OCHENTA Y SEIS

En la oscuridad, Harry oyó el casco del barco rozar la pared y adivinó que el hombre rubio estaba impulsándolo a mano en dirección a ellos. ¿Cómo sabía dónde se encontraban? ¿Cómo era posible que estuviese tan cerca habiendo tantos kilómetros de vías subterráneas? Al vislumbrar a los ocupantes del barco por un instante, a Harry le pareció que Salvatore iba prisionero, pero aunque no fuera así y acompañara al hombre por voluntad propia, resultaba casi imposible que los localizara. Sin embargo, de algún modo lo había hecho, y se hallaban a sólo unos metros de su escondrijo.

La única ventaja con la que contaban, si es que tenían alguna, era que los salientes de la roca dificultaban la visión de la entrada de la cueva. De hecho, Elena la había descubierto gracias al ángulo del reflector al virar la lancha. Sin ello, no habría parecido más que una simple sombra por encima de la superficie del agua.

Oyeron el mismo sonido de nuevo, esta vez más cerca, el de la madera o la fibra de vidrio al rozar la roca. A continuación se detuvo. Harry estaba seguro de que el barco se encontraba ante la boca de la cueva, tan cerca, que si Elena extendiese la mano lo tocaría.

Harry contuvo el aliento, con los sentidos alerta, los nervios en tensión, y el corazón latiendo como un tambor. Sabía que Elena se sentía igual, desesperada, rezando por que desaparecieran el barco y sus tripulantes.

Thomas Kind permaneció inmóvil, manteniendo el barco pegado a la pared de granito con una mano y apretándose el auricular contra la oreja con la otra. Hacía girar el torso despacio, de derecha a izquierda y en dirección inversa, siempre escuchando, pero sin resultado.

Quizá no estuvieran allí después de todo, quizá se había equivocado al quedarse en aquel canal. Tanto el micrófono como el dispositivo de escucha eran muy sensibles, y las paredes de roca y la superficie plana del agua eran superficies duras que actuaban como enormes altavoces multidireccionales que hacían rebotar el sonido. Las voces podían proceder de cualquier otro sitio, del canal de la izquierda o del que se encontraba detrás de él y que todavía no había recorrido.


Elena oyó un crujido suave en la oscuridad a su espalda y sintió una ráfaga de aire fresco. La lancha se alejaba, el hombre rubio había abandonado la búsqueda. Suspirando aliviada, se santiguó y susurró:

– Se ha marchado…

– Dele unos min…

De repente, un lamento desgarrador surgió de la oscuridad a unos centímetros de ellos.

Elena se llevó la mano a la boca horrorizada.

El lamento se oyó de nuevo, más fuerte que antes.

– ¡Dios Santo! -susurró Harry.

Danny se estaba despertando.

Загрузка...