Ha pasado cierto tiempo. Es la noche de San Valentín. La noche del amor, pero también de la diversión, de la música, de las palabras y de los eventos. Una noche artística. La noche de las grandes mentes.
– Hola, Alex, ¿por qué no me contestabas? -Niki se tapa la otra oreja para poder oír mejor su respuesta. En la sala reina una gran confusión.
– Perdona… Estamos cenando con el director y los demás, he puesto el teléfono en modo de vibración, y además lo he metido en la chaqueta que estaba sobre la silla, no lo he oído…
– Eh, demasiadas explicaciones… ¡Y precisamente hoy, que es San Valentín! A pesar de que, de todas formas, no habría querido celebrarlo porque me gusta ir contracorriente…, tú exageras… ¡y me preocupo!
Alex se levanta de la mesa.
– Perdonad… -Acto seguido se aparta y se dirige hacia un rincón del local donde poder hablar con más tranquilidad-. Escucha, cariño, ¿cómo puedes decir esas cosas? ¿Estás loca? Cómo se te ocurre… -Le gustaría añadir: «¡Después de lo que te he pedido! ¿Te das cuenta? ¡Te he pedido que te cases conmigo, cariño!», pero prefiere escuchar la respuesta de Niki.
– ¿Y eso qué tiene que ver?… ¡Siempre hay que pensar mal! Nunca hay que acomodarse… En cualquier caso, me gustaría saber dónde estás y qué haces.
Alex suelta una carcajada.
– ¡Vaya, veo que eres una dictadora! Así me das miedo…
– Sí, sí -Niki ríe al otro lado de la línea-. Pero tú, respóndeme…
– Estoy en el Duke's de viale Parioli. Me acompañan Soldini, Ales-sia el director y su esposa y una nueva ayudante…
– Ah… Me contaste que Soldini y Alessia estaban juntos y que eran felices, ¿me equivoco?
– Sí… -Alex está preocupado porque sabe de antemano adonde quiere ir a parar-. El director y su esposa, sean cuales sean sus sentimientos, son, de todas formas, el director y su esposa…, ¿de acuerdo?
– También eso es correcto.
– Sólo me falta entender quién es esa nueva ayudante.
– Pues no… La verdad es que no hay mucho que entender… Debemos encargarnos de un nuevo trabajo; por primera vez nos ocuparemos directamente de la parte productiva, y ella tiene experiencia en ese sentido.
– En pocas palabras, que es competente.
– Mucho…
– ¿Y guapa?
Alex cierra los ojos y aprieta los dientes, sabía que esa pregunta llegaría tarde o temprano.
– Sí… Tiene buen tipo. -En momentos como ése hay que optar por la mejor solución, por la respuesta más rápida e inmediata para no caer en la trampa de la sensibilidad femenina, esa capacidad única que poseen las mujeres para entenderlo todo al vuelo y captar hasta el menor matiz, en particular los que uno pensaba que no estaba revelando.
– Tipazo, ¿eh? Ya entiendo. Es un bombón.
– Yo sólo he dicho que tiene buen tipo.
– ¡Sí, buen tipo!
– ¿Se puede saber qué has entendido?
– Vaya, ¿de manera que tengo razón, Alex? ¿Por qué no me lo has dicho en seguida?
– No, cariño, te equivocas, pero si estoy bromeando… Oye, yo te digo que tiene buen tipo, puede que luego alguno la encuentre incluso guapa… Pero, en lo que a mí concierne, hemos hablado ya demasiado de ella.
– Hum…, no me convences.
– Me gustaría estar ahí contigo -sonríe-. ¿Eso te convence?
Niki también sonríe.
– Un poco más, aunque no del todo.
– Te quiero.
– Bueno, eso es hablar más claro… Me convence por completo. Lamento que no puedas pasar por aquí. Será algo bonito. Vendrá ese que sale siempre en la televisión, Renato Materia, para leer sus proclamas.
– Ah, ahora ya sé quién es, ese que finge ser de izquierdas.
