Veinte minutos más tarde, el chófer de Farel abandonó la autostrada, pagó el peaje y se adentró en una carretera rural. Al principio pasaron por delante de una gasolinera y de un enorme almacén de maquinaria agrícola pero, con excepción de estos dos edificios, durante el resto del camino sólo había maizales a ambos lados de la autopista. Aunque el autocar había explotado en la amostrada, cada vez se alejaban más de ella.
– ¿Adónde vamos? -preguntó Harry inquieto.
El conductor lo miró por el espejo retrovisor y sacudió la cabeza:
– Non capisco inglese.
En los últimos minutos no se habían cruzado con un solo coche. Harry miró por la ventana y contempló los exuberantes tallos de maíz, más altos que el coche, y los pequeños senderos que cruzaban los campos. De pronto, el conductor comenzó a aminorar la velocidad y, sin previo aviso, viró a la derecha, abandonó la carretera y se adentró por un largo camino de tierra. De modo instintivo, Harry se fijó en el cierre de las puertas, pero lo único que encontró fue agujeros en la tapicería.
De pronto recordó que se trataba de un coche de la policía y que las puertas sólo se abrían desde el exterior.
– ¿Adónde vamos? -repitió Harry, alzando la voz y con el corazón latiéndole con fuerza y las manos empapadas de sudor.
– Non capisco inglese.
El conductor miró a través del espejo retrovisor y apretó el acelerador. El vehículo retomó velocidad y avanzó entre botes y sacudidas por el camino levantando una nube de polvo a su paso. Harry se agarró para conservar el equilibrio mientras sentía que el sudor le recorría los brazos. Por primera vez en su vida, experimentó auténtico miedo.
Tomaron una curva cerrada, y de pronto apareció ante ellos un edificio moderno de dos plantas con un Alfa Romeo gris aparcado delante junto a un tractor. El Opel frenó y se detuvo. El conductor se apeó, abrió la puerta de Harry y le indicó que bajara.
– ¡Joder! -masculló Harry.
Salió del coche despacio, atento a las manos del chófer y pensando en cómo reaccionar si hacía un gesto extraño. En ese momento se abrió la puerta de la casa y salieron dos hombres: el primero era Farel y el segundo, para gran alivio de Harry, era Pio, seguidos de un hombre y dos chicos jóvenes. Harry exhaló un suspiro y observó que detrás de la casa, tras una hilera de árboles, el tráfico circulaba por la autostrada. No habían hecho más que dar un rodeo desde la autopista y acercarse a la casa por detrás.