París, Gare du Nord, 20.20 h
– Gracias -Victor sonrió y se tocó en el bolsillo su billete de primera clase, luego regresó de la ventanilla de atención al pasajero y se dirigió al andén.
El tren 243 para Berlín tenía prevista la salida a las 20.46 pero no llegaría a la estación hasta las 20.34. Eso le daba un poco más de treinta minutos. Los últimos diez los pasaría en el tren, asegurándose de que disponía de su butaca asignada y de que su maleta estaba bien almacenada. Tomar posesión pronto de la butaca era importante porque, aun llevando reserva, la gente se sentaba a menudo donde le daba la gana. Si la butaca asignada de uno ya estaba ocupada, tratar de recuperarla suponía a menudo algún tipo de confrontación que muchas veces era en un idioma extranjero. Más de una vez había visto subir de tono ese tipo de discusiones, y una discusión por una butaca que atrajera la atención de un encargado del tren o de un policía era lo último que necesitaba; en especial en el segundo caso, porque un agente podría pedirle que le enseñara el pasaporte y querer saber adónde iba y dónde había estado. Pero de momento todavía no había tren ni, por tanto, butaca, lo cual significaba que le quedaban veinte minutos para sentarse a esperar, o para pasearse por la estación, y ninguna de las dos opciones le gustaba porque lo dejaban a merced del público. La noticia más importante del día, al menos en los tabloides parisinos, parecía ser el asesinato de dos jinetes con una sola bala en Chantilly, a primera hora del día. Y los periódicos de los quioscos de toda la estación lo mostraban en portada.
QUI A TUE LES JOCKEYS?
DEUX AVEC UN PROJECTILE!
MEURTRE DANS LE BOIS DE CHANTILLY
(¿Quién ha matado a los jinetes?
¡Dos con una sola bala!
Asesinato en el bosque de Chantilly)
Chantilly estaba a veinte minutos en tren de París, y la Gare du Nord, donde ahora se encontraba, era la misma estación a la que había llegado desde Chantilly. ¿Cómo podía saber si alguien aquí, alguien que simplemente pudiera haber pasado por ahí, no lo había visto en ambos lugares? Tal vez un trabajador de los ferrocarriles, o un residente de Chantilly que trabajara en París y que hubiera compartido el tren de la mañana, regresara a casa y lo reconociera súbitamente.
Victor anduvo con la cabeza gacha. Cuando mató al joven con la cazadora de los New York Yankees en Washington, Richard había estado allí para recibirle y luego sacarlo de allí, para acompañarlo directamente al aeropuerto y meterlo en un avión antes de que la noticia ni siquiera llegara a la prensa. Aquí era distinto, aquí estaba solo y a la merced de las caras de la muchedumbre y eso no le gustaba. Lo único que deseaba era que el tren llegara para poder subir y sentarse en su asiento y, al menos, quitarse de la vista.
Arrastró su bolsa de viaje hasta un pequeño restaurante al otro lado de las vías. En la barra había sitio y se sentó.
– Café -le dijo al camarero-. Solo, por favor.
– Café noir?
Victor asintió:
– Café noir.