– ¿Por qué dices que finge serlo?
– Porque lo llamamos para un anuncio de una ONG cuya recaudación estaba destinada a beneficencia y él pidió una tarifa altísima. Cuando le ofrecimos un poco menos, lo rechazó… Quedaba fuera de cualquier parámetro.
– Bueno… Es una lástima, porque parece una persona genuina.
– Claro… Sin afeitar, suéter de cuello alto sin nada debajo… Todo para salir en televisión, donde asegura ser el portavoz del pueblo, saber escuchar su rabia y otras cosas por el estilo… Pero prueba a hacerle sacar la cartera por una causa justa y verás cómo se hace el sordo. Todos son iguales. ¿Sabes cuántos nombres podría darte? Aunque, tarde o temprano saldrán a la luz.
– Está bien, adiós, cariño. ¡Te dejo con tu cena!
– Muy bien, hasta luego, diviértete.
– Tú también.
Alex vuelve a la mesa.
– Perdonad.
– ¿Era Niki?
La esposa del director lo mira de soslayo. Alex desdobla su servilleta y se la coloca sobre el regazo.
– Sí.
El director prosigue, impertérrito.
– ¡Los preparativos están al rojo vivo!
– ¿Los preparativos para qué? -esta vez, la esposa del director no parece despechada, sino sólo curiosa.
– ¿Puedo? -el director mira a Alex.
– Claro -y le gustaría añadir: «¡Si ya lo has dicho, no veo cómo puedo detenerte!»
– ¡Alex se casa!
– ¡Caramba! ¡Pero eso es fantástico! ¡Genial! -Soldini le estrecha la mano-. ¡Lo vuestro es una historia de cuento de hadas!
– Gracias, gracias… -Alex está ligeramente cohibido.
Su mirada se cruza con la de Raffaella, la ayudante. La joven del «buen tipo» parece sinceramente contenta.
– Felicidades -dice-. Es la chica de La Luna, ¿verdad?
– Sí…
– Es guapísima. Me alegro por los dos. El director recupera el mando de la situación. -Bueno, sugiero que pidamos la comida, así podremos hablar un poco sobre nuestro proyecto, ¿os parece bien?
Y todos abren casi automáticamente la carta y empiezan a elegir los platos curiosos e indecisos, recordando lo que han tomado a la hora de la comida y procurando no excederse con las calorías. ¿Mejor un entrante y un segundo o un primero con guarnición? ¡En cualquier caso, el postre no me lo quita nadie!
– Mmm, qué rico, ¡pato con arándanos!
– ¿Qué son los paccheri?
– Es un tipo de pasta, como macarrones pero más grandes.
– Ah, gracias.
Mientras siguen decidiendo curiosos e indecisos, Raffaella observa a Alex desde detrás del menú mientras una serie de ideas pasan por su mente. Él no se percata. Raffaella sonríe y hace una simple consideración final: sí, pero todavía no se ha casado. De manera que cierra el menú, particularmente satisfecha.
– Yo ya he elegido.
– ¿Qué vas a tomar?
Y mientras alguien le pregunta por los platos que piensa pedir, Alex finge también interés. En realidad sabe de sobra que ella lo está mirando. No hay remedio, algunos juegos son claros de inmediato. Queda, sin embargo, por determinar si se trata de un mero deseo de jugar o si la apuesta es demasiado alta.
– Espaguetis Norma para empezar…
– Mmm, ¡parecen deliciosos! Tomate, ricotta salada y berenjenas…
– ¿No serán un poco pesados?
Raffaella se encoge de hombros.
– Pero me gustan demasiado… ¡Me arriesgaré! -Mira de nuevo a Alex, que, en esta ocasión, no consigue evitar su mirada.
– Ah, no, yo pediré algo más ligero… Directamente un segundo. Un filete con un poco de ensalada… He engordado unos kilos…
Raffaella sonríe sin añadir nada más. Después enrojece a su pesar, pero por suerte nadie se da cuenta. Se le acaba de ocurrir una idea para hacerle adelgazar.