– Piano 3 a -dijo Harry.
– Bien. -Roscani asintió, y Harry descendió del coche. Esperó a que el vehículo desapareciera de su vista antes de entrar en el edificio. Roscani conocía su guarida y debía explicárselo a Danny.
– Misión cumplida. He hablado con Adrianna Hall y con Eaton, tal como…
– Y con la policía. -Danny dio media vuelta, furioso y se dirigió a la ventana al otro lado del salón.
Harry observó a su hermano inmóvil, sin saber con certeza qué hacer.
– Harry, por favor, déjalo correr hasta más tarde.
Elena le posó la mano en el brazo. Quería que se fuera a descansar, llevaba más de treinta horas sin dormir y percibía en su voz y en sus ojos su agotamiento. Harry les había explicado las conversaciones que mantuvo con Eaton y Adrianna además de la reunión con la policía, a la que había solicitado una ayuda que no podían prestarle; les había contado que Roscani lo había amenazado pero que al final habían llegado a un acuerdo, y les habló de Hércules y de Thomas Kind. Sin embargo, parecía que Danny sólo había oído la parte que le interesaba: tanto la policía como el fiscal estarían aguardándolos cuando regresara con Marsciano, como si el cardenal fuera un espía o prisionero de guerra de quien esperaban obtener la información recogida acerca del enemigo.
– Danny… -Harry se soltó de Elena y se acercó a su hermano-. Entiendo tu rabia y respeto tus sentimientos hacia el cardenal pero, por favor, comprende que sólo Marsciano puede exculparnos. Si no habla con la policía y el fiscal, pasaremos una larga temporada en la cárcel, incluida Elena.
Danny se volvió en la silla poco a poco para mirar a su hermano.
– El cardenal Marsciano no traicionará a la Iglesia, Harry, no lo hará por ti, ni por la hermana Elena, ni por mí; ni siquiera por sí mismo.
– ¿Y por la verdad?
– No, tampoco por eso.
– Quizá te equivocas.
– No.
– Entonces, Danny, lo mejor que podemos hacer es intentar rescatarlo y dejar que decida por sí mismo. Si dice que no, es que no, ¿de acuerdo?
Se produjo un largo silencio.
– De acuerdo -respondió Danny al cabo.
– Bien -Harry se volvió a Elena, estaba exhausto-. ¿Dónde duermo yo?