SESENTA Y NUEVE

Bellagio, lago de Como, Italia, lunes 13 de julio, 22.40 h

Harry recogió la bolsa que le había entregado Adrianna antes de que saliese del hotel de Como y desembarcó del hidrodeslizador junto al resto de los pasajeros nocturnos. Desde el muelle divisó la taquilla cerrada y una calle iluminada, al otro lado de la cual se encontraba el hotel Du Lac. En dos o tres minutos se plantaría allí.

El viaje desde Como -con escalas en las ciudades de Argegno, Lezzeno, Lenno y Tremezzo- había resultado enervante. Harry temía que en cualquier momento subiera a bordo un policía armado y pidiera la documentación a los pasajeros. Sin embargo, el viaje discurrió sin incidentes, y en cuanto abandonaron la ciudad de Tremezzo, Harry logró relajarse como el resto de los pasajeros. Era la primera vez desde hacía mucho tiempo que no se sentía en peligro ni perseguido.

La sensación de tranquilidad todavía lo embargaba cuando salió de la embarcación como un turista más dispuesto a adentrarse en las calles iluminadas de la ciudad. Harry se sentía exhausto, tanto emocional como físicamente, y lo único que deseaba era acostarse, desconectar del mundo y dormir durante una semana entera. Pero ése no era el lugar más apropiado para ello, pues se encontraba en Bellagio, centro de operaciones del Gruppo Cardinale, y por tanto debía permanecer más alerta que nunca.

– Mi scusi, Padre.

De la oscuridad surgieron dos jóvenes policías que llevaban unas metralletas Uzi colgadas del hombro.

Uno de los agentes le cortó el paso, y el resto de los pasajeros se abrió camino por su lado.

– Come si chiama? -preguntó.

Harry miró primero a uno y luego apotro. Había llegado el momento de decidir si interpretaba o no el papel que Eaton había preparado para él.

– Come si chiama?

Seguía estando más delgado que el Harry Addison del vídeo y lucía la misma barba que en la fotografía del pasaporte. Quizá con eso bastaría.

– Lo siento, no hablo italiano -les sonrió.

– Americano?

– Sí -respondió sonriendo de nuevo.

– Acérquese, por favor -le ordenó el segundo policía en inglés.

Harry los siguió hasta la taquilla iluminada.

– ¿Tiene pasaporte?

– Sí, claro.

Harry introdujo la mano en el bolsillo de la chaqueta y titubeó un momento al tocar el pasaporte de Eaton.

– Passaporto -repitió el primer policía.

Despacio, sacó el pasaporte y lo entregó al agente que hablaba inglés. Harry los contempló mientras examinaban el documento. Al otro lado de la calle, casi al alcance de la mano, veía el hotel y la concurrida terraza del café.

– Sacco.

El primer policía señaló la bolsa con la cabeza y Harry se la entregó sin dudar. En ese mismo instante se detuvo ante el hotel un coche de policía y el conductor miró hacia él.

– Padre Jonathan Roe -dijo el segundo agente cerrando el pasaporte.

– Sí.

– ¿Cuánto tiempo lleva en Italia?

Harry titubeó. Si decía que había estado en Roma, Milán, Florencia o cualquier otra ciudad italiana, le preguntarían dónde se había alojado y no tardarían en verificarlo.

– He llegado esta tarde en tren desde Suiza.

Los policías lo escrutaron con detenimiento, sin decir palabra. Harry rezó por que no le pidieran el billete de tren o le preguntaran qué lugares de Suiza había visitado.

Al fin el segundo policía rompió el silencio:

– ¿Para qué ha venido a Bellagio?

– De viaje turístico. Hacía años que quería venir y por fin se me ha brindado la oportunidad… -respondió con una sonrisa.

– ¿Dónde se aloja?

– En el hotel Du Lac.

– Es tarde, ¿tiene habitación reservada?

– Espero que sí… Encargué que me la reservaran.

Los policías no parecían del todo convencidos, y el conductor del coche no les quitaba ojo de encima. La espera resultaba insoportable, pero a Harry no le quedaba otro remedio que aguardar a que hicieran algo.

Por fin, el segundo policía le devolvió el pasaporte.

– Disculpe la molestia, padre.

El primero le devolvió la bolsa y le franquearon el paso indicándole con un gesto que circulase.

– Gracias. -Harry se guardó el pasaporte en el bolsillo, se colgó la bolsa del hombro y se encaminó al hotel. Dejó pasar una motocicleta antes de cruzar la calle, consciente en todo momento de que los policías y el conductor del coche lo observaban con atención.

Ya en el hotel, mientras esperaba que el recepcionista lo registrara, Harry se atrevió a mirar atrás, a tiempo para ver alejarse el coche de policía.

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