13.40 h
Merriman Foxx estaba a solas y tomaba notas en una agenda electrónica cuando Marten y el presidente Harris entraron en el comedor privado. Demi, Beck y Luciana se habían ido, y la mesa había sido despejada.
– Ah, caballeros -sonrió Foxx, y se levantó como lo había hecho la primera vez que llegó Marten-. Soy el doctor Foxx, señor presidente, y es un gran honor conocerle. -Les indicó con un gesto de la mano que se sentaran a la mesa-. Me temo que los otros han decidido salir a explorar los alrededores por su cuenta, y aunque creo que podemos sentarnos aquí y charlar un poco, tal vez resultaría más interesante que mientras tanto les enseñe mi laboratorio.
– ¿Tiene usted un laboratorio aquí? -se sorprendió Marten.
– También un despacho y un pequeño apartamento -volvió a sonreír Foxx-. Todo por gentileza de la Orden. Eso me da un agradable respiro de toda la atención y las preguntas inapropiadas e injustas que desde hace tiempo me persiguen sobre la Décima Médica, además de un lugar tranquilo para trabajar.
– El lugar de trabajo de otras personas siempre me despierta curiosidad, doctor -dijo el presidente sin mostrar ningún tipo de emoción.
– A mí también, presidente. Por aquí, por favor. -Foxx volvió a sonreír y los acompañó hasta la puerta. Marten le lanzó a Harris una mirada de advertencia, pero éste no se la devolvió.
13.45 h
Merriman Foxx los llevó más allá de la plaza llena de turistas de delante de la basílica y luego por una estrecha calle adoquinada alineada por un lado con hileras de velas votivas rojas y blancas.
Marten miró hacia atrás con disimulo mientras avanzaban pero no vio a nadie. Resultaba curioso que Foxx estuviera solo, sin acompañantes, sin guardaespaldas, ni siquiera Beck. Pero también era cierto que estaba solo cuando Marten se reunió con él en el Café Trípoli de Malta. Y según Beck, Foxx había abandonado el restaurante solo y dejó que el reverendo acompañara a las mujeres hasta su hotel. De modo que, básicamente, Foxx estuvo solo en Malta y ahora volvía a estarlo. Tal vez fuera sencillamente cuestión de preferencia o de estilo. O de seguridad en sí mismo. O de arrogancia. O una mezcla de todo ello. Al fin y al cabo él era el mismísimo doctor Merriman Foxx, el hombre que había estado al mando de la Décima Brigada Médica y todas sus operaciones e innovaciones clandestinas durante más de dos décadas. El mismo Merriman Foxx que hacía muy poco se había enfrentado a solas a una investigación del Congreso estadounidense sobre los trabajos y el desmantelamiento de la citada brigada. El mismo Merriman Foxx que había supervisado personalmente el abyecto asesinato de Caroline Parsons y que ahora era un personaje clave en unos planes mucho más extensos de genocidio.
Marten estaba convencido de que Foxx se había convertido en quien era a base de mentiras y puro tesón, y que a estas alturas, la idea de llevar guardaespaldas o matones suponía una afrenta a la fuerza de su personalidad. Todo eso, a menos que estuvieran por ahí ocultos y vigilantes y lo hubieran estado siempre.
– Por aquí, por favor. -Foxx los hizo entrar por una callejuela y, al cabo de diez segundos, por otra. Parecían todas iguales, pasajes adoquinados en medio de altas paredes de piedra que a su vez llevaban a otros pasajes, y otros, y otros, cada uno idéntico al anterior.
Cuanto más se adentraban en aquel laberinto, más inquieto estaba Marten. La simple tarea de encontrar el camino de vuelta y llegar a la zona en la que los esperaba Miguel en el coche podría resultar enormemente complicada, en especial si tenían prisa. Además, la sonrisa fácil de Foxx y sus maneras amables hacían casi olvidar que debajo de su máscara había un asesino hábil, cruel e ingenioso que no sólo había matado a Caroline Parsons, sino que estaba profundamente implicado en la monstruosa trama de los «amigos» del presidente. De modo que, ¿quién sabía adónde los llevaba, o quién, o incluso qué les esperaba cuando llegaran?
Además, la propia zona de Montserrat resultaba un escenario improbable. Se tratara o no de un emplazamiento religioso y de un destino turístico, en realidad era, como él se temía, una ciudadela pequeña y aislada en medio de una ladera alta y desolada, a muchos kilómetros de cualquier sitio. Un lugar en el que un hombre podía desaparecer en un abrir y cerrar de ojos para no volver a ser encontrado nunca más, Marten estaba convencido de que el presidente Harris era tan consciente de su situación como él. Al mismo tiempo, sabía que el presidente tenía mucho más en la mente que su propia seguridad, y que su objetivo primordial era encontrar un lugar adecuado en el que quedarse a solas con Foxx e interrogarle. Y éste era claramente el motivo por el que había elegido dejar al doctor que los guiara, en especial en ausencia de Beck o de un guardaespaldas o de cualquier otra persona que pudiera representar una interferencia. Éste era el motivo por el que, a pesar de sus temores, Marten sabía que no le quedaba más elección que seguirles y fiarse del presidente.
– Aquí estamos, caballeros. -Foxx se detuvo ante una puerta de madera maciza encajada en un arco de piedra-. Un poco de intimidad lejos de la muchedumbre -dijo, con una sonrisa mientras abría un panel de madera que había junto a la puerta.
