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– Peter Fadden. -La voz al otro lado de la línea sonaba dura y áspera como el cuero.

Marten había esperado encontrar una voz más joven, pero Fadden sonaba como si tuviera setenta años o más, aunque con la energía de alguien capaz de superar a un treintañero en cualquier riña de callejón, o de retarlo a caerse el último tomando tragos en cualquier bar. También sonaba como si llevara Washington en la sangre y fuera así desde los tiempos de Eisenhower, o incluso antes.

– Me llamo Nicholas Marten, señor Fadden. Era un buen amigo de Dan Ford. Era también amigo íntimo de Caroline Parsons y su marido. Me gustaría hablar con usted en persona, si es posible.

– ¿Cuándo? -le respondió Fadden.

Ningún «por qué», sólo un brusco «cuándo».

– Lo antes posible. Hoy, ahora, esta mañana. Esta tarde asistiré al funeral de Caroline. Después del mismo también me iría bien. Le invito a una copa, o a cenar, si le apetece.

Ahora vino lo esperado:

– ¿Porqué?

– Estoy intentando averiguar en qué trabajo del Congreso estaba metido Mike Parsons en el momento de su muerte.

– Búsquelo. Es información pública.

– En parte es pública, en parte no. Necesito ayuda para obtener cierta información.

– Pues contrate a un profesor de Bachillerato.

– Señor Fadden, aquí podría haber una noticia importante para usted. No estoy seguro. Se lo explicaré cuando estemos a solas. Se lo ruego.

Hubo un largo silencio y Marten temió que Fadden quisiera quitárselo de encima. Luego la voz áspera le soltó:

– Me ha dicho que era amigo de Dan Ford.

– Sí.

– ¿Un buen amigo?

– Su mejor amigo. Estaba en su apartamento en París cuando le mataron.

Se hizo un nuevo silencio y luego Fadden dijo, sencillamente:

– Está bien.

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