CIENTO CATORCE

Lugano a la misma hora

Al atardecer, con un cielo que amenazaba lluvia, un Mercedes gris oscuro con matrícula del Vaticano y dos sacerdotes en el asiento delantero abandonó la ciudad de Lugano. Pasaron por los hoteles situados frente al lago antes de torcer por Via Giuseppe Cattori y dirigirse a la carretera N2 que los conduciría al sur hasta Chiasso y después a Italia.

Sentada en el asiento posterior, Elena observaba a Danny indicar el camino a Harry con la vista fija en un mapa iluminado por la luz situada sobre el espejo retrovisor. La enfermera notaba la tensión que había entre ambos hermanos. No sabía qué sucedía con exactitud, pues Harry no le había explicado nada al respecto; sólo le había ofrecido la posibilidad de quedarse en Lugano, pero ella se había negado: iría adonde fueran ellos, y no había más que hablar. La enfermera recordó a Harry que tenía una obligación y que el padre Daniel seguía a su cargo; además, era italiana, factor que les había ayudado en más de una ocasión. Harry sonrió ante su determinación.

Al llegar a la autopista, Danny apagó la luz y quedó a oscuras. Elena sólo veía a Harry. Iluminado por la luz del salpicadero, él se convirtió en el objeto de su atención, con el movimiento tenso de los dedos sobre el volante y su concentración en la carretera. Harry se recostaba en el asiento para, acto seguido, inclinarse de nuevo hacia delante, haciendo patente su nerviosismo. Quedaba claro que ir a Roma no había sido idea suya.

– ¿Te encuentras bien? -le preguntó Harry.

Elena vio que la observaba por el espejo retrovisor.

– Sí… -sus miradas se cruzaron, y se contemplaron en silencio.

– Harry -le advirtió Danny.

Los ojos de Harry abandonaron a Elena y se posaron en la carretera. El tráfico delante de ellos empezaba a aminorar la marcha, y ante ellos apareció de pronto el inconfundible brillo blanco rosado de las lámparas de vapor de mercurio en medio de la oscuridad de la noche.

– La frontera italiana -señaló Danny alerta.

Elena observó a Harry apretar el volante con las manos y sintió que el Mercedes frenaba. Harry la miró una vez más por el espejo antes de dirigir la vista a la carretera.

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