Dentro había un teclado electrónico en el que marcó un código, apretó un botón y luego volvió a cerrar el panel para girar el pomo de hierro de la puerta. Cuando se abrió, Foxx los escoltó al interior de una sala grande con muy poca luz. El techo era alto y abovedado. En una pared había una hilera de butacas de madera de respaldo alto, y la otra estaba cubierta por una estantería enorme. El único otro elemento de mobiliario que había era una gran mesa de despacho con una única butaca, al fondo de la sala. Detrás de la misma, a la derecha, había una puerta de madera tallada encajada en una nave en forma de arco.
– Esta habitación fue una sala de concilios religiosos durante muchos años -dijo Foxx a media voz, mientras los guiaba a través de la sala, hacia la nave-. Yo solamente la he heredado.
Llegaron a la nave y Foxx abrió la puerta, los guió hasta otra sala y cerró la puerta con cuidado detrás de ellos.
Esta sala era mucho más amplia que la primera, y muy distinta. De unos siete metros de ancho y probablemente diez de largo, estaba iluminada por una serie de lámparas inquietantes suspendidas sobre dos docenas de mesas rectangulares con unas burbujas encima.
– Éste es mi trabajo actual, caballeros, y quería que lo vieran en directo -dijo Foxx, señalando las mesas-. Sinbacterias, sin esporas, sin moléculas letales, nada que crezca para llevar a cabo la guerra.
»Lo que hacía antes como jefe de la Décima Brigada Médica era para servir a mi país en una época de crisis nacional creciente. A partir de la década de 1960 nos enfrentamos a la gestación de varios movimientos de guerrilla. Hubo insurgencias en las antiguas colonias de Mozambique y Angola, campos de entrenamiento militar en Tanzania y Zambia, la mayor parte financiados y apoyados por Cuba y la Unión Soviética. Los programas de contrainsurgencia que aplicamos habían sido desarrollados por los franceses en Argelia y por los británicos en Kenia y Malasia, pero no eran lo bastante apropiados para la importante guerra que sabíamos que se avecinaba. Necesitábamos desarrollar armas nuevas e innovadoras, y esto incluía armamento químico y biológico porque éste era el tipo de armamento que se estaba desarrollando por los movimientos contrarios a nosotros.
– ¿Qué es esto? -preguntó el presidente Harris bruscamente, señalando las hileras de mesas con burbujas encima, como si el monólogo de Foxx no fuera más que conversación banal.
– Esto es lo que quería enseñarle, señor. Vida vegetal. Alimento y energía para mañana. Plantas de semillero que se pueden plantar para que alcancen la edad madura en semanas casi en cualquier lugar de la Tierra, por mucho menos coste que el actual. Frutas y verduras mucho más ricas en valor nutritivo que nada de lo que se pueda encontrar actualmente. Variedades de maíz, soja, alfalfa, girasol, fresas, arándanos y grosellas. También hay hierbas y especies de forraje para controlar la erosión del suelo, para los pastos y para las especies silvestres. Todas ellas pueden cultivarse rápida y fácilmente a gran escala, en casi cualquier tipo de suelo y con una irrigación mínima. Ciertas variedades de maíz, soja y cacahuete se pueden cultivar de la misma manera, y con la misma rapidez y al mismo bajo coste pueden ser procesadas para convertirlas en un combustible barato y limpio que no calienta la atmósfera. Estamos trabajando también en un concepto conocido como etanol celulósico, un proceso que produce combustible a partir de desechos agrícolas: mazorca de maíz, paja, incluso restos de madera. -Hasta entonces Foxx había estado hablando principalmente para el presidente; ahora se volvió hacia Marten-. En Malta me acusó usted de experimentar con seres vivos. Y estaba en lo cierto, lo he hecho. Pero sólo con gente terminalmente enferma y con su permiso, en un intento de salvar sus vidas y, al mismo tiempo, salvar a nuestra gente.
»Pero estos programas hace tiempo que se cerraron. Fueron totalmente descartados y su documentación se destruyó. Mucha de la gente que participó en ellos ya se ha muerto. En los veinte y pico años que han pasado desde entonces, y en vista de toda la serie de acusaciones y cargos infundados hechos por gente que, o bien no lo entiende o contaba con sus propias agendas políticas, he trabajado solo, tanto en Malta como aquí en Montserrat, y he dedicado mi vocación no a la guerra, sino al futuro bienestar del planeta y de las criaturas que lo habitan.
– ¿Solo? -preguntó Marten, como si se refiriera a los estudios científicos de Foxx, pero en realidad para ver cómo reaccionaba; por si había otros escondidos y esperando la señal de Foxx.
Foxx captó al instante la insinuación.
– ¿Quiere decir si tengo aquí algún servicio de seguridad que me proteja?
El presidente Harris corrió a cubrir a Marten:
– Creo que se refiere a otros científicos.
– Por supuesto -dijo Foxx, educadamente-. De vez en cuando vienen y me hacen consultas. La mayoría trabajan a tiempo parcial, cuando pueden. Todos de manera voluntaria.
Nos comunicamos casi exclusivamente por Internet. -Foxx miró con recelo a Marten y luego volvió a dirigirse al presidente-. En cuanto al trabajo propiamente dicho, si todavía tiene dudas, estaré encantado de mostrarle los muchos otros experimentos que tengo aquí y en distintas etapas de desarrollo. Existen notas, diarios y bases de datos científicas de todos ellos, y tiene usted permiso para examinar el material. Pero debo pedirle que no diga nada de lo que observe, puesto que nada de esto debe salir a la luz pública hasta que demos por terminados los procesos, estén todos documentados legalmente y sus patentes estén aseguradas. Cuando lo estén, sus derechos se entregarán a Estados Unidos. Los beneficios, como puede usted imaginar, serán asombrosos.
– Parece usted haberse vuelto muy bondadoso, doctor -dijo el presidente Harris-. Sí, me gustaría ver más. Los experimentos, sus notas, sus diarios, todo.
– Por supuesto.