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9.30 h


Hap se volvió para volver a meterse dentro con la intención de retenerlos a todos dentro de la puerta durante los seis a ocho minutos que Woody tardaría en llegar con el helicóptero. Había avanzado apenas dos pasos cuando oyó el sonido inconfundible de un helicóptero poniéndose en marcha enfrente de la iglesia. De inmediato se oyó el aullido agudo de un segundo helicóptero que descendía en medio de un rugido. Miró a la puerta y luego se volvió y corrió al pequeño otero al que se había subido cuando llegaron para tener mejor vista. A cuarenta metros de ellos vio el Marine Two y su compañero idéntico con las puertas abiertas y preparándose para despegar. Más allá se veían miembros del New World Institute vestidos de noche desfilando hacia los autocares negros. El Servicio Secreto español estaba por todos lados. Deseó saber lo que estaba pasando dentro de la iglesia, si los lanzallamas ya abrían sido apagados y el escenario habría descendido y tapado con el suelo original de la iglesia. ¿Y qué había sido de la otra mujer, Cristina? Por la expresión de Marten y por la manera en que movió la cabeza, debía de haber muerto. ¿Qué le pasó a su cuerpo? ¿Y cuál sería ahora el papel de los monjes? ¿Eran suyos los furgones aparcados aquí, detrás de la iglesia? ¿Era así como habían llegado? Si era así, en cualquier momento bajarían por aquellas escaleras del interior de la iglesia hasta la puerta en la que se encontraban el presidente y los otros.

De pronto vio a Roley Sandoval, agente especial al mando de la comitiva del vicepresidente, que encabezada un grupo de agentes del USSS que escoltaban apresuradamente al vicepresidente Rogers, a los secretarios de Estado y de Defensa y al resto del entorno de élite de Rogers, que ahora incluía a la congresista Jane Dee Bake, hacia el Marine Two.

Fuera lo que fuese que había ocurrido y lo que estaba ocurriendo, y por si antes no hubiera sido así, el tiempo lo era ahora todo. Monjes aparte, en el momento en el que los helicópteros se marcharan y los autocares estuvieran cargados, el Servicio Secreto español barrería todo el edificio y luego lo cerraría a cal y canto. Y eso significaba que no tenían dónde ocultarse hasta que llegara Woody, excepto tal vez entre los árboles que rodeaban la zona del aparcamiento.

Las puertas de los dos helicópteros se cerraron. Hubo un estruendo ensordecedor mientras el Marine Two se elevaba, ganaba altitud y luego se alejaba en dirección sur. El segundo helicóptero de la Marina lo siguió. En cuestión de segundos, ambas naves desaparecieron de la vista.


9.34 h


Hap miró los autocares. La gente ya estaba subiendo a ellos.

¿Cuánto debía de faltar para que los monjes bajaran y el Servicio Secreto español entrara y empezara su rastreo? Quería mantener al presidente dentro y oculto pero eso había dejado de ser una opción. Tenía que sacarlos del edificio y bajo los árboles o se arriesgaba a un tiroteo con los monjes o a ser capturados por los del Servicio Secreto, o a ambas cosas.

Una vez tomada la decisión, se volvió para volver a recogerlos cuando se oyó un ruido atronador y un helicóptero del CNP le pasó por encima, a escasos metros de los árboles. Medio segundo más y echó marcha atrás y volvió hacia él. Hap corrió a cubierta bajo un árbol grande y vio cómo el helicóptero se acercaba y reducía velocidad. De pronto se detuvo y se quedó parado encima del aparcamiento. Pudo ver al piloto mirando hacia abajo y hablando primero con su primer oficial y luego animadamente por sus auriculares. A los pocos segundos, la máquina subió a unos sesenta metros de altitud y se quedó allí, inmóvil en el aire.

Hap lo miró y más allá de la nave. ¿Dónde demonios estaba Woody? ¿Es que no había recibido el mensaje? ¿O lo había recibido y había alertado al CNP y por eso el helicóptero de la policía estaba ahí encima? Detrás de él empezó a ver la hilera de autocares negros que empezaban a marcharse.

– Mierda -masculló-. ¡Mierda! -No había nada que pudiera hacer sin quedar a la vista del helicóptero del CNP y, al hacerlo, delatar el paradero del presidente. Por otro lado, no podía esperar a que los monjes o el Servicio Secreto español llegaran al pasillo en el que se escondían el presidente y los demás.

Miró el reloj. Eran casi las 9.35. ¿Dónde coño estaba Woody? ¿Pensaba venir o no?

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