Más que un bote era un esquife de aluminio de unos cuatro metros de longitud y metro y medio de ancho, ideado para ser remolcado por un barco a fin de transportar provisiones o basura. Salvatore lo había encontrado en un muelle cercano de menor tamaño, a unos cien metros del primero, apoyado sobre la puerta que conducía a la famosa bodega de Eros Barbu. También había dos remos. Harry y Salvatore lo echaron en el agua y lo amarraron al embarcadero.
Harry subió a bordo. La embarcación flotaba y aguantaba bien su peso. Colocó los remos en los toletes.
– Vamos allá.
Salvatore empujó la camilla y con la ayuda de Harry la depositó en la embarcación. A continuación el italiano le entregó una bolsa con medicamentos. Harry ayudó a Elena a subir y esperó a que Salvatore y su mujer hicieran lo mismo, pero dieron un paso atrás.
El esquife era demasiado pequeño, dijeron. Para salir del canal debían seguir las marcas de la pared.
– ¿Qué van a hacer? -preguntó Harry preocupado.
Salvatore y Marta huirían en el ascensor, subirían a la camioneta y se encontrarían con ellos en una cueva al sur del lago. Salvatore explicó a Elena cómo llegar hasta allí y, después, se dirigió a Harry.
– Arrivederci -se despidió casi con tono de disculpa, como si los abandonase. Acto seguido tomó la mano de Marta y desaparecieron en el interior de la gruta.