5.40 h
Cinco minutos más y Marten despertaría a Hap. Sabía que en su estado de agotamiento, si no iba con cuidado, se caería de sueño y, al hacerlo, podían quedarse ahí dormidos durante días enteros. Por eso se obligaba a jugar juegos mentales, a pensar en su trabajo en Fitzsimmons & Justice en Manchester y en su proyecto urgente y todavía por terminar en la finca Banfield. A pensar en Demi, en dónde estaría ahora, en cuál habría sido su auténtica motivación al entregarlos a él y al presidente a Merriman Foxx en Montserrat. Fuera el que fuese, una cosa era cierta: no podía tener ni idea de lo que estaba realmente ocurriendo con Foxx, con sus experimentos, con ninguno de los enemigos del presidente. La última vez que la vio fue en compañía de Foxx, de Luciana y de Beck en el restaurante del monasterio, pero cuando él y el presidente regresaron, Foxx estaba solo. Eso significaba que se había ido a alguna parte con los otros. Pero ¿dónde? ¿Y por qué motivo? Lo único que se le ocurría era que le hubiera dicho la verdad sobre su hermana y que encontrarla, o al menos averiguar lo que le había ocurrido, fuera lo más importante de su vida.
5.44 h
– Primo.
Marten se sobresaltó y levantó la vista. El presidente estaba delante de él, con su cara sin afeitar más demacrada y ojerosa que nunca.
– Ya sé que Hap iba a ocuparse de la segunda guardia -dijo en voz baja-. Pero está muy destrozado; dejémosle dormir. Duerma ahora un poco usted.
– ¿Está seguro?
– Estoy seguro.
– ¿Quiere esto? -Marten le ofreció el rifle.
– Sí.
Marten se lo dio y le dio las gracias. El presidente sonrió:
– Está malgastando sus preciosos cuarenta minutos.
– No se vuelva a dormir.
– No puedo. Tengo un discurso que practicar.