Thomas Kind descorrió la cortina y observó a los dos hombres que se llevaban a Harry Addison al otro lado del patio. Había obtenido lo que quería del norteamericano y sólo restaba deshacerse de él.
Harry apenas distinguía algunas sombras con el ojo derecho, mientras que con el izquierdo no veía ni sentía nada en absoluto. Los otros sentidos le indicaron que se encontraba en el exterior y que dos hombres lo obligaban a caminar por una superficie dura. Recordaba vagamente haber estado sentado en un taburete o lugar similar, haber obedecido instrucciones y repetido en voz alta palabras dictadas a través de un auricular; de hecho, sólo recordaba el incidente por el altercado que se produjo sobre el dispositivo que le colocaron en el oído: aunque la mayor parte del diálogo se había desarrollado en italiano, por las partes en inglés supo que discutían sobre si el auricular resultaba visible o no desde fuera.
De pronto una voz masculina habló en italiano; era el mismo hombre que había protestado sobre el auricular mientras intentaba ajustárselo al oído. Acto seguido una mano lo empujó por detrás, casi lo hizo caer de bruces. Al recuperar el equilibrio se percató de que, a pesar de que seguía con las manos atadas, tenía los pies sueltos y andaba sin ayuda. Creyó oír el ruido del tráfico y, sintiéndose más alerta, dedujo que si caminaba, sería capaz de correr pero, por otro lado, no veía y estaba maniatado. La mano lo empujó de nuevo con fuerza, Harry se precipitó al suelo y gritó al golpearse el rostro contra el pavimento. Intentó aprovechar la situación para escapar rodando, pero un pie se le estampó contra el pecho y lo inmovilizó en el suelo. En ese momento, oyó un golpe metálico y el sonido de un objeto pesado, como de hierro, que era arrastrado por el suelo junto a su oreja. Instantes después lo sujetaron por los hombros y lo obligaron a bajar por unos peldaños de hierro. La escasa luz que vislumbraba desapareció en el acto, y un hedor pestilente invadió todo.
A lo lejos, una segunda voz soltó una maldición que resonó con el eco. Al oír el murmullo del agua en movimiento, Harry adivinó que lo habían llevado a la alcantarilla.
Acto seguido, se produjo un intercambio de palabras en italiano.
– Prepararsi?
– Si. -Respondió la voz del auricular.
Harry sintió un pellizco en las muñecas, oyó un chasquido y se encontró con las manos libres.
¡Clic! El inconfundible sonido metálico de un arma al amartillarse.
– Sparagli. -Pégale un tiro.
En un acto reflejo, Harry dio un paso atrás y se cubrió la cara con las manos.
– Sparagli!
Se oyó una fuerte explosión. Harry sintió primero un golpe en la mano, luego en la cabeza, y la fuerza del impacto lo hizo caer de espaldas al agua.
Harry no vio el rostro del tirador ni el de su acompañante con la linterna, ni tampoco lo que ellos vieron en ese momento: la gran cantidad de sangre que le cubría el lado izquierdo de la cara y que se diluía en el agua.
– Morto -susurró una voz.
– Si.
El pistolero se arrodilló junto a él, lo empujó hasta el borde de la plataforma y lo observó caer y alejarse arrastrado por la corriente.
– I topi faranno il resto.
Los ratones se encargarán del resto.