de tomadura de pelo.

– Cariño, sé que quizá no me creas, pero lo pienso de verdad. ¿Quién o qué cosa podría impulsar a un hombre a pedir la mano de una mujer sino, simplemente, todo lo que siento por ti? -Antes de que pueda añadir algo más, la abigarrada conga sale por la puerta del salón.

– Zazuera…, zazuera… -Pasa junto a Alex, que se aleja de inmediato y se dirige hacia la cocina buscando un poco más de tranquilidad. Pero, como suele ser habitual, a Niki no se le escapa nada.

– ¿Dónde estás, Alex? ¿En una discoteca?

A él le entran ganas de reírse.

– No… Estoy en casa de Pietro.

– Pero bueno… Me aseguraste que estaba muy triste, que era urgente que fueses a verlo, que Flavio te había llamado y que no sabías lo que estaba ocurriendo.

– Sí, así es.

Pietro se planta delante de él y hace sonar un matasuegras delante de su cara:«Piiiiii…»

Alex lo echa de inmediato de la cocina y cierra la puerta. El silencio es, de nuevo, casi absoluto.

– ¿Qué es todo ese jaleo?

– Bah… No lo sé. Tal vez una alarma. He cambiado de sitio.

– ¿Y bien?

– Pues nada, que llegué aquí convencido de que me encontraría con lo que te había dicho, pero se trataba de una broma, me han preparado una sorpresa…

– ¿Qué tipo de sorpresa?

– Eh, ¿qué tipo…? Nada, un poco de gente, champán, algo de comer, música… Una pequeña fiesta para celebrar la noticia de nuestra boda.

– Imagino que hay también algunas chicas…

– Sí, creo que trabajan en el despacho de Pietro… No sé, cuando me has llamado acababa de llegar.

– Hum… -Niki se queda pensativa-. Sí, precisamente hoy mis amigas y yo hemos estado hablando de eso, se les han ocurrido varias ideas para mi despedida…

– ¿Y eso qué tiene que ver, cariño? Pero si esto no es ninguna despedida de soltero, es demasiado pronto aún…

– Ah, en ese caso puedo ir…

Alex se queda de piedra, la pregunta lo ha pillado desprevenido. Mira a través de la puerta cristalera que une la cocina con el comedor. Pietro está bailando entre la chica de color y la guapísima venezolana, rozando sus cuerpos. En momentos como ése es cuando no hay que dejarse pillar desprevenido.

– Por supuesto, ¿por qué no? ¿Te apetece?

Niki reflexiona por un momento y finalmente toma una decisión.

– No, no… Mañana por la mañana tengo una clase muy temprano… Pero no vuelvas tarde, ¿eh? Y no te distraigas mucho ni bebas demasiado… Y, sobre todo, no hagas nada que luego no puedas contarme.

– Cariño… Estoy de acuerdo con todo salvo con lo último que has dicho.

– ¿A qué te refieres?

– Si después te lo cuento todo… ¡Es como si tuviera permiso para hacer de todo!

– ¡Claro, cómo no! Prueba…, ¡tú me lo cuentas y luego hablamos!

Niki cuelga con esa última amenaza. Alex sacude la cabeza divertido. Es fantástico tener una novia así, me alegro de casarme con ella. Cuando existe una perfecta sintonía puedes contarlo todo, no necesitas ocultar nada, te sientes ligero, sin preocupaciones y puedes ser tú mismo. Porque no hay nada más terrible que tener que adaptarte, que esforzarte por ser como en realidad no eres. En cierta medida eso era lo que sucedía con Elena. Claro que ella era una mujer excepcional, pasé momentos preciosos en su compañía. El sexo, sin ir más lejos, era increíble, lleno de imaginación, de malicia, incluso de perversión en ciertas ocasiones. Elena sabía lanzarse, le gustaba llegar hasta el final, condimentar el sexo con la fantasía. Una vez, sin ir más lejos, se empeñó en que viésemos Lucía y el sexo y quiso que nos sentáramos en las últimas filas del cine… Todavía lo recuerdo. Ella llevaba una falda, una camiseta, una chaqueta y unas medias de rejilla… Eso era todo. Y mientras las escenas de la película pasaban por la pantalla, Elena se dejó llevar por lo que en ellas sucedía, me cogió la mano y… ¡Basta, Alex! ¿Por qué me vuelven a la mente esas cosas? ¿Qué tienen que ver conmigo ahora? Elena era extraña y, de hecho, después descubriste lo que te ocultaba. ¿Por qué piensas en ella precisamente ahora? ¿Temes que el deseo físico que sientes por Niki pueda menguar porque ella no es tan lanzada? En fin, habla claro, Alex, porque ella, en el fondo, no es una «salida». Puede ser. Alex, tendrás que ser tú el que invente, el que cambie, el que alimente vuestro deseo, el suyo y el tuyo, mientras que antes era a ti al que seducían en ese sentido…, ahora te verás obligado a hacerlo también tú. Y quizá te guste más… O puede que ella, Niki, cambie, se vuelva más mujer, más adulta, se vista con ropa de cuero y se calce unas botas hasta la rodilla… Alex se imagina una Niki más sensual. La ve diferente, con el pelo corto, a lo garçon, una especie de Niki-Valentina de Crepax, vestida de negro de los pies a la cabeza, sin bragas, con una chaqueta de piel y unos extraños objetos en la mano… Es audaz, lujuriosa y ávida, se apoya en los muebles de la cocina… Se vuelve hacia él, lleva los ojos pintados de negro, los labios de un color más oscuro, intenso, pero no vulgar, sonríe y espera maliciosa a que Alex se acerque a ella. Mientras tanto, se inclina ligeramente hacia adelante…

– Alex, pero ¿qué estás haciendo? -Pietro se asoma de nuevo a la cocina-. ¿Sigues con el teléfono? ¡Venga! Que sepas que esta fiesta es en tu honor… Diviértete esta noche, ¡a saber cuándo podrás concederte otra vez libertades de este tipo!

Alex sonríe, sale de la cocina y de inmediato se une a la conga de colores, que no se ha detenido en ningún momento. Enrico le hace sitio, lo deja pasar delante de él.

– ¡Ven, vamos!

La fiesta prosigue. También Flavio, que está sentado en el sofá, parece alegre, charla con una brasileña intentando enseñarle varias palabras en italiano que ella da la impresión que no acaba de captar.

– Tú, pájara de mucho cuidado.

– ¿Qué quieres decir? ¿Que te gusto?

– No…, que eres una listilla.

– ¿Listilla?

– ¡Astuta! -Flavio se lleva el pulgar al pómulo y simula hacer un corte hacia abajo-. Que vas directa al grano, ¿entiendes?

– ¡No! -La brasileña se levanta, se pone a bailar y exhibe sus atributos moviéndose con un ritmo perfecto-. Directa, no. ¡Yo, toda curvas!

Alex sacude la cabeza y admira las caderas suaves y sin un gramo de grasa de la guapísima venezolana, que se vuelve y le sonríe. Sí, reconozco que es guapa, es mi fiesta y quiero divertirme, pero ¿y Niki-Valentina? ¿Quién es capaz de olvidarla? Dé manera que sigue bailando alegre y sereno, consciente de que su verdadero sueño prohibido lo espera en casa.

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